Campaña internacional

Por Jean Georges Almendras y Andrés Volpe-14 de noviembre de 2022

“...Uno se pregunta, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de los que hacen el negocio de la guerra? ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo que hemos nacido para el exterminio mutuo, y que el exterminio mutuo es nuestro destino? ¿Hasta cuándo?”.

(Eduardo Galeano)

Hoy podría ser el día, un día cualquiera, uno de esos días donde te levantas, te aseas, desayunas y miras las noticias. Súbitamente se suspenden las redes sociales, no hay WhatsApp, no hay Instagram, ni Twitter, no hay Netflix, y también se suspende el suministro de energía; una ciudad parada. No sabes lo que pasa, solo te quejas por no poder hacer lo que tenías programado. Pasan las horas, los días, empiezas a sentirte mal, el cielo se oscurece, la temperatura baja, no vuelve el suministro eléctrico, se termina el combustible, la comida, el agua, crece el descontento social, y la gente deja de comportarse de manera civilizada.

Lo que pasó es que “tuviste suerte”, las bombas no cayeron en tu país, quizás seas del hemisferio sur del planeta; la radiación llegó varios días después, contaminando todo; y el invierno nuclear apenas aparece.

Ese día, el último día en que la humanidad dejó su cordura en el olvido, comenzó la tercera guerra, que és atómica; ese mismo día, las 12 mil cabezas nucleares capaces de destruir varias veces al mundo se activaron; ese día partió el primer misil, del otro lado del planeta los sistemas de radares identifican la amenaza, y las plataformas desplegadas a lo largo del territorio comienzan la cuenta regresiva. Solo hay tres minutos de margen para reaccionar. La primer barrida de explosiones hacen desaparecer del mapa a las principales capitales, millones mueren al instante y otros tantos mueren horas después por efecto de la radioactividad.

Este escenario no es un relato de ciencia ficción, responde pura y exclusivamente a un llamado urgente, de ciudadanos preocupados por el contexto en cual estamos inmersos: un contexto geopolítico que nos inunda a todos con sus manipulaciones. La actual situación en Europa del este, entre Ucrania y Rusia, o mejor dicho entre los bloques oriental y occidental, y las posibles derivaciones hacia otros territorios podría desencadenar un conflicto mayor de consecuencias sin solución. Cada misil desplegado por una de estas naciones tiene el poder de destrucción, dos mil veces mayor que la bomba de Hiroshima.

¿Cómo podríamos parar tanto poder sin sentido?

Este es nuestro llamado de urgencia a que, literalmente, bajemos la pelota al piso, y entendamos que la vida entera está en riesgo. Que nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos están en riesgo. Que todos nuestros logros como humanidad, todas las maravillas arquitectónicas, las obras de arte, la literatura, la música, y todas las bellas expresiones del ser humano serian borradas para siempre; que todas las historias de amor, todos esos gestos de altruismo, todas aquellas voces que han venido a nuestra sociedad para gritar por un mundo, serian olvidadas, y aquella raza que alguna vez quiso crecer en la inmensidad de la evolución, sería ni siquiera un recuerdo.

Pensemos que legado queremos transmitir, como expresó el científico Albert Einstein cuando en una carta a su hija le dijo:

“Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta”.

“Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada”.

Un plan de acción que puede marcar la diferencia

La propuesta -a la que Antimafia Dos Mil se suma integrando la Coordinadora- que engloba a ciudadanos comunes, figuras públicas, medios de prensa, organizaciones de distinta índole, de diversas culturas y países, pretende crear una masa crítica cuyo uno y último fin es el de parar la tercera guerra mundial nuclear. Las acciones que se llevarán a cabo en los próximos meses, carecen de motivaciones políticas o religiosas y no pretende apoyar ni a oriente ni a occidente, solo se fundamenta en las evidencias del escenario militar global y en las declaraciones de los representantes de las potencias beligerantes.

