La otra noche, viendo un debate sobre las condenas a cadena perpetua de dos jóvenes perpetradores de feminicidio, me di cuenta hasta qué punto la idea de la prisión prevista en nuestra Constitución se ha desvanecido definitivamente en nuestro país. Los presentes, pertenecientes a todas las fuerzas políticas, las mismas que han avalado o aceptado en los últimos años la liberación de cadena perpetua de mafiosos no arrepentidos, se mostraban desenfrenados al afirmar que los dos veinteañeros autores de feminicidios debían permanecer en prisión hasta el fin de sus días. Estas declaraciones son el resultado de la degeneración del debate político, que ahora sólo está en la búsqueda continua de consensos electorales. Porque mientras a mafiosos y terroristas se les debe negar la oportunidad de superar la cadena perpetua y volver a ser libres, esta posibilidad debe concederse precisamente a aquellas personas que cometieron actos atroces cuando eran jóvenes, pero que pueden ser recuperados tras una expiación prolongada de su condena. Está claro que un sistema laxo puede llegar al extremo de liberar a un asesino al cabo de unos años, y esto no es bueno. Pero tampoco es bueno impedir que quienes han afrontado un largo camino de detención, que les valió la reeducación y el cambio, obtengan la libertad. Liberar a los mafiosos para que vuelvan a cometer crímenes y mantener en prisión a quienes han cambiado sus vidas parece el destino inverso al que está condenada la sociedad.
*Tomado de: facebook.com
*Foto de Portada: © Davide de Bari