Fue líder social y un tenaz defensor de los derechos humanos, y su reciente muerte a manos de la criminalidad, hace parte de los ya habituales embates a plomo y sangre dirigidos contra los líderes sociales colombianos. En lo que va de año Gaitán es la víctima número 89. Una cifra estremecedora. Que nos abate.
Para las autoridades locales los responsables del asesinato son integrantes de las disidencias de las Farc. Para nosotros, es una muy mala nueva, que nos pone contra las cuerdas, porque a la distancia poco podemos hacer, más que informar y escribir con rabia sobre este nuevo atentado a la vida, a la lucha social y en definitiva al valioso e indescriptible compromiso que hacen innumerables personas, en favor de las comunidades en las cuales viven.
Y ese compromiso, cuando es verdadero, genera odios, y desata los demonios de la intolerancia entre los autoritarios, y entre los intolerantes. Y eso desata violencia. Muerte.
En este caso en particular, el atentado contra Yeri Edwin Gaitán, lider social del municipio de Jamundí -en el departamento del Valle del Cauca- y además presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC), del corregimiento de Villacolombia, tiene componentes por demás aterradores.
Según las informaciones que llegaron a nuestra redacción, Gaitán fue sacado de su casa a la madrugada del lunes pasado mediante una estratagema que llevó adelante una mujer que se hizo pasar por una vecina en procura de ayuda, y lapso después su cadáver fue hallado en una cancha de fútbol del caserío denominado Ampudia.
La esposa de Gaitán y amigos suyos sospecharon de la desconocida y cuando salieron a las calles de la comunidad en la que viven, a buscarlo, hallaron su cuerpo en una cancha. Una primera inspección del cadáver por parte de la Policía permitió definir con horror, que 20 proyectiles habían impactado sobre su anatomía, lo que demuestra que el atentado acarreaba además una muy pesada cara de saña y alevosía. Odio. Así de simple. Odio.
Resta imaginar que horas después toda la comunidad se sumergió en las aguas profundas de la impotencia, la indignación, la rabia y la más completa desazón, tomando en cuenta que en Colombia, desafortunadamente , estos episodios están estrechamente relacionados con la ideología criminal de grupos que no han comprendido que los caminos de la paz son los que hoy por hoy deben prevalecer, para convivir en medio de las diferencias ideológicas y del trabajo comunitario, con miras a construir el futuro, para las nuevas generaciones.
De acuerdo a la primera hipótesis, referida a los responsables del asesinato, desde filas policiales se ha dicho que estarían involucradas las disidencias de las Farc del frente “Jaime Martínez” del Estado Mayor Central (EMC) , que opera en esa región de Colombia.
¿Quién era Yeri Edwin Gaitán? Era un activista muy querido por la población, quien se destacó por desarrollar jornadas sociales y deportivas en su pueblo y por realizar trabajos para el arreglo de las vías. Y además, últimamente venía liderando un proceso de rutas de protección y auto protección para el territorio, precisamente de los grupos armados que todavía hay en la zona rural circundante a la localidad en la que él venia cumpliendo intensas y múltiples actividades.
Un allegado a Gaitán, Andrés Felipe Ramírez, ex alcalde de Jamundi, dijo que el líder social estaba a cargo de proyectos productivos para su territorio, donde hay cultivos de hoja de coca, que -según trascendió- estaban controlados por grupos guerrilleros que no aceptaban todavía los acuerdos de paz.
Ramírez dijo públicamente que junto a Gaitán “trabajábamos incansablemente para llevar adelante proyectos de impacto comunitario como la placa huella que conduce a la escuela, alcantarillado, mejoramiento de vivienda entre otros. Pido a las autoridades esclarecer el crimen”
Otro testimonio sobrecogedor, pertenece a Lina Tabares, Consejera Departamental y Territorial de Paz en el Valle del Cauca. Ella ha consignado a los medios locales que “el asesinato de Yeri nos deja a todos, a quienes lo conocimos, consternados y preocupados, por la situación que se nos presenta en la zona rural del municipio de Jamundi. Es una situación que va en aumento y que no respeta los liderazgos sociales”
Desde la Defensoría del Pueblo se ha dicho sin pelos en la lengua, lo siguiente :”La imposición de normas y otras formas de control por parte de los grupos armados significan un permanente riesgo de violación a los derechos de la población”
Se repiten estos episodios. Y nosotros, desde nuestra redacción los divulgamos, para crear conciencia y para informar, sin medias tintas, remarcando que se trata de violencias del poder, propiamente dicho. Del poder instalado entre las sombras , y del poder que desde la ideología nar comafiosa, especialmente en Colombia, procura dar su mensaje de muerte, como si así los liderazgos sociales y los activismos comprometidos con causas justas puedan desaparecer.
En contrario. Esos compromisos, y esas causas se redoblan, y aún a costa de vidas de personas, dicen presente donde predominan las injusticias sociales y los avasallamientos de derechos y de libertades.
*Foto de Portada: Instagran