Por Claudio Rojas desde Chile-9 de febrero de 2021

La centro izquierda chilena se comporta como cándida Caperucita Roja, la del cuento; confunde al lobo con su abuelita, hace preguntas tontas, se conforma con respuestas cínicas y termina en el vientre de la bestia.

Es lo que sucede con la Convención Constitucional. La “oposición” (excepto los partidos Comunista y Humanista) confundió al lobo con la abuelita. El 15 de noviembre del 2019 firmó el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución que es el acta de su propia defunción. Los duchos políticos “opositores” no pueden alegar que esa madrugada no vieron los colmillos, los ojos lagañosos y las enormes orejas del lobo feroz. Sin embargo, los experimentados dirigentes del PS, PR, PPD y DC, duchos en mil cambullones electorales, no fueron embaucados. Ellos consintieron en bajarse los pantalones a fin de conservar lo esencial de un sistema económico-social que les asegura larga vida. Lo mismo hay que decir del Frente Amplio, esa pálida promesa juvenil que murió de temprana tuberculosis sistémica. Sus partidos Liberal, Revolución Democrática, Comunes, fueron cómplices conscientes del Acta de la Traición. A esa altura los dirigentes “opositores” ya habían aceptado hasta las más deshonestas imposiciones de la derecha. La peor fue el zapato chino del quorum de dos tercios que deja en la interdicción la soberanía popular de la Convención Constitucional.

En beneficio de Caperucita Roja hay que dejar constancia que la mayoría de los partidos “opositores” no tienen consistencia orgánica ni ideológica. Se trata de organismos en vías de extinción. Subsisten gracias a subsidios del Estado que superan los 20 mil millones de pesos anuales. Esto sin contar con las dádivas de grandes empresas como SQM, Corpesca, Penta, etc. A esto hay que sumar los pitutos que derivan de las bancadas parlamentarias, lo cual permite contratar “asesorías” para financiar centenares de funcionarios, institutos para la formación de cuadros, encuestas de opinión, etc.

La debilidad estructural de los partidos -que marcha a la par de su desprestigio- se acentuó el 2017 con el refichaje de sus militancias. El proceso de reclutamiento era hasta entonces un proceso selectivo en que el candidato o candidata debía superar varias etapas, comenzando como simpatizante, luego aspirante para finalmente, si vencía todas las pruebas, alcanzar la condición de militante. Pero el refichaje del 2017 adoptó las modalidades del neoliberalismo: los partidos se lanzaron a las calles a buscar firmas de militantes express. Casi todos se inflaron alcanzando cifras cercanas a los 50 mil afiliados. Pero solo era un espejismo, una hinchazón fruto del reclutamiento mediante métodos de marketing.

Los partidos del sistema, controlados por oligarquías que se auto reproducen, administran los procesos electorales y sus “disputas” procuran mantener la ficción de una democracia.

La conducta demagógica y traicionera de los partidos “opositores” debe recibir el castigo que merecen el 11 de abril. Los votos son el cordón umbilical que les permite recibir alimento del sistema. Es el plexo solar de los partidos neoliberales. Es ahí por lo tanto donde hay que darles duro, sin contemplaciones.

En primer lugar, mediante el mencionado quorum de dos tercios imposible de superar en los temas verdaderamente relevantes. Para entenderlo, basta recordar la votación que se produjo en el Senado, hace un año, para definir el agua como bien de uso público. Hubo 24 votos a favor y 12 en contra. Como el quorum requerido era supra mayoritario, a pesar de que los partidarios de la reforma duplicaban a los de la mantención del status quo, se rechazó la moción. En la Convención Constitucional ocurrirá exactamente lo mismo pues seguimos prisioneros de la lógica binominal, porque le bastará al sector más conservador de la política chilena tan solo un tercio de los delegados para impedir cualquier transformación radical. De mantenerse el quorum de los dos tercios más un voto para aprobar y un tercio para bloquear, la nueva Constitución no será sino la legitimación del modelo actual. No se podrá obtener ningún cambio- a menos que los sectores más conservadores lo autoricen- como ha ocurrido durante estos treinta años.

A mayor abundamiento, precisemos que la elección de los delegados constituyentes será por listas, donde opera el “chorreo” de votos. Suponiendo que haya candidaturas que emerjan desde cabildos o asambleas territoriales, luego de juntar firmas (obligación que los partidos políticos no tienen que cumplir), tendrán que superar a aquellas listas rivales que sean sus más cercanas competidoras, a todos los candidatos y candidatas de la lista rival que suman sus votos y “chorrean” entre ellos. Recordemos que hay diputados y diputadas que fueron electos con el dos por ciento de los votos (o menos) porque fueron arrastrados por integrantes de lista más potentes. Así está programada la elección de constituyentes del 11 de abril de 2021.

El factor fundamental para lograr romper con esta camisa de fuerza que nos han tratado de imponer con el “Acuerdo por la Paz social y la nueva Constitución” y con las reformas constitucionales que le sucedieron, es la movilización social. Esta se puede romper solo si se repite una movilización ciudadana como la que tuvimos en octubre y en la primera quincena de noviembre de 2019.

Con millones de personas movilizadas y una adecuada estrategia podremos destruir esta jaula de hierro.

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*Foto de portada: www.revoluciondemocratica.com