"Tu infamia no pertenece a nuestra mentalidad. Firmado: Segundo Anillo Verde". Esta es la pancarta que apareció la noche del 16 al 17 de noviembre, en el San Siro. No podían perder esta maravillosa oportunidad para comunicar que, a pesar de los arrestos que decapitaron al Norte, a pesar de las buenas intenciones y del cambio de nombre, su mentalidad, propensa a la cultura mafiosa, nunca ha muerto, ni siquiera amainado. La ocasión viene dada por la noticia de que Andrea Beretta, exlíder de la tribuna nerazzurra, el asesino de Antonio Totò Bellocco, ha decidido colaborar.
Marco Ferdico Beretta (detenido a principios de octubre), junto con Bellocco, perteneciente a una de las familias más poderosas y sangrientas de la 'Ndrangheta, estaban prácticamente en la cima de la Curva Norte. En un artículo anterior de este diario esperábamos la colaboración de Beretta, temiendo el riesgo de que, de lo contrario, se convirtiera en un icono: el grandullón de Pioltello que desafió a la 'Ndrangheta. "Esperamos, en cambio, que decida colaborar. Quitándose el velo romántico del gángster que no se rinde. Esperamos que decida cambiar su vida. Ese carácter, esa forma de hacer las cosas que lo convirtió en un jefe de los ultras, también puede servir para hacer el bien".
Sin embargo, según se desprende de las investigaciones, se trata de una elección más bien forzada que basada en "sentimientos", después de que la suegra de Bellocco, que fue interceptada telefónicamente, lo condenara a muerte. "¿Y cómo te resignas? Estoy muy enojada, te lo juro... tienes que ir y hacer algo, lo sabes ¿no? Hay que cometer una masacre, nos quitaron un hijo pequeño, nos lo quitaron sin motivo… sin motivo…". Su colaboración, imaginamos, hará temblar a muchos y tal vez sea útil para comprender cómo llegaron realmente los Bellocco al San Siro y qué intereses se esconden detrás de ellos. ¿Y la familia Bellocco? ¿Seguirá buscando venganza según el más clásico de los clichés mafiosos, "la sangre se lava con sangre" o querrán hacer oír su voz de otra manera?
Y hasta aquí estamos en la dinámica criminal. Pero ¿cómo se mueve la parte sana de la sociedad? ¿Algo está cambiando? Porque para evitar encontrarnos en el mismo punto dentro de cinco años, debe cambiar algo más profundo, cultural, no simplemente un organismo de control.
Por ejemplo, ¿cuánto se les paga ahora a los asistentes? ¿Existen canales efectivos que garanticen el anonimato, que los protejan y que faciliten la comunicación a la sociedad de conductas anómalas o delitos en tribunas y molinetes? ¿Hay alguna sanción para aquellos del equipo que hayan contactado o contactarán con la tribuna no a través de canales oficiales? ¿Sigue siendo adecuada la responsabilidad objetiva de los equipos por lo que sucede dentro de los estadios?
¿Tiene sentido que para "mantener contentos a los sectores más extremos de la afición" y limitar las consecuencias en términos de sanciones deportivas y económicas, los equipos se vean obligados a llegar a un acuerdo? ¿Seguirán los jugadores, muy bien pagados, inclinándose ante la tribuna, pidiendo "perdón" y cantando juntos el estribillo? ¿Reaccionarán los aficionados serios o seguirán pensando que el estadio es un mundo aparte donde se puede hacer cualquier cosa para después volver a la empresa con traje y corbata?
Mientras tanto, la tribuna ha enviado, más o menos indirectamente, un mensaje claro. Están predispuestos a llegar a un acuerdo y a ser colonizados de nuevo.
*Extraído de: ilfattoquotidiano.it