Mirando atrás, no podremos más que sentirnos abatidos por lo acontecido en Chile, el 11 de setiembre de 1973, con un hombre que marcó con transparencia y honestidad militante, en un camino republicano y democrático, un socialismo popular instalado legítimamente en su tierra natal. Me estoy refiriendo a Salvador Allende. Lo maquiavélico del imperio del Norte -con el sello Kisinger- aquel día hizo que se cometiera un doble crimen. Un doble asesinato: Quitarle la vida a Salvador, a pura metralla y bombas, en el Palacio de la Moneda en Santiago, y quitarle a todo un país, por 17 largos años, la vida democrática, sustituyéndola por torturas y muerte, y desolación económica, política, social y cultural , extremas.
Mirando atrás, nos da náuseas ver a ese país hermano, Chile, todavía envuelto entre las miasmas de los fascismos recalcitrantes, mimetizados de democracia libre, y donde las resistencias -que todavía están incólumes- dan batalla a esa huella dejada por el régimen pinochetista.
Nuestra América Latina sigue de venas abiertas, icónico concepto de Eduardo Galeano, que hoy se hace oportuno, más aún, cuando él fue amigo predilecto de Salvador Allende.
Fue el gobierno de Salvador un ejemplo; y tanto así, que desde las entrañas mismas de la Casa Blanca, en Washington orquestaron la masacre, no solo para eliminarlo a él sino además, para derrumbar todo lo que él venía construyendo -con una coalición firme y entusiasta, como fue la Unidad Popular- , tras una victoria electoral que fue emblemática en el país, en América Latina y en el mundo. Porque hasta hoy , 51 años después, se elogia sin pudores ni medias tintas toda su gestión, y se habla, y se recuerda con horror ese golpe de Estado, cruento y abyecto, cuyas imágenes nos ponen los nervios de punta.
Ríos de tinta corrieron por diarios y revistas, y horas y horas de noticieros de televisión y de radio se materializaron, ese día en la región y en el mundo, haciendo foco en uno de los atropellos más alevosos, del imperio estadounidense, contra todo un país, contra todo su pueblo, y contra la persona y el político sabio que fue Salvador Allende.
No nos alcanzan nuestros ojos , ni nuestros sentimientos militantes para poder, aún 51 años después, viendo las imágenes del burdo y criminal asedio al Palacio en el que se encontraba Salvador Allende, aceptar el trago amargo de todo lo ocurrido ese día nefasto y todo lo que vendría después, por 17 años, de dictadura militar, y de fascismo puro, vapuleándose todavía hoy frente a las múltiples resistencias de los sectores populares, frente al gobierno de turno, que dista y mucho del que tuvo entre manos Salvador Allende.
Mi hermano país Chile, está todavía dividido. Está todavía bajo los efectos del debate que significa la lucha por la libertad. Su pueblo resiste. Los jóvenes resisten. Hay represiones. Hay desilusiones, y son muchas .Los que resisten se caen y se levantan, una y mil veces, sin bajar los brazos. Los que son funcionales a las ideas de ese régimen pinochetista, siguen embistiendo y avasallando con ropajes democráticos. Siguen y siguen. Pero también la resistencia, seguirá y seguirá.
Hasta que un buen día, esto se acabará y las grandes alamedas de abrirán para que pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
Salvador Allende no te dejaron que nos acompañases. No te dejaron ser íntegro en tu período de mandatario. No te dejaron ser. Y no te doblegaron porque tuviste el tino, y la hidalguía de resistir, y de no renunciar, como solo un militante íntegro puede hacerlo. Un militante con mayúsculas.
Salvador, tus ideas, tu fuerza, y tu último mensaje , en medio del bombardeo y de la metralla fascista lo tenemos dentro del alma militante, hasta hoy y por siempre,como un faro de luz, inobjetable, indestructible, inigualable y además, muy presente. Muy vivo.
Latiendo entre nosotros, acá en América Latina ¡cuyo pueblo en resistencia te honra y te saluda!. Hoy y siempre.
Salvador Allende, desde La Moneda: “Siempre estaré junto a ustedes”
“Esta será seguramente la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación.
Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron… soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha autodesignado, más el señor Mendoza, general rastrero… que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.
Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.
Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes,. quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Seguramente Radio Magallanes será callada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Éstas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".
*Foto de Portada: Universidad de Valparaiso Chile
*Foto 2: amnesty.org