Domingo 15 Junio 2025

Un año después de la desaparición de un monumento vivo al movimiento antimafia, la batalla continúa

El recuerdo del último adiós a Vincenzo Agostino aún está vivo. Palermo en lágrimas, una ciudad entera reunida en torno a un hombre que durante 35 años fue el símbolo viviente de la lucha contra la mafia. Cientos de personas llenaron la Catedral para llorar a un padre, un esposo, un luchador que nunca dejó de pedir verdad y justicia para su hijo y su nuera: Nino Agostino e Ida Castelluccio (embarazada), asesinados por la mafia -y no sólo la mafia- en un día que debería haber sido de celebración.

Era el 5 de agosto de 1989. Vincenzo, junto con su esposa Augusta Schiera y su familia, estaban en su casa junto al mar en Villagrazia di Carini para celebrar el cumpleaños de su hija Flora.

Nino Agostino, agente de la Comisaría de San Lorenzo, no era un simple policía. También perseguía a fugitivos, y fue precisamente esta actividad la que lo puso en la mira de Cosa Nostra y de esos "híbridos connubios" -como los definió Giovanni Falcone- que gobernaban Palermo en aquella época.

Fue entonces cuando nació la promesa del abuelo Vincenzo, pronunciada sobre los dos ataúdes: "Juro que no me cortaré la barba y el pelo hasta que tenga verdad y justicia". A su lado, en esta batalla que parecía imposible, estaba Augusta, quien dijo: "Cuando muera, quiero que mi lápida diga: Aquí yace Augusta Schiera, madre del oficial Nino Agostino. Una madre que espera verdad y justicia, incluso después de la muerte". Y así fue, para ambos.

Tuvieron que pasar treinta años hasta que se llegó al juicio. Demasiado. Para Augusta ya era demasiado tarde: la vida la reclamó en el 2019.

Pero Vincenzo no se detuvo. Continuó su batalla como un moderno Jean Valjean, cargando sobre sus hombros el peso de la verdad negada, con la determinación de quien no se resigna al olvido.

Inolvidable es el momento de febrero del 2016 cuando señaló con el dedo a Giovanni Aiello, el infame "Cara de Monstruo", reconociéndolo como el hombre que había ido a buscar a su hijo unas semanas antes del asesinato.vicenso2

Inolvidables son sus ojos brillantes y aquellos dos dedos levantados formando una V, símbolo de victoria, el día de la primera cadena perpetua para el jefe Nino Madonia. Una condena confirmada en apelación. Luego vino el dramático giro de los acontecimientos en Casación: "Otro trámite de apelación para el jefe", dictaminaron los jueces supremos. Sin embargo, para el asesinato de la joven Ida no hubo justicia: el crimen había prescrito.

Tras la muerte de Vincenzo, la familia -en especial su nieto Nino Morana Agostino- prometió: "Volveremos a partir desde aquí. Recogemos el testimonio y seguiremos adelante en este camino hacia la verdad que mis abuelos llevaron adelante".

Algunas personas nunca mueren realmente. Vincenzo Agostino es uno de ellos. Vive en los rostros, en las palabras, en las ideas de las nuevas generaciones en las que depositó sus esperanzas. Vive en la memoria colectiva como un centinela de la justicia, como una llama que ninguna mano mafiosa podrá jamás apagar. Sin encubrimiento, sin borrar el pasado.vicenso3

Su larga barba, que se convirtió en símbolo de resistencia, es hoy un legado para aquellos que se niegan a olvidar, para aquellos que todavía quieren dar rostro a los "titiriteros", como Vincenzo llamaba a los instigadores externos a Cosa Nostra. Su voz, rota por el dolor pero nunca doblegada, sigue resonando en las plazas, en los tribunales, en los corazones de quienes aún creen que la verdad es un derecho y no un privilegio. Porque la justicia, aunque sea lenta, puede llegar.

Y mientras haya un solo nieto, un amigo, un ciudadano dispuesto a decir "me acuerdo", nada se perderá.

Es por eso que la batalla de Vincenzo seguirá siendo nuestra.

*Foto de Portada y restantes: © Davide de Bari / Antimafia Duemila