agolpesBrutal represión contra mujeres de cárcel de Ezeiza que ahora están en huelga

Por Jean Georges Almendras-11 de marzo de 2018

Ocurrió en el pabellón 24, del Módulo III, del Complejo Penitenciario Federal IV de Mujeres de Ezeiza, de la provincia de Buenos Aires, República Argentina, donde últimamente parece ser que la represión policial se aplica a raja tabla como única forma de diálogo con las internas.

Ocurrió que las reclusas de ese sector, el día miércoles 7 de marzo, se adhirieron a la movida feminista, del 8M, con un ruidazo intramuros. Y hacerlo tuvo sus consecuencias.

Ocurrió que como primera medida represiva, en una reunión de convivencia posterior, las reclusas fueron comunicadas que dejarían de cobrar el peculio del mes anterior, y que si protestaban con una medida de fuerza, gradualmente se les iba a ir descontando el pago por las horas de trabajo siguientes. Literalmente fueron amenazadas.

Ocurrió que esa represalia (del no pago de las horas trabajadas) por el ruidazo del miércoles no solo afectaba los derechos de las reclusas, sino que además repercutía lastimosamente en sus respectivos núcleos familiares por la sencilla razón de que muchas de las mujeres que allí cumplen con su reclusión, son el sostén de sus hogares, donde están sus hijos pequeños y adolescentes, sus padres y sus compañeros de vida.

Ocurrió entonces que la noticia de esa medida represiva generó un malestar indescriptible entre la población reclusa, pero no precisamente por la negativa de pago, sino porque se trató de una medida notoriamente dañina e ilegal, y puesta en práctica por las autoridades penitenciarias, fuera de contexto legal y como una clara forma de atentar contra la convivencia en el pabellón, como una suerte de escarmiento para indicar que allí dentro no se admiten movilizaciones, y que sus derechos y sus vidas están lejos de ser respetadas.

Ocurrió entonces que la represalia no se agotó con una sanción y con amenazas, porque horas después, en plena madrugada del viernes 9 , cuando en el pabellón 24 unas quince reclusas venían conversando e intercambiando ideas sobre las represalias en cuestión, de pronto sobrevino lo peor: policías masculinos cargaron sobre ellas a golpes de puño, con gas pimientas y con palos. Fue una acción represiva brutal. Demencial. No tuvieron contemplaciones con las reclusas. Literalmente las golpearon con mucha saña.

Ocurrió entonces que muchas sufrieron contusiones de diversa entidad y cortes varios, sin considerar lo traumático de la situación y las consecuencias psicológicas en cada de una de las agredidas. ¿Reprimidas solo por expresarse por el 8M? ¿Por expresarse como mujeres, privadas de su libertad?

Ocurrió que las reclusas después de la represión fueron reubicadas en otros sectores; y por si fuera poco, a cuatro de ellas las encerraron en celdas de castigo y a otra la ingresaron en el pabellón psiquiátrico.

Ocurrió entonces que el resto de las reclusas no se quedaron de brazos cruzados iniciándose de inmediato una medida de fuerza, consistente en no recibir alimentos del penal y en hacer batucadas dos veces por día, reclamando se regularicen los pagos del peculio, que no se realicen más represiones y que los pabellones sean visitados por integrantes de organizaciones de DDHH. Y con urgencia.

Ocurrió entonces que colectivos: “Ni Una Menos También En Las Cárceles” “Vivas y Libres Nos Queremos” “Colectiva Yo No Fui”, divulgaron comunicados contundentes explicando los hechos y denunciando.

”La decisión de parte de ellas de negarse a ser explotadas como mano de obra barata, es respondida mediante una brutal golpiza en medio de la noche, impartiendo un estado de violencia, que genera angustia y terror. Una vez más, las mujeres presas son doblemente castigadas y violentadas por el Estado. Denunciamos el ejercicio sistemático de la crueldad sobre los cuerpos de las mujeres que están privadas de libertad por parte del SPF. Repudiamos esta represión que atenta contra sus derechos y sus vidas. Hacemos responsable al Estado ante consecuencias que pongan en riesgo la integridad física, psíquica y emocional de nuestras compañeras”

Ocurrió, lo que siempre pasa en las cárceles del mundo, cuando las autoridades se visten de hipocresía y dicen (o vocean, como en una feria) que las cárceles son para rehabilitar, cuando en realidad sirven para mortificar, para destruir a hombres, mujeres y jóvenes.

