a pesar de que los documentos certificasen su pertenencia a la orden.
En activo. El problema no es económico: a pesar de tratarse de un turismo pobre, las ofertas de los peregrinos son siete veces superiores a los costos de mantenimiento del albergue.
Tres mesas desnudas dispuestas en forma de «U» alcanzan para hacer saborear el calor de una velada de relatos. Incluso porque allá en la cocina se está cocinando la lasaña. El perfecto regocijo del albergue para los peregrinos de Asís se preanuncia con un perfume que ya abre el corazón. «Seremos ocho pero quién sabe... Hago un poco más». Angela Seracchioli se sienta y se levanta constantemente de la sala al horno. Y se divide no sólo en las habitaciones, sino también en los roles. Bajo el delantal de cocinera que no pierde de vista la cocción mientras habla sin ataduras con su irónica cadencia boloñesa (pero atención, la lasaña será vegetariana), está la mujer de cabellos rojos que ha llevado a miles de personas a recorrer los senderos por los que anduviera San Francisco. Para luego recibirlos cansados y con un gran apetito, en este pequeño refugio inserto en el complejo de Santa María de los Ángeles, junto al huerto del convento: además del comedor y la cocina hay 17 lugares para dormir en tres habitaciones con camas cuchetas («para la decoración aproveché el “busca y encuentra” entre los conventos») y una pequeña oficina convertida en centro de operaciones para comunicarse con los peregrinos. De hecho Angela Seracchioli es la autora de la guía-faro del camino de Francesco “Por aquí pasó Francisco” (Editorial Terre di mezzo), de aquí ha nacido la tan visitada página de internet www.diquipassofrancesco.it.
Había sido un granero, luego la imprenta de las ediciones “Porziuncola” (la editorial franciscana), después un comedor para pobres. Angela lo descubrió en el 2005. Luego de sus estudios en la Academia de Bellas Artes, con una especialización en mosaico y una vida llena de imprevistos y de desviaciones que culminó con una «visione» de Francisco en el Camino de Santiago, decidió mudarse a Asís. Pero se dió cuenta de que no había un lugar para recibir a los peregrinos. Alquiló dos habitaciones en una ex casa colonial a los pies de la basílica franciscana («ese invierno lo pasé bajo hielo, no podía pagar el servicio de calefacción») y una de ellas la ofrece a quienes llegan a la ciudad a pie. «El primero fue un seminarista francés, originario de las Antillas. Llamó a mi puerta porque estaba perdido: había recorrido los conventos pero a pesar de que los documentos demostraban su pertenencia ninguno lo había recibido. Fueron las monjas de la orden de las Clarisas, con quienes yo tenía amistad, las que le dijeron que viniera a mi casa».
Parecerá paradójico, pero en la ciudad del Santo que hizo del peregrinaje una conducta de vida, los peregrinos no son vistos con buenos ojos. Gente extraña, quizás un poco New Age... Y luego no crean movimiento comercial. En otros lugares franciscanos esparcidos a lo largo de la cadena de los montes apeninos, la bienvenida está ligada al saludo «paz y bien». Aquí no.
Sin embargo basta con releer los Escritos del Santo para descubrir que justamente Francisco fue víctima. Llamaba a las puertas y le respondían: «¡Vete!» Él se quedaba paciente y calmo y de esta actitud de frialdad de los demás surgió el concepto de «perfecto regocijo».
«Recordándose esas palabras – continúa Angela - ¿sabe lo que me escribió el seminarista francés al día siguiente en el libro de huéspedes? En tu casa encontré el perfecto regocijo». Angela hospedó a noventa peregrinos en su casa entre el verano del año 2005 y la primavera del 2006, («los amigos me decían ¿pero no tienes una llave para cerrar tu habitación de noche? No, no la tenía, pero siempre encontré personas maravillosas, así son los que vienen a pie»), luego el superior de los frailes menores de Santa María de los Ángeles, Massimo Reschiglian le dijo: «Trata de dar una ojeada a las habitaciones del fondo del huerto». Hay que acomodar todo, pero para Angela es el albergue ideal. Repara, limpia y repinta todo ella sola, adornó las paredes con fotos y con palabras y escritos de diferentes autores. Otra pequeña estructura en el patio interno se convierte en «la capillita». Alrededor de la puerta de ingreso la inscripción «el lugar» (así es llamado en la Biblia el lugar de la zarza ardiente): además de en italiano, en hebreo, en inglés, francés y alemán. Adentro, en lugar de bancos hay alfombritas y almohadones un poco orientales.
En la capillita se han celebrado muchas misas, a menudo se han cantado cantos franciscanos. Se ha experimentado la meditación cristiana que gira alrededor del mantra maranatha del cual habla San Pablo. Son muchos los curas que emprenden camino y que al final de la jornada encuentran en los compañeros de esfuerzos a las personas ideales para un encuentro espiritual. «Como el fraile peregrino holandés que se puso incluso a dar lecciones de Tai-chi. O el párroco de Scampia Don Aniello Magnaniello. «Qué fuerza, ese hombre. Llegó un día exhausto, se había metido en la cabeza que tenía que recorrer 50 kilómetros a lo largo de las colinas, pero se hacía de noche, lo fui a buscar en mi auto a 10 kilómetros de Asís. Quiso organizar una ceremonia, luego conoció una peregrina que necesitaba un confesor. Se quedaron hablando hasta la madrugada. A las 7 de la mañana lo acompañé a San Damiano para concelebrar la misa. Luego saludó y reemprendió su camino».