Se pondrán en acción en los próximos meses, mecanismos que apoyarán la difusión de este peligro inminente, a través de redes sociales, y en la calle, con pegatinas y panfletos, adhiriendo a la campaña a través de fotos personales con la consigna #ContraLa3GMnuclear, sumándose además charlas informativas y compartiendo videos explicativos.

En resumidas cuentas, la acción es urgente, porque no hay más tiempo. Esta es nuestra efusiva apelación a tomar acción y a sumarse.

Estamos prácticamente corriendo una carrera contra reloj, si se quiere. Y en paralelo, la indiferencia ciudadana no resulta ser una preocupación menor, porque, en definitiva, se hace funcional a una pasividad que podríamos calificar, sin herir susceptibilidades, de cómplice. Pero una complicidad, no puntualmente por la operatividad, sino más bien por el silencio, por la opción de mirar a un costado, cuando el mundo -en el que se convive a diario, no importa en qué punto de los cuatro puntos cardinales uno se encuentre- se avecina a la autodestrucción, por la sola confrontación de ideologías, intereses del poder; por luchas entre quienes tienen el sartén por el mango, a nivel mundial. Porque las guerras en concreto, no son ni más ni menos, que la cara visible de una ideología, de una postura cruel y antiquísima: el saqueo, el robo de recursos naturales, el robo de territorios, la apropiación (o la exclusión) de culturas, de cara al genocidio de sectores vulnerables de la humanidad, o lisa y llanamente, de sectores que incomodan a las clases dominantes, y a los intereses dominantes. Algo así, como buscar dominar sobre otros, para prevalecer y salir triunfantes.

“Las guerras mienten, ninguna guerra tiene la honestidad de confesar, ‘yo mato para robar’. Las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de Dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia. Y si por las dudas, tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y, en un inmenso matadero. En Rey Lear, Shakespeare había escrito que en este mundo los locos conducen a los ciegos, y cuatro siglos después los amos del mundo son locos enamorados de la muerte… Uno se pregunta, ¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de los que hacen el negocio de la guerra?, ¿hasta cuándo seguiremos creyendo que hemos nacido para el exterminio mutuo, y que el exterminio mutuo es nuestro destino?, ¿hasta cuándo? Si el mundo, este mundo merece ser otro mundo la marcha por la paz, la marcha del 2 de octubre, merece millones y millones de pies”.

Estas reflexiones sobre la guerra, sinceras e incisivas, pertenecen al escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, y constituyó su adhesión a la marcha por la paz del 2 de octubre de 2009, cuando todavía en el horizonte la amenaza inminente de una guerra mundial nuclear, no parecía estar por sobre nuestras cabezas, aunque ya esas posibilidades se iban consolidando gradualmente.

Pero hoy el panorama ya es otro. Y si nuestro querido Galeano estuviese entre nosotros, sus palabras serían seguramente más fuertes, e intensas, aún, para quienes hacen el negocio de la guerra, sin mirar el bosque, centrándose únicamente alrededor de su árbol. De su árbol individualista, egoísta y contrario radicalmente al concepto de civilización; al concepto de vida; al concepto de futuro.

Porque ese es precisamente el entuerto de esta tercera guerra ya desatada, desde hace bastantes meses atrás; guerra nuclear que todavía los medios de prensa no la asumen, porque las ojivas nucleares continúan en sala de espera, pero que ya están bien aceitadas para ser lanzadas. Vivimos horas en las que emergen las dialécticas de los involucrados, se oyen los mutuos argumentos y todos se abrogan el derecho a tener la razón para emprender el camino a la guerra nuclear, sin contemplar que ese paso, será el único para que toda la humanidad, en todo el planeta se despeñe al abismo, sin camino de retorno.

Una sola ojiva nuclear que se active significará el inicio de la autodestrucción. Un paso determinante para el acabose. Y no es una apreciación, ni gratuita, ni apocalíptica, ni mucho menos alarmista.

Es una apreciación realista, porque basta con mirar noticieros de televisión, escuchar las noticias por radio, leer diarios, o ver internet, para interpretar (entender), solo con el sentido común, que no se está hablando de un juego de entretenimiento virtual, es la pura realidad, que está sobre la cabeza de toda la humanidad, sin importar ideologías, banderías políticas, posición social o económica. Una realidad teñida de muerte. La muerte de la especie humana y la del planeta mismo. Vida humana, vegetal y animal, y mineral, que será arrasada por la radioactividad.

