Por Claudio Rojas desde Chile-2 de marzo de 2021

La última vez que el presidente Sebastián Piñera declaró que estábamos en guerra contra un enemigo poderoso fueron asesinadas más de 30 personas y a 450 chilenos y chilenas les arrancaron sus ojos. Salieron los militares a la calle, golpeando y disparando salieron, como lo hicieron en la madrugada del golpe de Estado en 1973. También, por cierto, la policía que escribió la historia en letras de hielo y metal fulgente, para que los muertos y mutilados no entren porque a los carabineros les da lo mismo.

Ahora, tanto el gobierno como la derecha desean declarar el Estado de sitio en La Araucanía porque, dicen, estamos Ad-Portas de una guerra civil, y es tan inestable la situación en la macrozona sur que es necesario alcanzar un Acuerdo Nacional contra la violencia. Sin esperar dicho pacto, el gobierno ya comenzó a desplazar un contingente militar hacia el territorio mapuche, el que por otra parte ya se encontraba posicionado en el Wallmapu resguardando lo que denominan “infraestructura crítica”. Al momento de redactar estas líneas efectivos del ejército y de carabineros realizan patrullajes mixtos.

¿Por qué el Estado chileno envía tropas a territorio mapuche? ¿No es lo mismo que hizo en el siglo XIX?

Algunos dicen que es imposible que se repita la historia, pero otros sabios dicen que parece que sí, o por lo menos que existen coincidencias increíbles. El coronel Cornelio Saavedra, uno de los principales adalides de la mal proclamada “Pacificación de La Araucanía” señaló en algún momento: “como los salvajes araucanos, por la calidad de los campos que dominan, se hallan lejos del alcance de nuestros soldados, no queda a éstos otra acción que la peor y más repugnante que se emplea en esta clase de guerra, es decir, quemar sus ranchos, tomarles sus familias, arrebatarles sus ganados y destruir en una palabra todo lo que no se les puede quitar”. ¿Es esto lo que se busca hacer, ahora que los mapuche estarán “al alcance de los soldados”, toda vez que –se argumenta- Carabineros y la PDI no tuvieron la capacidad de solucionar el conflicto chileno-mapuche?

Después del fracaso de la guerra contra la “subversión” mapuche en el Walmapu, asoman nuevas políticas de control del orden público. Allí destaca el fiasco de la Operación Huracán, que de sofisticada operación de inteligencia simplemente mostró ser un vulgar montaje inexperto, lo cual en el pasado gobierno golpea al sistema de inteligencia de la policía de Carabineros, en marzo de 2018. Este deterioro culmina a inicios de este gobierno con el asesinato de Camilo Catrillanca en su comunidad de Temucuicui por una patrulla de Carabineros, el 14 de noviembre de 2018. Estos dos hechos señalaron claramente al gobierno que esta fuerza policial no podía seguir a cargo del control del asunto mapuche.

La más reciente participación de Carabineros en el control del orden público en la Araucanía termina con la muerte del Cabo 2º Eugenio Nain Caniumil (quien según su familia no fue asesinado por mapuche) en medio de una emboscada protagonizada supuestamente por diez desconocidos tras un corte en la ruta 5 sur, a la altura del kilómetro 682, al sur de la comuna de Padre Las Casas, el 30 de octubre del 2020.

El gobierno cambia de estrategia y de ejecutor de esta, en el Walmapu, ahora se implementará una guerra contra el narcotráfico en ese territorio. Asimismo su brazo ejecutor será la Policía de Investigaciones (PDI), termina con un policía Luis Morales, asesinado (la familia declaró que no habían sido los mapuches quienes lo ultimaron). Aquí el gobierno hace suya la estrategia ya empleada en otros países de América Latina donde la incapacidad de controlar a los “movimientos subversivos” ha consistido en convertir esos intentos en guerras contra las drogas.

Lo que está claro es que todas las políticas indígenas de los gobiernos en los últimos 30 años han sido un absoluto fracaso. Y punto. De lo contrario no existiría el conflicto. La razón es simple, pero es dicha simpleza lo que complica al Estado, a las forestales, a la clase política, a las empresas hidroeléctricas, a las mineras, a los descendientes de los colonos, a los intereses económicos y geopolíticos. En este país que otros llamaron Chile, no todos son chilenos. Simple. Tan sencillo como decir que erase una vez un país llamado Wallmapu, independiente y soberano hasta que una madrugada lo invadió un país extranjero –Chile creo que le decían– cuentan los antiguos, y nos usurparon todo: la tierra, los árboles, los pájaros, el viento, las lágrimas, los huesos. De todo nos despojaron.

¿Y saben lo que escribió el general Orozimbo Barbosa cuando llevaba a cabo la guerra contra los mapuches en el siglo XIX? Dijo: “Los indios muertos pasan de seiscientos, las lanzas que dejaron en su arrancada pasan de ochocientos y las familias hasta cien entre mujeres y chiquillos. ¡Qué tal amigo! ¿Qué le parece? Ya Quilapan, si no ha escarmentado, estará tristísimo con la pérdida de mocetones, mujeres, chiquillos y animales. Veremos dónde se mete ahora que no sea perseguido por el Gobierno”.

Es el terrorismo de Estado decimonónico contra un pueblo que defendía su territorio. Actualmente, ese terrorismo de Estado se ha transformado en una guerra imaginaria, pero muy peligrosa, pues los eventuales asesinados, heridos, torturados, presos, no serán imaginarios, sino que luctuosamente reales.

El exalmirante Edmundo González, indicó hace pocos días: “Si dieran luz verde a las FFAA para que controláramos la erradicación de los actos terroristas esa cuestión se hace en 72 horas”. ¿Tres días para terminar con un conflicto iniciado por la invasión del territorio mapuche por parte del Estado chileno hace 150 años? Ese objetivo únicamente se podría lograr arrasando con todo y todos, tal como orgullosamente escribió el general Barbosa. Lo concreto es que por medios militares no se conseguirá nada, excepto incendiar el Wallmapu.

El conflicto chileno-mapuche tiene un solo responsable y ese es el Estado chileno, racista y neocolonial. Por consiguiente, es éste el que tiene que reconocer que, pase lo que pase, el pueblo mapuche seguirá su lucha por autonomía, porque son un pueblo distinto.

Este no es un problema mapuche, es un problema chileno, y la solución es política.

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*Foto de portada: www.radiouniversidaddechile.com