Jueves 28 Marzo 2024
El presidente Felipe Calderón dijo durante una visita a Washington en mayo que de todas las armas cortas y rifles de asalto confiscados en México en los últimos tres años, "más del 80% de las que hemos podido rastrear provenían de Estados Unidos".
Según los funcionarios mexicanos, los carteles del narcotráfico se han convertido en ejércitos cada vez mejor equipados gracias a una avalancha de armas semiautomáticas estadounidenses, que han sido más fáciles de conseguir desde que el ex presidente George W. Bush dejó expirar una prohibición a la venta de rifles de asalto en el 2004.
La reanudación de las ventas de rifles semiautomáticos en Estados Unidos, junto con la ofensiva militar de Calderón contra los carteles de las drogas, ayudan a explicar la escalada de la violencia que ha causado más de 28.000 muertos en México en los últimos cuatro años, afirman los funcionarios mexicanos.
¿Tiene razón México al decir que Washington tiene parte de la culpa por todo este derramamiento de sangre? ¿O está desviando culpas?
Según un reciente informe de las Naciones Unidas titulado La globalización del delito, casi todas las armas de fuego usadas por los carteles mexicanos se compran en unas 6.700 armerías de Estados Unidos situadas a lo largo de la frontera con México.
Los contrabandistas usan testaferros para comprar las armas, y luego las llevan a México escondidas en automóviles, aprovechando los 88 millones de cruces fronterizos que se realizan anualmente. Más de 20.000 armas sofisticadas son traficadas anualmente desde Estados Unidos a México, afirma el informe.
Un informe de la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de Estados Unidos (GAO) publicado el año pasado concluyó que "las evidencias disponibles indican que una gran proporción de las armas de fuego que alimentan la violencia vinculada con la droga en México son de origen estadounidense, incluyendo un número cada vez más grande de armas letales''.
Los funcionarios mexicanos dicen que, tras la reanudación de las ventas de armas semiautomáticas en Estados Unidos, los carteles mexicanos pueden comprar estas armas más fácilmente porque después de la primera venta no pueden ser rastreadas.
"No hay un registro después de la primera venta", me dijo Ricardo Nájera, el portavoz de la Procuraduría General de la República de México. "Así es como las armas terminan en manos de los narcotraficantes".
La Asociación Nacional del Rifle (ANR), el mayor grupo defensor de la venta de armas en Estados Unidos, niega que el contrabando de armas estadounidenses sea un factor que aumente la violencia en México. Según la ANR, decenas de miles de soldados del Ejército mexicano han desertado y pasado a las filas de los carteles, llevándose sus armas consigo.
"Habría que ser extremadamente ingenuo para suponer que esos desertores se fueron del ejército con las manos vacías", me dijo el portavoz de la ANR, Andrew Arulanandam.
Entonces, ¿quién tiene la culpa? El profesor de la Universidad de Miami Bruce Bagley me señaló que "Estados Unidos tiene parte de la responsabilidad, que no había asumido hasta que (la secretaria de Seguridad Interna) Janet Napolitano empezó a reforzar el lado estadounidense de la frontera. Pero los mexicanos tienen la responsabilidad de asumir la protección de sus propias fronteras, y no lo han hecho".
Los cuerpos de seguridad fronterizos de México están minados por la corrupción, y casi todas las purgas destinadas a modernizar esas instituciones han sido puramente cosméticas, dijo Bagley. México debería invertir más dinero en mejorar sus agencias policiales, agregó.
Mi opinión: estoy de acuerdo. México tiene la mayor responsabilidad por acabar con su ola de violencia. Si no toma medidas contundentes para reformar sus 2.200 -sí, leyeron bien- agencias policiales para que dejen de proteger a los narcotraficantes, los carteles mexicanos siempre saldrán ganando.
Pero el presidente Obama podría ayudar a reducir el derramamiento de sangre si reinstaurara la prohibición de las ventas de rifles de asalto en Estados Unidos, tal como lo prometió durante su campaña electoral, o si firmara el tratado interamericano contra el tráfico de armas pequeñas, conocido como CIFTA, que requiere medidas concretas para reducir el contrabando de armas.
Hasta ahora, el Gobierno de Obama no ha hecho ninguna de las dos cosas. Mientras tanto, tal como lo vimos en la reciente captura de La Barbie, los capos del narcotráfico siguen pertrechándose con cada vez más armas -y más letales- fabricadas en Estados Unidos.