En el año 2009 los peregrinos que encontraron una cena y una cama en el albergue fueron alrededor de 1.100 y Angela envió más de 6.900 credenciales (la hoja del peregrino en la cual se ponen los sellos de los lugares de descanso a lo largo del camino). Tantas personas conocidas, tantas historias, como las de los voluntarios que vienen a dar una mano, gente que decide pasar sus vacaciones cocinando, lavando, asistiendo. Angela quiere recordar a Alessia de Catania, con una vida conyugal difícil que se refugia a menudo aquí con su hijita y encuentra serenidad; y luego una señora austriaca, una pareja de obreros del norte.
Pero detrás de ese muro del albergue la frialdad y la desconfianza de Asís no se desmoronan. «¿Quién es esa pelirroja?». Han dicho desde el comienzo algunos frailes del convento al descubrir en el huerto el alegre movimiento del albergue en ciertos días. «Siempre esperé que los frailes me vinieran a visitar, aunque sólo fuera para comer juntos, pero eso nunca pasó». Y ahora, el nuevo superior de los «Menores» de Santa María de los Ángeles ha decidido que: el albergue que habitualmente cierra el 31 de octubre, ya no reabrirá sus puertas la próxima primavera en el Domingo de Ramos. No es un problema económico: a pesar de tratarse de un turismo pobre, las ofertas de los peregrinos son siete veces superiores a los costos de mantenimiento de la estructura. “Se que el albergue anda bien. Es más, demasiado bien”, me dijo el fraile cuando pedí una explicación». Y al no haber ningún acuerdo por escrito sobre la utilización de este lugar, su fin queda decidido. La comunidad de peregrinos envía mensajes de apoyo a través de internet (a la página www.diquipassofrancesco.it llegaron 700) pero nada parece que sea suficiente como para cambiar la idea del jefe de los «Menores». El Asís de los turistas y de la multitud de fieles que organizadamente llenan la basílica para las misas y hacen fila frente a la Capilla de la Porziuncola, está a pocas decenas de metros, pero el espíritu de Francisco parece muy lejano.
¿Logrará el albergue de Asís renacer en otro lugar? «De esta experiencia tiene que surgir una más grande», dice con confianza el fraile Ambrogio en la anteiglesia de Santa María de los Ángeles, uno de los pocos amigos con túnica de los peregrinos, quizás pensando en ese estado de precariedad dictado por Francisco que no quería ninguna propiedad («Estén atentos los frailes, donde sea que estén... de no apropiarse de ningún lugar...»).
Es la hora de la cena. Angela tenía razón: en lugar de ocho, somos doce. Y a la lasaña vegetariana se le agrega un timbal de queso. No falta el vino. Simone, de Maranello, conoce estas zonas como su propia casa, está estudiando el recorrido de San Benedetto, entre Norcia y Cassino: realizará una guía. Francisco, de 23 años, es un muchachote argentino que realiza una pasantía en una fábrica del Molise. Cojea un poco. «Tengo una prótesis en la tibia, tuve cáncer a los 14 años. Me curé y estoy aquí para agradecer». Didier y Marie son una pareja que salió desde la abadía de Vezelay: 1.600 kilómetros hasta Asís, en 67 días. «Ahora nos alcanzan nuestras hijas y nos vamos a Monte Sant’Angelo, en la región de Puglia. Es la unión con nuestro Mont Saint-Michel». Serena es una monja que después de comer, guitarra en mano, despliega una voz sorprendente para entonar canciones que van desde Celentano a Guccini. Dentro de una semana todo habrá terminado. Pero quizás Francisco tenía razón: el perfecto regocijo está en este camino precario. Aquí o en cualquier otro lugar.
Fuente: Il Corriere della Sera
24 de octubre de 2010
Hospitalidad
Así es, vuelvo de Perugia y en la madrugada llego aquí, es un invierno lleno de lodo y muy duro, en el borde de la túnica se forman pedazos de hielo del agua congelada, que me golpean constantemente las piernas, hasta hacerme salir sangre de semejantes heridas. Llego a la puerta en medio del barro, del frío y del hielo, después de haber golpeado mucho y llamado, viene un fraile y pregunta: «¿Quién es?». Y respondo: «Fraile Francisco». Y éste me dice: «Vete, esta no es una hora decente como para andar dando vueltas, no entrarás». Y como yo seguí insistiendo otro me respondió: «Vete, eres un un simplón y un idiota, ya no puedes seguir viniendo, somos muchos y no te necesitamos». Y yo permanezco frente a la puerta y digo: «Por amor de Dios, recibidme sólo por esta noche». Y éste responde: «No lo haré. Vete donde los Crucíferos y pregunta allí». Y bien, si yo tuve paciencia y no me perturbé, yo te digo que aquí está el verdadero regocijo, es aquí donde está la verdadera virtud y la salvación del alma.
Corriere Della Sera - domingo 24 de octubre de 2010