Rosario de la Frontera es una localidad tranquila de la provincia de Salta, rodeada de montañas, vegetación tropical y aguas termales, y en la que las plantaciones de alubias fueron reemplazadas por las de soja transgénica, más rentable pero menos generadora de mano de obra.

Exclusión social
"En esa zona, tan rica en cuanto a la producción agropecuaria, existe una brecha muy importante que puede llevar a situaciones de exclusión", advirtió la secretaria de Salud Mental de Salta, Claudia Román Rú. "Esta exclusión no solo puede darse desde la pobreza, sino que tiene que ver con la falta de incentivos o posibilidades hacia el futuro", añadió Román Rú.
En abril se registró el primero de los cuatro suicidios por el juego de los seis nudos. A principios de este mes, los otros tres. Debido a estos sucesos, cerca de 3.000 personas marcharon el pasado viernes en Rosario de la Frontera para reclamar al Gobierno provincial que interviniese.
El gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, envió entonces a su ministro de Educación y a la secretaria de Salud Mental a la ciudad y formó un comité de crisis con autoridades municipales, docentes, padres y representantes de la Iglesia católica. La concienciación sobre el problema ha hecho posible que en la última semana se evitaran en el último momento otros dos suicidios de adolescentes.
El juego de los seis nudos
El juego de los seis nudos consiste en atarse a una cuerda, bufanda o corbata a la que se le hacen varios nudos. Después el participante se deja caer y los nudos se van desatando por el peso del cuerpo hasta que se toca el suelo. Se supone que la sensación de asfixia es placentera, pero si uno de los nudos no se desarma, entonces ocurre la muerte.
La policía de Salta está investigando si detrás de los suicidios existen instigadores o alguna vinculación con los juegos difundidos por Internet, que han causado desde 1995 un centenar de suicidios en EE UU, Canadá, Perú y otros países. Para ello ha requisado móviles y ordenadores de las víctimas y de algunos de sus amigos.
La directora de la escuela pública a la que asistían tres de los suicidas (dos mujeres y un varón), Mariana Soloaga, declaró que los fallecidos eran buenos alumnos. Roberto Yapura, vicario de una parroquia, opinó que los padres no contienen ni escuchan a sus hijos.