Casi todos los cadáveres fueron encontrados en el distrito de Sleman, la mayoría en la localidad de Bronggang, a 15 kilómetros de distancia del cráter y situada dentro del perímetro de seguridad que una vez más se ignoró, informaron fuentes oficiales.
La erupción sonó como un trueno durante la madrugada y lanzó al cielo columnas de ceniza y fragmentos de roca de hasta seis kilómetros de altura, intensificó los ríos de lava que bajan de la montaña y provocó nubes tóxicas a temperaturas superiores a los 750 grados centígrados.
En el centro de la isla de Java, la explosión pudo escucharse a 20 kilómetros de distancia, explicaron los vulcanólogos indonesios, que creen que la de hoy ha sido la erupción más violenta hasta el momento y mucho más potente que la primera del 26 de octubre, en la que perdieron la vida casi 30 personas.
"Creemos que se trata de la mayor actividad en los últimos cien años. Es un momento crítico", afirmó Sukhyar, geólogo del Ministerio de Energía y Recursos Minerales de Indonesia.
Según los relatos de varios testigos, decenas de personas con los rostros cubiertos de ceniza se están alejando a pie o en motocicleta del volcán, mientras el Ejército sigue evacuando a otros en camiones llenos de mujeres y niños.
Los equipos de rescate piensan que el número de muertos aumentará porque todavía no han podido acceder a algunas aldeas todavía en llamas o cubiertas por cenizas humeantes, mientras los soldados no dan abasto para llevar ayuda a los damnificados.
"Hemos encontrado algunos cadáveres totalmente carbonizados, irreconocibles", declaró el comisario Tjiptono, subdirector de la Policía de Yogyakarta, la mayor ciudad de la región y cuyo aeropuerto fue cerrado por temor a que el humo dificultara la visibilidad a los pilotos de los aviones.
El pequeño hospital de Bronggang ejerce desde esta mañana de improvisado tanatorio para decenas de cuerpos sin vida arrancados de sus viviendas calcinadas, mientras a los heridos se les atiende en un centro médico de Yogyakarta, unos 50 kilómetros al sur.
Las autoridades indonesias ampliaron ayer de 15 a 20 kilómetros el radio respecto al cráter del perímetro de seguridad, y ordenaron abandonar el área inmediatamente a todos los residentes.
Bronggang se encontraba dentro de la nueva zona de exclusión, pero sus vecinos no salieron a tiempo de sus viviendas o no fueron informados con suficiente antelación.
Unos 100.000 evacuados llevan varios días viviendo en campos, la mayoría situados en Yogyakarta, desde que hace dos semanas el Merapi comenzara a soltar casi a diario lava, gases y ceniza incandescente.
Pero no todos temen las erupciones, y muchos residentes ignoran el perímetro de seguridad, bien por ser ancianos que no quieren dejar sus casas o campesinos que se escapan de noche para atender sus cultivos y alimentar al ganado.
Los vulcanólogos opinan que la actividad del Merapi, de 2.194 metros de altura y cuyo nombre significa "montaña de fuego" en idioma javanés, puede prolongarse meses, pero no debería haber más víctimas si se respetan las normas.
Nadie quiere que se repita la tragedia de 1930, cuando 1.300 personas murieron en una erupción de este monte, catalogado como estratovolcán o de cono compuesto, como el Teide en España.
El Merapi es sagrado para los locales, que una vez al año llevan ofrendas para apaciguar los ánimos de los "hyangs" o espíritus de la montaña que habitan en su interior, de acuerdo a la superstición.
Indonesia se asienta sobre el llamado "Anillo de Fuego", un área de intensa actividad sísmica y volcánica, y el mismo día que ocurrió la primera erupción del volcán, un terremoto de 7,5 grados provocó un tsunami con más de 400 muertos en las islas Mentawai frente a Sumatra.
El mayor archipiélago del mundo tiene unos 400 volcanes, de los que 129 están activos.