En el Día Internacional de la Tierra
Por Sofía Aquino-22 de abril de 2021

Crisis, es una palabra, que define, perfectamente el momento histórico que estamos viviendo, como habitantes de un planeta deteriorado y contaminado. Atravesamos, quizás, la más descomunal crisis social y ambiental de todos los tiempos. Los datos actuales brindados por la comunidad científica no dejan lugar a dudas: caminamos en línea recta al colapso civilizatorio, y sin embargo seguimos viviendo como si nada sucediera, alarmados únicamente por un virus, que nos obligó a frenar, que ya no nos permitió desviar la mirada. ¿Acaso el egoísmo humano es la peor de las pandemias?

22 de abril, el Día Internacional de la Tierra, no es una fecha de celebración, es una alerta de su deterioro, un despertar colectivo de nuestras responsabilidades como invitados en esta casa que es la Madre Tierra, que nos alberga, y por la cual deberíamos preocuparnos todos los días.

Asistimos a una catástrofe climática mundial, una matanza masiva cada año de miles de millones de árboles, cerdos, delfines, mares, ecosistemas enteros, la vida del planeta en su totalidad llevada al borde del colapso, solo falta la gota que derrame el vaso.

Está en manos de la humanidad, denunciar a todas las entidades que financian y apuestan a nuevas tecnologías, cada vez más letales para el mundo, y para sí mismas.

Nosotros al ser los responsables de tanto desgaste, también sufriremos la reacción de la Madre Tierra, y no hay vacuna que de inmunidad a la naturaleza.

La pandemia del SARS-CoV-2 no es la primera, ni la última; la historia nos ha demostrado, que somos capaces de destruirlo todo a nuestro alrededor, antes de desestructurar la “economía hegemónica”. Sino no sucedería que, luego de la Gripe Porcina, Argentina se interese en firmar un Acuerdo Porcino con China, sólo para abastecer su paladar, y su economía. Esto evidencia cuáles son realmente los intereses de todo un sistema, no sólo de un país, que prioriza a lo económico por encima de todo. Por eso se hace importante formular una pregunta: ¿Podemos esperar “óptimas condiciones ambientales” de un sector frigorífico, como declaró el señor Matías Kulfas, Ministro de Desarrollo Productivo?

Teniendo en cuenta, que la ganadería ocupa el 83% de las tierras, las cuales destinan al pastoreo o la producción del grano para alimentar los animales que industrializan, y que luego consumimos; asimismo, que muchas veces las hectáreas utilizadas las consiguen deforestando o quemando bosques y otros hábitats. Entonces, no existe la posibilidad de que esta industria frigorífica no perjudique al medio ambiente.

¿Cómo queremos evitar las pandemias, si no acertamos en la búsqueda de soluciones efectivas en el tiempo?

Según el Programa de las Naciones Unidas para el ambiente (PNUMA), alrededor del 60% de todas las enfermedades infecciosas en los humanos, y 75% de las enfermedades infecciosas emergentes, son zoonóticas, es decir, transmitidas por animales. Por ejemplo, la gripe porcina se relaciona con la intensificación de la cría de cerdos en granjas industriales, y los virus asociados con los murciélagos surgieron debido a la pérdida de sus hábitats, a causa de la deforestación y la expansión agrícola. La acción humana, condiciona todos los días al planeta, favoreciendo la recreación de nuevos virus letales y poniendo en riesgo su salud y la de todas las especies.

Un análisis del Panel Intergubernamental sobre la Biodiversidad y Ecosistemas (IPBES), indica que, el primer impulsor directo y responsable de la degradación ambiental, es la rápida e insostenible expansión de las tierras de cultivo y pastoreo, esto quiere decir que, nuestro modelo alimentario es el factor directo global más importante en la degradación del suelo y el mar.

La mayor parte de estos cultivos, son lo que se conocen como “biotecnología”, las “semillas mejoradas”, patentadas y genéticamente modificadas para ser resistentes a la aplicación de agrotóxicos. El uso intensivo de plaguicidas químicos para monocultivos, que tienen una toxicidad intrínseca derivada de la composición de sus moléculas químicas diseñadas en laboratorios y producidas industrialmente, se relacionan con los agrocombustibles, producidos a partir de materia prima vegetal.

El agrocombustible y los agrotóxicos son un mismo elemento, se obtienen gracias al cultivo excesivo de maíz, caña de azúcar, jatrofa, canola, soja y palma africana, que provocan daños severos en el medio ambiente, como la desertificación (ante la escasez de agua), volcando enormes cantidades de agrotóxicos sobre el suelo ya perjudicado, y afectando directamente a la agricultura y las formas de vida rurales. Monsanto es la principal empresa semillera del mundo e impulsora de los cultivos transgénicos resistentes a los agrotóxicos que ella misma vende.

Cada vez se hace más difícil confiar en las empresas, multinacionales e industrias que nos rodean, porque sabemos que lo único que evalúan es cuánto dinero pueden generar al “menor costo posible”. Es evidente, que no está en sus prioridades, producir alimentos sanos para la salud y el planeta. Los plaguicidas químicos, matan a seres vivos, y no sólo a las plagas, sino también a insectos benéficos que controlan naturalmente a otras poblaciones, y pueden afectar a los peces u otras especies muy importantes para la integridad de los ecosistemas y biodiversidad. Está claro, que, para ellos, esto no representa ningún costo.

Este modelo de producción extractivista, hace imposible poder frenar el calentamiento global, la contaminación, el derretimiento de los polos, la destrucción de la biodiversidad en el planeta. Así lo dijo la diplomática Christiana Figueres: “Lo que está en juego durante la próxima década es nada menos que el futuro del planeta y de la humanidad en el planeta. Eso no es exageración, eso no es una hipérbole. Eso es en realidad un hecho científico".

Vivimos en un planeta lleno de vidas, que se interrelacionan y dependen unas de otras, si se exterminan los bosques, si se extinguen las especies, nos extinguimos nosotros también. Estamos alcanzando un “punto crítico, o de no retorno”, porque la pérdida de ecosistemas ya está sucediendo...

¿De qué sirve un crecimiento económico infinito? si vivimos en un mundo finito, que sigue consumiendo sin control, como si los recursos fueran ilimitados, como si nunca nos fuera suficiente… por priorizar la economía y la tecnología por encima de lo vital.

El ser humano, hundido en su antropocentrismo, se cree dueño de este planeta, porque desde hace mucho tiempo abusa y explota de este hogar por encima de todo. Tiene que despertar, tomar conciencia y accionar ya.

Para preservar la vida y superar el estado de emergencia actual.

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*Foto de portada: www.mujerycampo.com