Sábado 17 Mayo 2025

Ensamblar ideas, recuerdos y vivencias en torno a la persona Eduardo Galeano, y es decir también, en torno a su figura como escritor, y como periodista, a ya diez años de su desaparición física, no solo nos es un gozo personal, sino que además nos resulta una obligación militante. ¿Por qué? Pues porque él, de no haber sido arrebatada su vida por un implacable cáncer, seguramente, a sus 85 años, estaría entre nosotros, presente en este mundo con su estilo propio, denunciando con su talento (y presencialmente, como lo hizo en el 2013 a las puertas de la Suprema Corte de Justicia en defensa de la Jueza Mariana Mota) todo lo que desde muchas trincheras se viene denunciando: genocidio y apartheid, en Palestina, por ejemplo; injusticias sociales, y autoritarismos (como el de Javier Milei, en la Argentina); el crimen organizado de corte mafioso voraz y sanguinario, instalado en el mundo, América Latina, y en el Uruguay tan campante; corrupciones públicas tamaño baño, también dentro de su país natal; el desprecio y el racismo recurrente que se ejerce contra los pueblos originarios; el saqueo descarado de recursos naturales en América Latina, pisoteando soberanías (panorama nada lejano de Uruguay con los contratos de UPM, etc, etc) ; un extractivismo sombrío y expansivo, avasallando pueblos y vidas en tierras americanas; y podríamos enumerar toneladas de males que nos estan aquejando. Males con el sello del imperio del Norte y del sionismo, en sociedad en comandita. Males detestables y funcionales a un fascismo ensodercedor que hace estragos democracias y atociga libertades, con aires nefastos, con aires que no hacen más que demostrar que la vida humana poco vale, y que el dinero lo es todo, porque tiene ropajes de divinidad insuperable, y de exclusividad absoluta, por no decir que hoy el valor absoluto del dinero, es lo que rige, domina y define al mundo, obscenamente, y sin medir consecuencias. Males como el manoseo y las brutales golpizas a los jubilados de la plaza del Congreso argentino, otro ejemplo; o las recurrentes violaciones a los derechos humanos, que ya por desgracia son naturalizadas com bombos y platillos, desde los sectores dominantes, que celebran cada vez que se cometen esas atrocidades en plena democracia -como los más de 200 casos de desapariciones forzadas en Argentina, incluido los casos Santiago Maldonado y Julio González- , y reivindican la cultura de la impunidad, para los represores de Plan Cóndor, que sembraron de desaparecidos Argentina , Uruguay, Paraguay, Chile y Brasil. Males por acá y por allá.Los males del ayer y del hoy, del mañana.

Eduardo se enfrascaría, a sus 85 años, en seguir señalando con su pluma mordaz todos los males de esta comunidad humana mundial que se desmorona, paulatinamente, en los días de las redes sociales, sobrecargadas de desencantos y de turbiedades, codeándose con la inmediatez y las primicias de tecnologías, por cuanto útiles, por cuanto escabrosas, de los tiempos que corren, que ya no son los míos ni eran los de Eduardo, obviamente.

Eduardo estaría -como estuvo siempre- junto a Madres y Famiiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, cuya premisa hace ya más de 29 años es tenazmente reclamar la entrega de sus seres queridos enterrados en predios miitares; reclamo que visibilizó, año tras año, la bochornosa ausencia de voluntad política, de todos y cada uno de los gobiernos post dictadura, sean de derecha, sea de izquierda; de una izquierda que no profundizó al respecto como era de esperar: y de una izquierda que hoy deberá asumir ese viejo error para revertirlo. ¿Ocurrirá esto?.

Eduardo seguiría siendo la voz de los olvidados; de aquellos que no tienen ni perfil, ni dineros, ni propiedades, ni futuros, pero sí desesperanzas con mayúsculas, con el plus de los reclamos múltiples; reclamos airados, que por ser legítimos, serán definitivamente ignorados, o peor aún, reprimidos.galeanon2

Eduardo seguiría con su vida, con sus compañeros de lucha. Uno de ellos, solo uno de ellos, al que tuve el grato placer de reencontrar después de unos cuántos años, como es el dirigente socialista y abogado José Díaz -hoy de muy bien conservados 93 años- que lo evoca y lo recuerda con palabras que resumen, no solo su admiración hacia Eduardo, sino que además constituyen su muy sentido homenaje y su muy honroso alegato a su figura como escritor y como periodista.

“Tengo un largo vínculo con Eduardo Galeano a quien considero uno de mis mejores compañeros y amigos socialista. Yo lo ví incomporarse al Partido siendo un adolescente , que fue a Casa del Pueblo, cuando nosotros militábamos en las juventudes socialistas, a afiliarse al Partido,y nos sorprendió que un muchacho tab joven, fuera a afiliarse a un partido político. Lo observanos y le dijimos, pero hermano, aquí en el Partido para incomporarse, primero nos incorporamos a la juventud. Hasta los 18 años es juventud. Y después, te podrás afiliar al Partido”

