Lunes 20 Enero 2025

Aún hoy quedan interrogantes abiertos sobre esa noche de terror en la República en la que se temía un golpe de Estado

Son aproximadamente las 23.00 horas del 27 de julio de 1993. Dos policías urbanos pasan con su auto de servicio por la calle Palestro de Milán, llamados por un grupo de personas debido a la presencia de un Fiat Uno del que salía humo por las ventanillas. Pasan unos minutos y llegan también los bomberos, que notan la presencia de un gran envoltorio en el interior del capó y, temiendo que se trate de una bomba, ordenan evacuar la zona.

Pasan unos instantes (23.14 horas) y el vehículo explota, matando a tres de ellos (Carlo La Catena, Sergio Pasotto y Stefano Picerno), al policía de tránsito Alessandro Ferrari y a una persona que dormía en un banco en los jardines públicos cercanos (Driss Moussafir). Hay al menos doce heridos. La explosión fue tan poderosa que destruyó las ventanas de las casas en un radio de aproximadamente 200 a 300 metros y dañó la pared exterior del Pabellón de Arte Contemporáneo. Unas cuantas vueltas más del reloj y otras dos bombas, esta vez en Roma, explotan. Uno en la parte trasera de la Basílica de San Giovanni in Laterano, donde se encuentra la Curia, la otra frente a la iglesia de San Giorgio al Velabro, afortunadamente sin causar víctimas.

A esa mismas hora se registró un apagón en el Palacio Chigi y las líneas telefónicas permanecieron aisladas durante algunas horas.

Estos son los atentados de aquella larga e inolvidable noche de nuestra República de la que hoy se cumple 31 años.

El entonces Primer Ministro, Carlo Azeglio Ciampi, interrogado años más tarde por los magistrados de Palermo que investigaban aquella temporada de bombas y misterios y, en particular, sobre la tratativa entre el Estado y la mafia, llegó a decir que temía que se estuviera produciendo un golpe de Estado, dada la secuencia de los acontecimientos y el aislamiento del Palazzo Chigi esa noche. No fue un golpe de Estado, entendido como la toma del poder por las fuerzas armadas golpistas. Pero seguramente detrás de esos hechos había una trama trepidante que implicaba chantajear al Estado con una escalada de terror que derribaría las más altas instituciones e intimidaría a toda Italia. Un chantaje por parte de la mafia sin duda, como lo confirmarán las sentencias, pero orquestado por sujetos ajenos a ella.masacredel932

En ese momento se respiraba el terror. Exactamente dos meses antes, la noche del 26 de mayo, otro coche bomba había explotado en Florencia (un Fiorino concretamente) bajo la histórica Torre dei Pulci, a pocos pasos del Museo de los Uffizi, cobrándose la vida de cinco personas, entre ellas una niña de nueve años y la otra de 50 días (Nadia y Caterina Nencioni). El 14 de mayo el ataque a Costanzo en la calle Fauro, en Roma y el año anterior las masacres en Capaci y via d'Amelio.

Ciampi, después de la noche de las bombas, anunció que quería reformar los servicios secretos y el 2 de agosto de 1993, participando por sorpresa en la conmemoración de la masacre de Bolonia de 1980, pronunció estas precisas palabras: "Es contra esta perspectiva concreta de un Estado renovado que se ha desatado una turbia alianza de fuerzas que persiguen objetivos conjuntos de desestabilización política y delincuencia común". ¿A qué se refería el primer ministro cuando hablaba de una "turbia alianza de fuerzas"? Como se mencionó, la responsabilidad de los mafiosos sicilianos está comprobada, pero hay una sombra que no sólo coordinó a los jefes en su plan de masacre sino que los acompañó en la ejecución de los ataques.

Las investigaciones pasaron rápidamente de la fiscalía de Milán a la de Florencia, ya que el explosivo utilizado en el atentado era el mismo que el usado en Via dei Georgofili. Un explosivo de tipo militar, por lo que es raro de encontrar. Pero éste es sólo uno de los muchos misterios que rodean esas bombas de principios de los años noventa.

¿Quién era esa mujer?

Entre las diversas preguntas que aún quedan sin respuesta, la que probablemente resulte más desconcertante es quién era la joven rubia que fue vista alejándose del vehículo poco antes de la explosión en la calle Palestro.

Es bien sabido que en Cosa Nostra ninguna mujer era admitida en los grupos de fuego para realizar delitos, y mucho menos en las escuadras convocadas para realizar atentados. Esto lleva inevitablemente a la creencia de que era externa a la organización.

La fiscalía de Florencia, dirigida por Giuseppe Creazzo, que ha formado un grupo que cuenta con el compromiso de los fiscales adjuntos Luca Tescaroli (ahora en Prato) y Luca Turco, se ha hecho cargo de los identikits de los que se desprende que las figuras femeninas detrás de las masacres no sería una, sino incluso cuatro.masacredel933

Se habla de una joven mujer en Milán, otra en Roma y otra en Florencia. "La presencia de figuras femeninas desmonta por completo la idea de que fue solo Cosa Nostra quien cometió esas masacres", afirma el fiscal de Lagonegro, Gianfranco Donadio, que investigó las masacres durante mucho tiempo. El magistrado recuerda, por ejemplo, un informe de la DIGOS (División de Investigaciones Generales y Operaciones Especiales) en el que se habla explícitamente de "una mujer terrorista que habría pertenecido a una organización paralela, que habría actuado junto a la mafia corleonesa en las masacres del '92 y, sobre todo, en los del '93". Donadio y otros colegas fiscales creen que estas mujeres pertenecen a círculos del servicio secreto italiano y han disfrutado, y siguen disfrutando, de cobertura a niveles muy altos.