Alejandra Rodríguez, integrante de un colectivo, denuncia ante un periodista de pagina 12: “Las maltratan, las verdeguean, las chicanean, las golpean como si fueran bultos. Las hacen parir en los pasillos. Las lastiman y después tardan horas o días en brindarles atención médica. En estos momentos hay una huelga en la cárcel de Ezeiza. Hay una compañera recluida en la celda psiquiátrica, que es uno de los peores lugares a los que te pueden mandar, un depósito humano donde te dopan. Y otras cuatro están recluidas en celdas de aislamiento. Otra perversidad del sistema: te meten para que no puedas ver el sol ni comunicarte con nadie”.

Alejandra Rodríguez sigue: “para trabajar tienes que tener condena firme, sin embargo la mayoría de ellas no la tiene, entonces lo que hacen es hacerlas firmar una ‘condena voluntaria’”. Si bien esa firma no tiene peso en el expediente, ni tiene validez judicial alguna, es una “forma de disciplinamiento que usan dentro de la cárcel. No corre por el lado de la Justicia, sino que es un modo de ‘hacerte confesar’, que admitas una supuesta culpabilidad, para poder trabajar. Es un modo más de sometimiento, extorción y crueldad que funciona a nivel interno”

Y prosigue, refiriéndose a la medida de no pago de las horas trabajadas: “Esta es una noticia muy dura para ellas porque la mayoría aun estando en la cárcel sigue siendo sostén de hogar. Ni siquiera ven el dinero porque en la mayoría de los casos su sueldo se deposita directamente en la cuenta de un familiar y se destina para los gastos de los hijos o de algún adulto mayor que la mujer presa tiene a cargo”.

Los comunicados de los colectivos se divulgaron en los medios de comunicación alternativos y tuvieron eco; no fue el mismo eco, en los medios de comunicación que se abrazan a las políticas represivas del macrismo, hoy saturado por acciones que corroen derechos y libertades.

“Somos seres humanos, no animales”

“Que se acabe la violencia del Servicio Penitenciario”

“No queremos parir más en los pasillos”

“Que nuestros hijos no paguen más las consecuencias”

Así gritan por las noches las mujeres encerradas en las celdas de castigo, donde hacen sus batucadas. Donde protestan a sabiendas que corren riesgo de que la represión se repita o las sanciones se multipliquen.

Ahora están de huelga. Esperanzadas en ser escuchadas. En detener el barbarismo.

Antes de los golpes de puño, de los palazos y del gas pimienta, el crimen de las reclusas del pabellón 24 fue su adhesión al 8M.

“Nos adherimos al 8M para decir basta a la discriminación y el estigma que marcan nuestros cuerpos por haber estado presas, lo que termina siendo una doble condena. Paramos para exigir el arresto domiciliario a todas las mujeres madres con hijos menores de edad en contraposición a lo que hace la justicia patriarcal que no duda en otorgar el arresto domiciliario a los genocidas. Paramos porque estando presas y enfermas no recibimos atención médica, y somos tratadas como desechos”.

Siempre la represión dice presente cuando los desamparados (y los presos) reclaman. Como si delinquir (o ser un marginal arrinconado por la soledad y la vulnerabilidad social) les retirase su condición de humanos.

Y tal parece que cuando las reclamantes son ellas, toda suerte de represalia y de castigo, es mayor.

Ocurrió todo esto, con mujeres presas en la Argentina de hoy. Ya nada nos asombra, del régimen macrista. Ya nada.

Pero nos subleva y nos enfurece. Por eso la denuncia.

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*Foto de Portada: www.laizquierdadiario.com