El mayor cargamento de droga ingresado al Uruguay, en toda su historia de país de lucha contra el narcotráfico.
Y mientras a eso de las 20 horas un árbitro paraguayo daba el pitazo inicial del partido, despertando la algarabía de toda una multitud ocupando todas las instalaciones del Estadio, allá en las aguas del río Santa Lucía, donde dos puentes separan al departamento de Montevideo, con el de San José, los tripulantes del yate convertido en mula de carga del narcotráfico, procuraban mantener la calma y no despertar sospechas de su arribo. De esa forma, tres hombres –uno serbio, otro croata y un uruguayo- cumplieron con las maniobras de rigor y fue así que a los pocos yates allí amarrados se sumó éste, valorado en unos 250.000 dólares.A bordo, los tres hombres se fueron distendiendo y la embarcación ocupó su lugar sin mayores inconvenientes. Pero a escasos metros, en las instalaciones de la Sub Prefectura de Santiago Vázquez, de la Armada Nacional, los ánimos eran otros: el personal subalterno no tenía aún el conocimiento preciso de lo que habría de acontecer horas después.
A nivel del Comando reinaba un notorio hermetismo. Entretanto, en el Estadio Centenario, la selección uruguaya hacía denodados esfuerzos para abrir el tanteador, lo que nunca aconteció porque los argentinos fueron los primeros en colocar el balón dentro del arco de sus oponentes. Allí en la cancha se esfumaban las esperanzas de ganar el partido; allí en la barra de Santiago Vázquez los tripulantes del yate de un cuarto de millón de dólares comenzaban a acomodarse para pasar la noche para recién al día siguiente poner rumbo a la argentina desde donde se habría de trasladar la voluminosa carga de droga exclusivamente a Europa, a países tales como Holanda, España,Italia y Serbia. Una droga valorada en ese mercado, en una suma en dólares, cercana a los 108 millones. Mucho dinero.Muchos euros.
La noche transcurrió para todos: los uruguayos viviendo la amargura de un partido perdido; los integrantes de la selección nacional viviendo el mea culpa por no haber logrado vencer al rival; la selección argentina saboreando las mieles del triunfo y en la embarcación de la Barra de Santiago Vázquez, sus tres tripulantes viviendo un clima de tensa vigilia, por tener que custodiar uno de los cargamentos de cocaína más valiosos que se pudo haber ingresado al territorio uruguayo en toda su historia. Un cargamento, cuyo significado iba más allá del kilaje, porque la sola presencia de ese lote impresionante de cocaína en el Uruguay, representaba el alto voltaje de incursión al que había llegado la red de narcotráfico, cuya cúpula pensante y operativa venía siendo monitoreada sigilosamente por las fuerzas del orden, desde hace ya algunos días, como parte activa de un operativo comandado por funcionarios de investigaciones especializados de la Armada Nacional, en coordinación con la Dirección General de Represión del Tráfico Ilícito de Drogas y con las autoridades de Argentina, la DEA y la Policía serbia.
En nuestro país, las autoridades denominaron “Santa Lucía”, al operativo; éste se desarrolló en las primeras horas de la mañana del día miércoles ante la atónita mirada de los lugareños que progresivamente fueron enterándose de los pormenores del procedimiento. En Serbia, por su parte, sus autoridades ya venían trabajando en el caso con anterioridad, dándose captura a unos tres serbios, considerados los cabecillas de una poderosa organización de narcotraficantes que tenía vinculación con elementos del hampa, en Sudamérica y en Europa. Fue así que en forma conjunta –y días antes- se fueron cumpliendo las etapas del procedimiento, en el entendido –por parte de los efectivos de Inteligencia de la Armada Nacional- de que era previsible que un voluminoso cargamento de cocaína pudiera ser ingresado al Uruguay, para ser derivado a Europa. De esa manera, los investigadores navales se coordinaron con sus pares de los grupos de elite de la Brigada Antidrogas y de la DEA, haciéndose lo propio con sus pares serbios, que ya a esa altura de los acontecimientos tenían una idea clara de los alcances de la red de narcotráfico operante en el Cono Sur y en la región de los Balcanes, de ahí que se denominó el operativo “Guerreros Balcánicos”, cuyo éxito se concretó nada más ni nada menos que en el Uruguay, merced a una circunstancia coyuntural –de neto corte climátológico- que llevó a la tripulación del yate a amarrar la embarcación en un muelle de la barra de Santiago Vázquez, en aguas del río Santa Lucìa.
¿Y de qué forma las autoridades navales y la Justicia del Uruguay advirtieron la posibilidad de esta maniobra y los avances de la red de narcotráfico operando desde la región serbia?.Horas después del procedimiento de incautación de la droga y de la detención de sus tripulantes a quienes se les halló documentación y otros implementos de logística útiles al narcotráfico, en una conferencia de prensa ofrecida por la cúpula del gobierno, se informó que la punta de la hilacha resultó ser una investigación de lavado de dinero. Investigación que fue supervisada por la Jueza de Crimen Organizado, Graciela Gatti ,magistrada que cursó órdenes de allanamiento, no solo del yate, sino además de inmuebles existentes en diferentes zonas del Interior del Uruguay, lo que permitió la captura de otras personas. Sus testimonios permitieron el progresivo desmantelamiento de la organización.Por lo tanto, mientras el pueblo y gobierno uruguayos, en la jornada del miércoles 14, veían cómo su selección de fútbol perdía el partido, irónicamente se vivía el éxito de una batalla ganada al narcotráfico internacional.
Un duro golpe dado a una red de venta de la droga, con asiento en Serbia y con serbios en su cúpula. Ahora la Justicia –la Jueza Gatti- se hizo cargo de la fase indagatoria, de la cual podrían surgir nuevos allanamientos y detenciones. La droga en cambio –los 2.174 kilos- fueron ubicados, bajo fuerte custodia policial en dependencias de la Guardia Republicana, del barrio Cordón de la capital Uruguaya. Toda una verdadera bofetada al crimen organizado, una bofetada que nos lleva a cuestionarnos sobre los alcances de sus tentáculos, porque no es fácil transportar 2 toneladas de cocaína así como así; tampoco no es nada fácil colocarla en el mercado, solo al menos que se cuente con una logística operativa sólidamente conformada: con hombres, dineros y apoyos, quizás operantes al más alto nivel, no solo en Sudamérica, sino especialmente en Europa, pero obviamente con importantes conexiones en el Uruguay. Preocupante tema, por cierto