Por Juan Alberto Rambaldo, desde Argentina-14 septiembre de 2022

El 1º de septiembre Argentina vivió un momento crítico con lo que a primera vista parece ser un inesperado atentado contra la vicepresidenta de la República, Cristina Fernández de Kirchner.

Frente a una multitud que festejaba a esta última frente a su domicilio, un individuo, Fernando Sabag Montiel, que se encontraba entre los manifestantes, tras haber evadido a la escolta, apuntó a la cabeza de Kirchner con una pistola Bersa calibre 32, apretando el gatillo al menos dos veces sin que salieran los disparos.

El atacante fue detenido por los manifestantes presentes en el lugar y el arma fue encontrada en el suelo (los informes verificaron luego que el arma tenía cinco balas en el cargador, pero ninguna en la recámara).

Según declaraciones de Kirchner, la misma no se dio cuenta de lo sucedido hasta que regresó a su casa, momento en que los agentes de su custodia le explicaron la situación. La vicepresidenta también afirmó posteriormente que la tarea de su custodia es muy difícil dada su arraigada costumbre de acercarse a la gente moviéndose de un lugar a otro, sin seguir en cada ocasión los protocolos previamente establecidos.

Inmediatamente después del hecho, como era de esperarse, se hicieron todo tipo de especulaciones. Algunas personas, aunque minoritarias, afirmaron que se trataba de una "puesta en escena" de la vicepresidenta para despertar un sentimiento de apoyo a su favor. Otros incluso han especulado con que se trataba de un "sicario" que respondía a quién sabe qué intereses. Una hipótesis, esta última, absolutamente improbable porque si el objetivo hubiera sido matar a Kirchner, un sicario profesional jamás habría cometido el disparate de no tener balas en el cañón.

También habría que descartar la existencia de algo "montado", dado que el atacante apuntó dos o más veces al blanco: clara señal de que su intención era precisamente la de disparar. A ello hay que sumar la reacción del partido político de la oposición, prácticamente unánime en "condenar el atentado", que no se habría producido si esta hipótesis fuera de algún modo verosímil. Está claro que no podemos caer en la simpleza de pensar que fue el gesto de un "lobo solitario" que -sin ayuda alguna- esquivó a la escolta e intentó disparar a escasos centímetros de la cabeza de la vicepresidenta.

Se sabe -por lo publicado en las redes- que el sicario es un activo militante contra el peronismo y el kirchnerismo, y también un xenófobo que ataca a los inmigrantes (bolivianos, paraguayos, peruanos) a los que considera holgazanes. Al parecer, como lo demuestra la presencia de un tatuaje de un sol negro, se trata de un individuo de ideología neonazi que pertenecería a un grupo cercano, o en todo caso vinculado a aquellos sujetos que dejaron bolsas mortuorias frente a la Casa Rosada, con mensajes de amenaza, guillotinas y pedidos de muerte para la vicepresidenta y otros miembros del gobierno. En este punto del análisis surge la pregunta: ¿estos pequeños grupos actúan solos?

Hay detalles que hacen sospechar la existencia de algo más profundo que los incitaría a ese fin. La investigación reveló que hubo operaciones de inteligencia anteriores al día del atentado fallido; al mismo tiempo sorprende la facilidad con que el atacante esquivó a los guardias de la Policía Federal, al punto de poder acercarse a la vicepresidenta con un arma de fuego. Por otra parte, además, el celular de Sabag Montiel fue incautado por la Policía Federal para desencriptarlo y, al no poder hacerlo, lo llevaron a la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) que tiene a su disposición mejores equipos, pero llegó encendido, en un sobre abierto y "reseteado de fábrica".

Al respecto, el ingeniero electrónico Ariel Garbarz, experto en ciberseguridad, en entrevista con el diario "El Ciudadano", dijo con firmeza que "todo se hizo mal. En todos los casos en los que he trabajado como perito nunca he visto una manipulación similar de una prueba tan importante". Y luego agregó: "Está claro que se hizo a propósito, no lo hicieron los expertos de la Policía Federal ni los de la PSA, que saben muy bien cómo evitar que se borren los datos en un teléfono móvil. Es decir que hubo una maniobra de personas aún desconocidas que manipularon ese celular ya que llegó en un sobre abierto mientras que tenía que llegar en un sobre cerrado".

Pero, mirando el incidente desde otra perspectiva, surge inmediatamente la pregunta de qué habría pasado si se hubiera cometido el magnicidio. Todo apunta a que, de haberse producido el asesinato de la vicepresidenta, la situación social se habría precipitado en un caos total, poniendo en crisis la estabilidad de un gobierno ya bajo presión por las dificultades en el terreno socioeconómico. Sin duda, las emociones se habrían exasperado, los enfrentamientos y el afán de represalia habrían llevado a profundizar la "grieta" que divide a la sociedad argentina y, casi con certeza, habría habido una acción represiva para controlar la violencia. Entonces, ¿quién está detrás de las acciones de estos pequeños grupos ideológicos neonazis? ¿Cuáles son los verdaderos objetivos que se propusieron?

La historia indica que la acción de los fanáticos que se dan a la tarea de limpiar a la sociedad siempre es apoyada por quienes los utilizan como peones. Esos son los verdaderos autores intelectuales que fomentan tales acciones para lograr sus fines ocultos. Cuando pienso en esto, mi imaginación se remonta a situaciones del pasado que provocaron que el control del Estado cayera en manos de estructuras ajenas a la organización republicana y me aterra la sola idea de que esto pueda volver a suceder. La ciudadanía y los partidos políticos verdaderamente democráticos – sin renunciar a sus posiciones ideológicas – deben tener memoria y unirse en resistencia por la defensa de la república y la soberanía nacional.

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*Foto de portada: ar.marca.com