Los disparos alertaron a todos a la entrada de una iglesia de San Cristóbal de Las Casas, en Chiapas, el domingo 20 de octubre en horas de la mañana. Quienes allí estaban quedaron estupefactos por lo que acababa de acontecer: dos sicarios tripulando una moto se acercaron a una camioneta tiroteando a su conductor, nada menos que el sacerdote Marcelo Pérez, quien se retiraba de la iglesia donde había celebrado una misa. Cumplida con su misión de muerte, los desconocidos, con sus rostros cubiertos, se dieron a la fuga. Su víctima quedó a sus espaldas, dentro del vehículo, sin vida, y literalmente acribillado a balazos. Pérez, era un sacerdote popular en la región. Un sacerdote que se caracterizaba siempre por denunciar la violencia desenfrenada, identificado además con las luchas sociales y el trabajo social, en las comunidades más vulnerables del Estado de Chiapas. En pocos segundos, los residentes de esa localidad quedaron conmocionados y el estupor, y la indignación, por el atentado ganó las calles, desatando toda suerte de repercusiones, obviamente dentro de una línea de absoluto repudio, y de solidaridad con la comunidad en la que trabajaba el sacerdote y con quienes venían trabajando cotidianamente junto a él.
La ya habitual espiral de violencia que reina y campea en ciertas regiones de México lejos está de apaciguarse. En contrario, se intensifica y crece gradualmente con celeridad preocupante. Este episodio en Chiapas es la más contundente evidencia.
Y en ese marco, es que los mexicanos,y nosotros , por estos lares, no podemos ser indiferentes, y nos sumamos fervientemente a los repudios y a las indignaciones; porque verdaderamente nos sublevan por sobre manera, todas estas situaciones de violencia criminal, que en cierta medida son fomentadas por la pasividad de las autoridades, que dejan que la impunidad esté siempre del lado de los victimarios.
En esta oportunidad el plomo criminal fue dirigido contra un religioso cuya labor pastoral tuvo en su derrotero efectos altamente valorados por sus allegados y por su comunidad social, en un estado que se encuentra ubicado al sureste de México y que hoy por hoy es territorio en disputa de los cárteles del narcotráfico; un bastión de las no pocas organizaciones criminales que operan en esa región.
Algunos de los observadores y analistas mexicanos, tras este hecho, lo interpretan como una clara señal del alto nivel de virulencia al que se ha llegado, desde hace ya algunos años, en Chiapas, con el notorio incremento de asesinatos, desapariciones de personas y además, de un recurrente desplazamiento -masivo, por otra parte- de personas que optan por abandonar sus comunidades, para lisa y llanamente salvar sus vidas.
Marcelo Pérez, una y otra vez decía públicamente: “La violencia no se aguanta, el pueblo se está levantando, la Iglesia se está levantando, se han unido las tres diócesis ante esta avalancha de la violencia”. Y lo volvió a decir al periodismo local en el mes de setiembre en el marco de una protesta en la capital de Chiapas.
Y no solo era Marcelo Pérez objeto de amenazas. También otros párrocos de Chiapas fueron igualmente confrontados por la criminalidad, pero estos nunca se dejaron amilanar, ni amedrentar. Continuaron denunciando la realidad. Y Marcelo Pérez agregaba: “El gobierno no solo que no hace nada, sino que niega sistemáticamente la existencia de la violencia, cuando cada vez hay más muertos, mas desplazados, más secuestros”
El tenaz y el más comprometido apoyo a las comunidades indígenas de Chiapas, fue otra de las características de Pérez, y eso seguramente también debe haber incidido, para que desde las sombras maléficas de la criminalidad operante, en su región de trabajo social, se haya ordenado al sicariato quitarlo del medio, a puro plomo, obviamente.
Desde algunas de las organizaciones que lo respaldaban y que ahora -sin hipocresías- condenaron duramente su asesinato,y se pronunciaron con total franqueza, respecto a su persona y a su misión de pacificador, en términos que nosotros (desde nuestra redacción en Montevideo) compartimos: "El Padre Marcelo era un referente en la búsqueda de la paz, la verdad y la justicia para Chiapas; su pérdida es irreparable, y nos reitera la necesidad de implementar medidas estructurales que cambien el contexto de violencia que sufren algunas regiones de Chiapas".
Voceros de la Compañía de Jesús expresaron que el sacerdote Marcelo Pérez fue un símbolo de la resistencia y acompañamiento para las comunidades de Chiapas “ya que defendió la dignidad , los derechos de los pueblos y la construcción de una paz verdadera”.
Y agregaron: "Su compromiso con la justicia y la solidaridad lo convirtió en un referente para quienes anhelan un futuro sin violencia ni opresión. Rechazamos cualquier intento de minimizar estos hechos como casos aislados. El crimen organizado ha sembrado miedo y dolor en diversas regiones del país, y Chiapas no es la excepción. La violencia en esta región refleja un problema estructural que demanda una respuesta integral y urgente del Estado"
Por su parte un representante del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, fue contundente en su mensaje: “Marcelo Pérez caminó siempre con los más pobres, como verdadero pastor y defensor de derechos humanos. Había denunciado la violencia que era ‘minimizada irresponsablemente’ por los gobiernos”.
Una vez más la historia se repite. La terrible historia de la voracidad criminal llevándose vidas. Vidas de activistas que se comprometen desde sus entrañas y desde su fé, o desde sus emociones, a entregarse a una lucha por el projimo, apartándose de los egoísmos y de los individualismos inherentes a la condición humana, muchas veces a costa de sus propias vidas, tal el caso de Marcelo Pérez.
Padre Marcelo, tu lucha no ha sido en vano, y mucho menos tu muerte. El sentido en el que tu caminaste entre tu pueblo, tiene ya, la recompensa social que te mereces, y el homenaje popular que supera con creces al reconocimiento o si acaso la mención institucional, que como siempre, su autenticidad y su fuerza no se compara con la de los pueblos con los cuales trabajaste hombro con hombro, con las manos en el arado para sembrar paz con valores de justicia.
Tus asesinos y los mandantes de éstos, ni te llegan a tu más recóndita partícula de tu ser, ni de tu honestidad y ni de tu sentido de justicia. Esos personajes están entre las tinieblas. Tú nunca lo estuviste. Fuiste luz para muchos seres humanos. Y aún después de tu partida, de las generaciones que vendrán.
Siempre estarás en nuestra memoria Padre Marcelo. Y gracias, es poco decirte.
*Foto de Portada: zetatijuana.com /Internet/Google imágenes