Sábado 22 Marzo 2025

A 28 años del crimen del reportero gráfico argentino

Esposado a la espalda y con dos balazos en el cráneo, dentro de su vehículo incendiado en una cava del paraje Los Manantiales, a unos 13 kilómetros al noroeste del balneario Pinamar, fue hallado sin vida y calcinado el reportero gráfico argentino José Luis Cabezas, de 35 años de edad, el 25 de enero de 1997. Fue un crimen con el sello mafioso, literal. Un crimen cuyo ideólogo fue el empresario Alfredo Yabrán, quien cuatro años después se suicidó en el momento que se procedía a su arresto. Desde el día del hallazgo del cadáver de Cabezas a hoy, transcurrieron 28 años. Sus asesinos fueron condenados. Algunos ya murieron, otros fueron beneficiados con prisión domiciliaria y otros están libres. En la Argentina fue uno de los más emblemáticos atentados a la libertad de expresión, tratándose de un trabajador de la prensa. Fue un más que burdo proceder criminal que involucró a personal policial en actividad, y a hombres de la custodia de Yabrán o vinculados a él. Recordar hoy esa muerte, en más que un obvio tono de denuncia, es honrar al reportero gráfico. Olvidarla en el ambito de la comunidad humana argentina, como mínimo, se constituiría en una suerte de deshonra; una suerte de indiferencia, que no nos podemos permitir, a sabiendas de que ese hecho no fue ni más ni menos, no solo un mensaje mafioso , sino además, y expresamente, una bravuconada de la ideología criminal de la época. Ideología que hoy sigue estando sobre el tapete público, bajo diferentes formas, con rostros y metodologías diferentes y en medio de circunstancias que corresponden a este momento histórico argentino. Pero el crimen de Cabezas, marcó un antes y un después. Y en ese después, cabe divulgar a los cuatro vientos -por ejemplo- el reciente sentir de Gladys Cabezas, su hermana, en diálogo con la prensa radial: “Esta justicia es lenta y no sirve para nada. No hay ningún detenido hace rato. Tenemos un Estado completamente ausente”

Desde nuestra redacción, al recuerdo de su persona y de su crimen, sumamos la denuncia, precisamente de ese Estado ausente, tanto en los preliminares del crimen, en la planificación del crimen y en el enjuiciamiento de los responsables. Los asesinos de Cabezas, hacían parte de un entramado policial, funcional a la mafia que comandaba Alfredo Yabrán; eran hombres del círculo de Yabrán. No había duda alguna de eso; era vox populi. Y ese aspecto hizo que el crimen de Cabezas cobrara una mayor repercución; una mayor magnitud, porque se trató de un crimen mafioso, por donde se lo mire.

Esa ideología mafiosa que hoy sobrevuela por sobre las cabezas de todos quienes vivimos en estas democracias infiltradas, tal como ya ocurría en los días en que la revista Noticias, para la cual trabajaba Cabezas, investigaba periodísticamente a Yabrán por corrupción y narcotráfico en la provincia de Buenos Aires. Y Cabezas, además de hacer parte de esa investigación saçándole una foto a Yabrán, se sentenció a muerte, porque su rostro fue tapa de la revista y si se quiere desde ese instante, los hilos de su crimen comenzaron a tensarse, bajo ojo y mano de Yabrán, como no podía ser de otra manera.

Recordar a José Luis Cabezas es poner en evidencia, cada aniversario de su deceso, y cada vez que podamos, que no podemos bajar ni brazos, ni voces, ni escritos, cuando se trata de ideologías mafiosas, ya terriblemente infiltradas en las instituciones, en los gobiernos, en el sistema político, no solo de Argentina, sino de tantos otros países de América Latina, como Paraguay y Uruguay, entre ellos.

El caso Cabezas de los años 90’ fue la antesala de un período, donde el sistema mafioso comenzaba a aletear posicionándose más que descaradamente en el universo democrático, del Río de la Plata; y Yabrán, como pieza clave de esa nefasta época, fue el mascarón de proa de una corrupción tal, que lo mantuvo impune por cuatro años, hasta que se suicidó mismo cuando las autoridades policiales honestas (¿?) allanaron su establecimiento de campo hallándolo muerto de un tiro de escopeta en el cráneo.Y después, hasta quedó la duda de su deceso, barajándose la idea de que el muerto no habría sido Yabrán (y que hoy viviría en algún lugar), también de que alguna de las armas de los uniformados que lo cercaron, pudo haber sido el arma homicida, encubriéndolo asi por el suicidio.

Mafia pura; corrupción inigualable y deterioros de todo tenor dentro de las instituciones, y de las fuerzas policiales contaminadas, y de la justicia por añadidura, fueron los arados que sembraron en la Argentina, en los 90’ y después del 25 de enero del 97’, terrenos fértiles para que el sistema criminal integrado, comenzara nuevos ciclos, y se retroalimentaran las intrigas políticas y las corrupciones de tinte mafioso en los años siguientes, hasta llegar a extremos insospechados; como por ejemplo, el hoy intenso narcotráfico,, como un maestro de ceremonias de una cúpula mafiosa pavoneándose en todo el suelo argentino , especialmente en la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fé, de la mano de fuerzas de seguridad implicadas descaradamente, que tuvieron el tupé de mimetizarse con los narcos rosarinos los cuales no hace muchos años incluso llegaron amenazar de muerte al diputado provincial -amigo y colaborador de nuestra redacción- Carlos del Frade, quien optó por negarse a estar custodiado, por pura desconfianza.

Un panorama de cuño mafioso que desde los días de Yabrán, hasta la actualidad, no ha hecho más que consolidarse en toda la Argentina, y en la región.

José Luis, recordarte es poco; y aunque además, es honrarte, nos lleva codo a codo, con tu memoria, a redoblar la denuncia y la labor de crear -fortalecer- la conciencia antimafiosa en tu país, los países limítrofes, y el resto de una América Latina, cuyas democracias corren severo riesgo de desmoronarse y ceder terreno a la criminalidad organizada.

Y evidencias al respecto las hay, y no son pocas, lamentablemente.

*Foto de Portada: Río Negro