Bolivia e Irán establecieron relaciones diplomáticas en septiembre de 2007 y desde entonces, se firmaron acuerdos de cooperación cultural, científica, y económica, especialmente en el campo de los hidrocarburos, energía, minería, agricultura e industria.
Bolivia, como país soberano tiene la potestad incuestionable de establecer relaciones con cualquier país del planeta, al margen de su ideología, religión o alineamiento político. Pero el acercamiento se produce en momentos en que sobre Irán pesan sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, entre ellas sobre comercio, que deben ser acatadas por los países miembros de la Organización, como lo es nuestro país. Existen cuestionamientos sobre el desarrollo del programa nuclear iraní.
A esta situación confluyen a su vez, inoportunamente, los acuerdos para la cooperación industrial por más de mil millones de dólares, que aunque no menciona explícitamente el tema del uranio, sí incluye la exploración y explotación de minerales, y la instalación de una televisora.
Al respecto, es necesario recordar que existe justificada preocupación en expertos antiterroristas europeos y norteamericanos por las intenciones iraníes de instalar estaciones de TV en diferentes partes del mundo, por el temor a que se conviertan en instrumentos para difundir el radicalismo islámico.
El diario ABC de Madrid en un artículo de Rogelio Alonso, profesor universitario titular de ciencia política, revela "los intereses expansionistas de una desestabilizadora y fundamentalista interpretación del islam que numerosos actores en España vienen desarrollando. La materialización de semejante proyecto tendría graves implicaciones para la correcta integración de la amplia comunidad musulmana en nuestro país y para el desarrollo de marcos justificativos de violencia terrorista", dice el articulista. En España, se proyecta instalar una televisora iraní.
Agrega que la lógica y necesaria denegación de una concesión de licencia para el peligroso proyecto de una televisión desde la que se vaya a difundir el radicalismo, puede ser criticada por algunas voces como un ataque a la libertad religiosa y de expresión. Las garantías que los sistemas democráticos ofrecen, constituyen a su vez elementos de vulnerabilidad de los que los radicales pueden abusar. Por ello la defensa de la democracia exige delimitar una frontera entre posicionamientos radicales pero aceptables y un extremismo político o religioso intolerable que se aprovecha de la amplia protección de libertades que los regímenes democráticos garantizan.
Según Alonso, la experiencia antiterrorista confirma que estas corrientes radicales, actúan como introducción a la violenta al erigirse en focos de magnetismo que aportan una importante fuente de captación de adeptos. Lo consiguen proporcionando una cultura radical, convirtiéndose en núcleo de aprendizaje de una ideología receptiva a planteamientos violentos. De ese modo avanzarían los radicales en su objetivo de dificultar la integración de los musulmanes no radicales, aislándoles de una cultura asentada en el respeto a un conjunto de valores políticos y cívicos incompatibles con una interpretación fundamentalista del islam basada en la politización e imposición de sus dogmas religiosos. La influencia que el medio televisivo consigue en las audiencias favorecería la posibilidad de tensiones con el potencial de alterar la cohesión social.
El momento parece no haber sido oportuno para que Bolivia efectúe muestras de identidad con Irán, si se toma en cuenta la coyuntura internacional que rodea al país islámico, salvo que se hubiese querido demostrar una abierta alineación, tema sobre el que la diplomacia Boliviana debiera ser más prudente, habida cuenta de las susceptibilidades que Irán a generado en Europa, Estados Unidos y sus vecinos árabes, así como en el Estado de Israel, sobre el que el presidente iraní lanzo la amenaza de hacerlo desaparecer.
Guido Pizarroso Durán
miércoles 8, septiembre 2010
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