Fue en el Estado de Guerrero, en Chilpacingo

Por Jean Georges Almendras-23 de agosto de 2022

Dos hombres tripulando una moto, y portando armas de fuego, accionaron gatillos, y en fracción de segundos el colega mexicano Fredid Roman, de 58 años de edad (que se ubicaba en su automóvil, estacionado en la calle Prolongación Valerio Trujano, ubicado a dos cuadras de las instalaciones de la 35 Zona Militar del Ejército, en la ciudad de Chilpacingo) quedó sentado y abrazado al volante, literalmente agonizante. Los asesinos -sicarios, por cierto- aceleraron su birrodado y se dieron a la fuga. A sus espaldas, una vez más, la maldita mafia mexicana, dejaba un mensaje de violencia a la sociedad, con el costo de una vida. La vida de un trabajador de la prensa cuyo cuerpo atravesado por las balas, seis en total, quedó exánime y sangrante dentro de su vehículo, como una de las evidencias más contundentes, del daño irreparable que puede hacerse desde las tinieblas del poder criminal, ensoberbecido de impunidad. Hoy se llora la muerte de Fredid, en cuya última labor periodística a través de una columna propia, trató el complejo e intrincado (y tenebroso) caso de los normalistas de Ayotizana. ¿Habrá sido este trabajo periodístico el punto de origen del atentado que acabó con su vida? No hay evidencias, hasta el momento, de que esto sea así, ni tampoco que no lo sea. La duda está planteada, inexorablemente.

Las lágrimas, por la muerte de Roman, se extienden por calles, plazas y campos mexicanos, y se extienden también por todo un continente, en cuyas entrañas el periodismo lucha denodadamente para denunciar estos atropellos contra la vida, contra la democracia, contra la paz, contra toda convivencia humana, contra la libertad de expresión y contra el derecho a informar. Balas asesinas que siembran terror, pero simultáneamente un muy fuerte sentimiento de repudio y de resistencia. Una resistencia sin fronteras, que nos compete, también a nosotros los redactores de Sudamérica y de Italia.

Las informaciones sobre este nuevo hecho de sangre van llegando a nuestra mesa de trabajo, golpeándonos en lo más íntimo, porque el mensaje que dieron los sicarios contra Fredid Román, es también un mensaje a cada uno de nosotros, que aún a la distancia, acusamos recibo, porque el atentado a un periodista, es un atentado a todos los periodistas del mundo. Partiendo de esa premisa nuestros escritos no son más que respuestas directas a quienes pretenden silenciar la verdad, allá en Chilpacingo, o en cualquier parte del mundo.

El periodista mexicano Román era reportero de varios semanarios, con circulación específica en la zona de Chilpacingo. Ya en 1996 Román fue jefe de prensa del Partido Revolucionario Institucional (PRI), junto al gobernador Ángel Aguirre Rivero, previo a la caída de Rubén Fugueroa Alcocer acusado de ser autor ideológico de la muerte de 17 campesinos en el vado de Aguas Blancas en el municipio de Coyuca de Benítez. Con el correr del tiempo, mucho trabajo mediante, logró fundar un periódico propio. Oportunamente, Román escribió un libro titulado “Crónicas de un gobierno democrático y popular”, dirigiendo además el área de Comunicación de la Secretaría de Educación de Guerrero.

Recientemente, habiendo cerrado su periódico “Realidad”, Román prestó mayor atención a una columna suya digital, de nombre Realidad Escrita, y en su último trabajo abordó el caso Ayotzinapa bajo el título “Crimen de Estado sin culpar al jefe”.

Desde México se informa que, en dicha columna, Román cuestiona la clasificación de los hechos como “un crimen de Estado” tal como se refirió el subsecretario de Gobernación Alejandro Encinas, y también el hecho de la que la fiscalía general de la República no contempla órdenes de aprehensión contra el ex presidente Enrique Peña Nieto y ni contra el Gral Salvador Cienfuegos.

Un tema trágico y árido es la antesala de este atentado que acabó con su vida. ¿Cuáles serán entonces los pilares en que se han apoyado los sicarios para abrir fuego mortal sobre Román y bajo qué órdenes?

Sobran las preguntas. Escasean las respuestas. O, mejor dicho, no hay aún respuestas en ningún sentido. Se aguardan los resultados de las investigaciones, que por ahora poco aportan.

Pero en medio de todo, esta muy claro que el poder criminal ha dado su aporte para que un nuevo trabajador de la prensa termine sus días, bajo el plomo mafioso que desde hace tiempo impera en todos y cada uno de los rincones de México.

Hoy hay luto en el país hermano, por un atentado mafioso, pero también hay sobrados, legítimos y firmes deseos de que la verdad sobre su muerte pueda salir a la luz pública, y que los responsables materiales e intelectuales terminen entre rejas.

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*Foto de portada: proceso.hn