Viernes 29 Marzo 2024
Por Adriana Navarro-15 de enero de 2021

En muchas noticias, editoriales, entrevistas, discursos filosóficos, se utilizan distintas expresiones para caracterizar el sistema en el que vivimos. Muchas veces se habla de cultura depredadora, capitalismo feroz, sistema capitalista, neoliberalismo, en fin, muchas expresiones que son parte de lo mismo.También debemos, para ser justos, mencionar otros nombres más amables como la sociedad de la globalización, de la información, o de la transparencia. Cada lector deberá juzgar por sí mismo, el nombre que mejor crea, y que representa ese día a día en que vivimos.

Dentro del llamado capitalismo, encontramos varios aspectos, o caras, pero que siempre se entrelazan, para poner una invisible máquina, con muchos engranajes que parecen autónomamente inteligentes y sin embargo funcionan ensamblados para mantener en funcionamiento esa máquina capitalista. Entre esos engranajes o caras, encontramos la cara financiera, la política, la social, la cultural, la científico-tecnológica, la delictiva, y la productiva. Nombrada en último lugar esta cara, este aspecto, el productivo no es el de menor importancia, y conformándolo están los medios de producción del sistema capitalista.

El gran capital, crece a través de las grandes corporaciones, de carácter transnacional, y justamente ese capital crece si crecen las ganancias que se obtienen, y en un planeta finito, con recursos finitos, para que este crecimiento sea sostenido, la única forma de hacerlo es monopolizar, es decir acaparar para sí la producción de distintos productos básicos a nivel mundial, para que todas las ganancias fluyan hacia las cabezas corporativas. Este principio básico, pone de manifiesto por qué el sistema del gran capital no puede existir sin los medios y formas productivas actuales y viceversa. Si se cambian los medios productivos, si se convierten a una escala más humana, necesariamente los capitales deberán diversificarse, dividirse, repartirse entre muchísimos más.Es decir las ganancias se repartirían, produciéndose inevitablemente un mayor bienestar a nivel mundial, una disminución de la pobreza, y como consecuencia la disminución de la delincuencia y de todos los fenómenos derivados de la existencia de familias, que vienen de vivir varias generaciones sumidas en la pobreza. Ésto cuando hablamos de quienes vivimos en sociedades más o menos democráticas. Luego están los pueblos que directamente quedan segregados completamente por estas formas de producción. La historia está plagada de estos ejemplos, para nombrar uno tenemos la situación del pueblo mapuche; al cual se le niega su derecho de existir, porque toda su cultura, su cosmovisión está basada en una estrecha relación con la tierra en la que habitan; y esa tierra es requerida por los grandes capitales, y por las personas que están detrás de estos capitales, que se arrojan el derecho de saber darle a la tierra mapuche un mejor destino, que el que pueden darle quienes nacieron en ella.

Obviamente debería haber un cambio también en el aspecto político y por ello analizaremos cómo se entrelaza la cara productiva con la política.

Por otro lado, la ciencia y la tecnología, y especialmente las tecnologías digitales, ampliamente desarrolladas en las últimas décadas sirven a la difusión, no sólo de las informaciones y conocimientos que estas corporaciones establezcan, sino también a la propaganda que nos vende no sólo sus productos, sino que nos crea nuevas necesidades constantemente, que únicamente pueden ser satisfechas con los productos o servicios que se ofrecen por estos medios y que son planificados por dichas corporaciones.

Nos proponemos en este artículo y en otros que vendrán analizar las formas de producción asociadas al capitalismo, con el propósito de ver cómo determinan este sistema, lo sostienen, y generan todos los problemas ambientales que ya estamos padeciendo y que nos veremos obligados a padecer en el futuro próximo, a menos que nos concienticemos, y tratemos de actuar desde nuestra cotidianeidad, para que en esa rueda infernal de engranajes, no detectables a primera vista, no terminemos contribuyendo a generar más y más desastres, o por lo menos que tratemos de minimizar lo más que podamos el impacto. Pues cada uno de nosotros es un consumidor, y todos los consumidores juntos producen al final de la cadena productiva el conjunto de ganancias que a su vez vuelven a alimentar a los grandes capitales.

El hombre históricamente siempre quiere realizar todo a lo grande, el mayor edificio, el mayor templo, la mayor fábrica, todo tiende a agrandarse, de los barcos de pasajeros a los enormes cruceros, grandes aviones, enormes máquinas o fábricas robotizadas, para producir todo objeto de consumo, sin importar, qué quede "detrás", qué tan grande sea el hoyo producto de la extracción de un mineral, el derrame de un accidente en pozo petrolero, la contaminación a tierra, la extinción de las abejas, o peor aún, el sobrecalentamiento del planeta, que provoca el descontrol total del clima planetario y que de un día para otro podría "enloquecer completamente".  

Por tanto es importante analizar los medios de producción y sus múltiples consecuencias más allá de sus productos, así como su relación con las otras caras de este peligroso sistema capitalista que se nos impone como el único posible, pero que es incapaz de brindar soluciones a los problemas que él mismo crea.

Iremos entonces en próximos artículos profundizando en las distintas formas productivas que se han desarrollado sobre todo en las últimas décadas y cómo nos afectan a cada uno de nosotros y al planeta en que habitamos.

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*Foto de portada: www.periodistadigital.com