Domingo 8 Diciembre 2024

Un total de 210 toneladas de droga incautadas en tan solo un año, un récord. Al menos 4.500 homicidios el año pasado, también un récord. Niños reclutados por pandillas. Las prisiones como centros del crimen. Barrios consumidos por feudos criminales. Y todo este caos es financiado por poderosos extranjeros con grandes recursos y mucha experiencia en el negocio mundial de las drogas. Ecuador, en el extremo occidental de América del Sur, se ha convertido en pocos años en un Estado dorado del narcotráfico, con importantes cárteles de lugares tan lejanos como México y Albania que se unen a pandillas carcelarias y callejeras, desatando una violencia sin precedentes en la historia reciente del país.

Como informó el New York Times, lo que alimenta a esta tumultuosa situación es la creciente demanda mundial de cocaína. Si bien muchas decisiones políticas se han centrado en una epidemia de opioides, como el fentanilo, que mata a decenas de miles de personas cada año, la producción de cocaína se ha disparado a niveles récord, un fenómeno que ahora está devastando a la sociedad ecuatoriana, transformando una nación que alguna vez fue pacífica en un campo de batalla.

"La gente consume en el exterior", dijo el mayor Edison Núñez, oficial de inteligencia de la Policía Nacional de Ecuador, "pero no entienden las consecuencias que se producen aquí".

El floreciente cultivo de hoja de coca en Colombia, un ingrediente básico de la cocaína, ha resultado en una mayor producción de la droga, mientras que años de mala vigilancia de la industria de la droga en Ecuador han convertido al país en una base cada vez más atractiva para la producción y distribución de estupefacientes.

La violencia relacionada con las drogas comenzó a aumentar en el 2018 a medida que las bandas criminales locales buscaban mejores posiciones en el comercio. Inicialmente, la violencia se limitó principalmente a las prisiones, donde la población había aumentado como resultado de sentencias más duras.

Con el tiempo, el gobierno perdió el control de su sistema penitenciario, y los presos obligaron a otros presos a pagar las camas, los servicios y la seguridad, e incluso se quedaron con las llaves de sus propios pabellones penitenciarios. Pronto, según expertos ecuatorianos, los penales se convirtieron en bases de operaciones de los cárteles.

Foto: Antimafia Duemila