“Lo vimos crecer, de hacer dibujitos en el Sol, a convertirse primero en un gran periodista y luego en un gran escritor. Yo lo digo sin pretensiones académicas, porque no soy académico. Creo que Galeano es creador de un estilo literario. Lo conversé con expertos en obras literarias para estudiar el fenómeno literario de la obra de Galeano, que tiene un estilo de literatura condensada, breve, de pequeños relatos, impecables, desde el punto de vista del contenido, y también desde el punto de vista formal, porque eso no es fácil hacerlo. Cuando uno quiere ser sintético hay que reconocer y recordar a Galeano porque el tenía la capacidad, de en pocas líneas decir tanto”

“Yo fui compañero de vida de Galeano, porque ocurrió que nuestro primer exilio fue en Buenos Aires. Ahí estuvimos juntos, hasta que el golpe militar en Argentina nos obligó a buscar otro lugar y ocurrió que sin consultarnos nos volvimos a encontrar e Barcelona. Ahí recomenzamos la relación para intercambiar informaciones de lo que pasaba en América, él decía para ‘intercambiar figuritas’. Otra vez que nos vimos en Barcelona, fue a raíz del tratamiento de su cáncer.Lo fuí a buscar cuando le dieron el alta. Lo encontré muy afectado por el tratamiento. Pero curiosamente tres o cuatro meses después, ya acá en el Uruguay, en un azado de amigos, vi que Galeano había rejuvenecido en muy poco tiempo”

“Galeano es una gran figura del Uruguay. Lamentablemente, ni la academia, ni la izquierda ha hecho lo que se debe de hacer para rememorar, homenajear, y reconocer la valía histórica de Eduardo Galeano”

“Hoy, no tengo la menor duda, que Galeano estaría en las mejores posiciones, porque nunca lo vi desfallecer, nunca lo vi aflojar en ninguno de los problemas del hombre y de los trabajadores”galeanon3

Otra evocación, que nos hacen de Galeano, pertenece a una persona muy allegada al hogar de Eduardo. Una mujer de temple, que hoy lo recuerda emocionada; una portadora inconfundible de vivencias que le tocaron en suerta, en las entrañas mismas de la casa de Dalmiro Costa, en el Buceo, donde Helena Villagra, la esposa de Eduardo y su mascota Morgan, eran los anfitriones de una polifacética y muy peculiar convivencia. Y allí, Galeano, era el senti pensante más empático, más afable y más querible. Era él. Como decía que era. Y no como un Eduardo dando una imagen.

“Eduardo era como se veía, lo que hacía, lo que decía. Lo recuerdo como una persona muy tranquila, muy amable, muy empática y sencilla a la vez, con muchos amigos, desde Serrat, Gelman, China Zorrila, Sabina, Benedetti, muchos políticos. Recibía a todo el mundo, los trataba de la misma manera. Siempre tenia historias para contar, pero dejaba mucho que los demás contaran. Se nutría de lo que contaban”

“Traía muchos regalos de todas partes del mundo, ninguno se quedaba sin regalos. A la hora de comer, la heladera era para todo el mundo, desde el cartero a quien vivía en la casa, al jardinero, a todos. Incluidos su perro Morgan, su gato negro y dos tortugas y dos gatitas. Galeano sacaba a Morgan a pasear por la rambla casi todos los días, ida y vuelta. Eduardo iba mucho al café Brasilero. Morgan era su alegría”

“Cuando recibió un premio muy grande, creo que en Estados Unidos, lo donó a la Casa del Arte. Eran muchos dólares. Lo donó todo”

“Tenía muchas actitudes de persona desprendida del dinero. Era una persona sencilla.Siempre si podía ayudar ayudaba a todo el mundo.Era una persona muy , pero muy generosa. En cuanto a la parte política, estaba muy comprometido, estaba en los temas de derechos humanos, y las minorías , a las que siempre apoyó”

Eduardo Galeano, con quien me encontré innumerables veces en los pasillos del Canal 4, en los años 90 -dialogando de temas del momento- me dejó igualmente recuerdos. Cultivamos una amistad efímera, exclusivamente en los pasillos de un medio televisivo, que me dejó un mar de indescriptibles emociones. Pero insisto, fueron efímeras, pero no por ello insignificantes. Todo lo contrario. Fui con los días atesorando su voz, sus palabras, su mirada. Su amistad. Su personalidad. Pero en esencia su mensaje. Es decir, su enorme capacidad de trasmitir vida, esperanzas y sabiduría, a veces en minutos. Pero como eran encuentros recurrentes, casi imperceptibles, si los sumábamos eran horas y días, los suficientes como para dejar en mi una huella indeleble. Los suficientes encuentros como para hoy extrañarlo, desde el alma. Y me arrepentiré hasta el momento de mi partida, no haberlo visitado en su casa, como más de una vez me lo sugirió.

Pero ahora, dejemos que él mismo nos haga su aporte, explicando en el ayer, su estilo y su obra; Eduardo Galeano escribió: “Aquella noche me di cuenta de que yo era un cazador de palabras. Para eso había nacido. Esa iba a ser mi manera de estar con los demás después de muerto y asi no se iban a morir del todo las personas y las cosas que yo había querido” .

Gracias Eduardo, no pudiste ser más claro y más certero. Hoy estás Eduardo, te lo aseguro

*Foto de Portada: Gentileza de José Díaz y Naguy/ Eduardo Galeano, Mario Benedetti y José Díaz

*Foto 2 y 3: Gentileza de José Díaz y Naguy/ en la 3: Eduardo Galeano y Juan Carlos Onetti