Por Jean Georges Almendras-11 de febrero de 2022

Se llamaba Heber López Vázquez. Fue muerto a balazos -el jueves último- en el interior de las instalaciones de su estudio de grabación, en el barrio Espinal de Salina Cruz, localidad capital del estado de Oaxaca. Sicarios -obviamente, obedeciendo directivas precisas de alguna figura del poder criminal de esa zona de México- lo sorprendieron en su lugar de trabajo y le descargaron sus armas de fuego, con los resultados conocidos.

Dolor, rabia (una vez más) e impotencia, es lo que sentimos, porque cada día que pasa seguimos siendo testigos de estos hechos que ya son naturales en esas tierras. Nosotros, desde nuestra redacción no hacemos más que escribir líneas sobre lo ocurrido, con la esperanza de que cada uno de nuestros escritos, sean luces de alerta, para que siendo o no periodista, el lector tome clara (y dramática) conciencia de que estamos viviendo -más allá de las fronteras- un asedio de la criminalidad, que ya no hay palabras para calificarlo.

El asedio de una intensidad y crueldad tal, que su sola presencia nos debería paralizar y nos debería obligar a salir de nuestros individualismos y egoísmos, para gritar (y accionar) con fuerza, que debemos como sociedad humana mundial, buscar caminos para frenar estos hechos, porque son hechos que no solo siembran muerte y destrucción en un país determinado, sino que además denotan con crudeza, que estamos llegando a un grado de deterioro que seguramente ya nos sea muy difícil revertir la situación, como sociedad humana, literalmente a merced del crimen organizado, dentro y fuera de los límites territoriales del lugar de los hechos.

Porque son hechos que nos atañen a todos, sin fronteras. Porque son hechos que visibilizan que la impunidad es la otra cómplice de cada uno de los actos de ejecución cometidos armas en mano, por los sicarios de turno. Esa inmunda impunidad que se alimenta y se retro alimenta dentro del sistema político, dentro de las instituciones de poder, como si se tratara de un virus cada vez más agresivo y más destructor.

Porque destruye, no solo vidas, sino además la credibilidad de las instituciones, que, ante cada uno de estos hechos, queda literalmente bloqueada, sumergida en la más descarada cuna de la inoperancia, porque sencillamente no hay voluntad política para salir de esa modorra criminal, que ya hace parte misma del conjunto de las instituciones de México y de otros países, donde se dan igualmente este tipo de tragedias.

Retomando el caso de Heber López Vázquez, que era periodista del medio mexicano RCP, se informa desde México que las autoridades de la Policía Municipal -según información del fiscal de Oaxaca- detuvieron a dos hombres bajo sospecha de ser los autores materiales, pero que ahora se aguardarían las primeras indagaciones para ir definiendo las líneas de investigación y respectivamente las eventuales responsabilidades, en la acción criminal. Porque, después, habrá que hilvanar muy fino para llegar a los autores intelectuales, que siempre quedan en las sombras.

López Vázquez, según lo señalado por diarios mexicanos, es el sexto periodista asesinado en México en lo que va del año en curso, siendo el número 55 en la administración de Andrés Manuel López Obrador.

Nos consta, por nuestro habitual trabajo de informar, que, sobre México, en los últimos meses, se ha desatado una ola de violencia de niveles inimaginables, tanto es así, que el pasado 26 de enero cientos de periodistas se movilizaron a nivel nacional para protestar por todos estos hechos, bajo la consigna “Periodismo sin riesgo”.

Movilizaciones que van y que vienen, frente a una impunidad imperante, que apabulla. Balas que van y que vienen, con la logística adecuada para segar vidas de trabajadores que denuncian corrupciones y crímenes. Muertes de personas de bien que van y que vienen; de personas que cumplen una misión de servicio y que nos informan, transparentemente, de lo pútridos que son muchos funcionarios del Estado, abrazados al narcotráfico, por ejemplo. Muertes de hombres justos que no hicieron más que desempeñarse en la tarea de defender valores con la honestidad de su talento para escribir, para hablar o para registrar gráficamente, sobre los males de una sociedad mexicana, que cada día -siempre y cuando no se resista con hechos, más que con palabras y discursos- seguirá siendo fagocitada por el elemento criminal, que camina por calles y plazas, o se sienta en los sillones del poder, confortado por partidismos e ideologías, serviles al saqueo, al robo público, o al mafioso, de turno.

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*Foto de portada: Noticieros Televisa