Los aberrantes desastres de Hiroshima y Nagasaki, en plena guerra, y Chernóbil y Fukushima, en tiempos de paz, serán superados con magnitud indescriptible. Y ya no podremos mirar hacia atrás, porque lo que vendrá nos lo impedirá. Porque vendrá radiación, desolación, muerte y sencillamente, la humanidad se abroquelará en el caos y en la desesperación, de consecuencias inimaginables. Y con suerte las fronteras se blindarán, mil veces más que en tiempos de pandemia. Con suerte, porque los efectos serán mucho mayores.

La Coordinadora Contra la Guerra Nuclear entiende, sin cortapisas, que hay conflictos armados, y las potencias que participan tienen en su poder misiles y bombas nucleares, más potentes aún que las bombas que fueron lanzadas durante la segunda guerra mundial. Aquellos días, tal parece que la humanidad, no aprendió ni un ápice de lo que significó la primera guerra mundial, donde el uso de químicos y gases, ya fue una carta de presentación más que terrible, del momento.

Desde la Coordinadora se entiende también que la guerra más reciente y peligrosa se está dando en Ucrania, entre Rusia y los países aliados de la OTAN, que recientemente ha sumado a Finlandia y Suecia y que los gobiernos involucrados rompieron tratados internacionales (INF) del no uso de misiles continentales de alcance intermedio, que pueden albergar arsenal atómico, manifestando su intención de utilizarlo. Arsenal atómico diseminado en territorios del todo el mundo, como nidos de muerte a la orden de los desquiciados que atisban desde sus puestos de poder y de dominio, el momento oportunísimo para incrementar ganancias, porque detrás de ellos se mece la cuna del negocio; del negocio de la guerra, como apuntaba muy bien Galeano.

Y, por si fuera poco, y lo queremos consignar desde la redacción de Antimafia Dos Mil, las declaraciones públicas de los líderes mundiales como Biden, Putin y su homólogo inglés, hablan de la posibilidad de utilizar el arsenal nuclear y cada uno de estos misiles, que tienen el poder de destrucción dos mil veces más, que la bomba de Hiroshima. Y que, un solo misil podría destruir un país entero del tamaño de Uruguay.

Es por esa razón, que ante esta muy grave situación, la Coordinadora Contra la Guerra Nuclear, a través de sus voceros y comunicados puntualiza a viva voz: “Nos movilizamos y hacemos un llamado a la ciudadanía para llevar adelante acciones que manifiesten un rotundo e internacional NO a la guerra y un rotundo e internacional Sí a la vida y su defensa. ¡Ni con Oriente, ni con Occidente!”.

Como periodistas libres que escribimos y hablamos diariamente de mafia, combatiendo la lógica criminal expandida por el mundo, nos compete, por la naturaleza de nuestra profesión, y de cómo y bajo qué parámetros la llevamos adelante -acompasando la labor de nuestros colegas redactores de Antimafia Duemila en Italia- asumir, a conciencia, que la sociedad humana ha cruzado todos los límites habidos y por haber, estando a un tris del auto exterminio. Y por ese motivo, formamos parte de la Coordinadora, y apoyamos toda su plataforma bajo la premisa de un contundente No a la Guerra.

Más que válida es entonces la reflexión de Benjamin Franklin: “Nunca hubo una guerra buena o una paz mala”.

Acompáñenos lector, somos todos seres humanos, ciudadanos del planeta, que estamos groseramente expuestos a las consecuencias de esta guerra nuclear, inminente, a juzgar por lo que acontece, ahora mismo, cuando nos lee, fuera de nuestros hogares, de nuestros lugares de trabajo, y de las fronteras del país en el que nos hallamos.

Acompáñenos. Es urgente.

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*Imagen de portada: Coordinadora Contra la Guerra Nuclear / Gonzalo Leal