Los informes con los testimonios recogidos tras los atentados de 1993 fueron retomados por la fiscalía florentina, que también incluyó en el registro de sospechosos a Rosa Belotti, una mujer de 59 años de Bérgamo (que se declaró inocente). Sin embargo, según la fiscalía, podría haber conducido el Fiat Uno cargado de explosivos hasta la calle Palestro.

Se llega a ella gracias a un software que cruzó su identikit, construido a partir de relatos de testigos, con una fotografía antigua que retrata a una mujer joven. Fotografía que fue encontrada durante un registro en septiembre de 1993 en una villa de Alcamo, en la provincia de Trapani. Esa casa, administrada por dos carabineros, escondía un enorme secreto: un depósito clandestino de armas de la estructura Gladio. Pero los cargos fueron retirados. La foto, sin embargo, quedó en los registros y muchos años después metió en problemas a Rosa Belotti. La mujer, al declarar ante los magistrados, aunque rechazó todas las acusaciones afirmando que no estuvo presente en via Palestro, confirmó que era la mujer de la fotografía encontrada en Alcamo.

Verdades judiciales

Si bien aún se desconoce la identidad de los sujetos ajenos a la mafia que participaron en las masacres de 1993, en los últimos años la policía judicial, los fiscales y varios jueces han logrado identificar qué verdugos mafiosos participaron en la masacre. Un complejo trabajo de investigación, posible gracias a las declaraciones de testigos y colaboradores de justicia como Pietro Carra, Antonio Scarano, Emanuele Di Natale y Umberto Maniscalco. En 1998, los jefes Cosimo Lo Nigro, Giuseppe Barranca, Francesco Giuliano, Gaspare Spatuzza, Luigi Giacalone, Salvatore Benigno, Antonio Scarano, Antonino Mangano y Salvatore Grigoli fueron reconocidos como ejecutores materiales de la masacre de via Palestro en la sentencia por las masacres de 1993. escuadrón de la muerte que respondió a las órdenes de Filippo y Giuseppe Graviano, los jefes de Brancaccio considerados "impulsores" de la estrategia de masacres en el continente, y que fueran condenados por las bombas.

Pero las sentencias demuestran que podría haber algo más detrás de esa estrategia de masacres. "Lamentablemente -sostienen- la imposibilidad de identificar la base de operaciones en Milán y los sujetos que ciertamente tuvieron que dar apoyo logístico y contribución manual a la masacre en esta ciudad, no nos permitió penetrar en aquellas realidades que, como lo demuestra la investigación llevada a cabo en los otros casos examinados por este Tribunal, han demostrado ser más prometedores desde el punto de vista de la verificación "externa".masacredel934

Un nuevo capítulo se abrió en el 2002 cuando, también sobre la base de las declaraciones de los colaboradores de justicia Carra y Scarano, la Fiscalía de Florencia ordenó la detención de los hermanos Tommaso y Giovanni Formoso ("hombres de honor" de Misilmeri), identificados en las investigaciones como los que ayudaron a Lo Nigro a descargar el explosivo en Arluno y quienes perpetraron físicamente el ataque. Los hermanos Formoso fueron condenados a cadena perpetua en el 2003 por la Corte Penal de Milán y la sentencia fue confirmada en ulteriores instancias del juicio.

En el 2008 se produjo un nuevo impulso cuando Gaspare Spatuzza, exjefe de Brancaccio que contribuyó a reescribir la verdad sobre la masacre de via d'Amelio, comenzó su colaboración con la justicia.

Con sus declaraciones Spatuzza exculpó a Tommaso Formoso, declarando que en el ataque sólo participó su hermano Giovanni, que le había pedido prestada, con una excusa, a Tommaso la casa de Arluno, donde se había descargado el explosivo. Esto no fue suficiente para dar lugar a una revisión del proceso, hasta el punto de que en abril de 2012 el Tribunal Penal de Brescia rechazó la solicitud alegando que las declaraciones de Spatuzza por sí solas no eran suficientes.

De hecho, por los mismos motivos, Filippo Marcello Tutino, acusado de ser la base de la masacre, fue absuelto en forma definitiva.

"Esas muertes no nos pertenecen"

Volviendo a los autores intelectuales externos, o a las presencias externas en los lugares de los ataques, no podemos olvidar las palabras del arrepentido Gaspare Spatuzza. "Capaci nos pertenece, también vía D'Amelio. Pero Florencia, Milán y Roma son otra historia, son muertes que no nos pertenecen", afirmó el colaborador de justicia en varios juicios. De hecho, no es casualidad que, además de la presencia constante de mujeres en los tres lugares de los ataques, todas las bombas de 1993 estuvieran dirigidas a museos, monumentos y lugares de arte. Y los tres en ciudades simbólicas: Florencia, capital de la cultura; Roma, capital política y Milán, capital económica. Está claro que atacar el patrimonio artístico y cultural de un país no sólo demuestra el deseo de arrinconarlo, sino desestabilizarlo desde sus cimientos. Clavando el cuchillo en la parte más vulnerable de la política de la época (ya afectada por la investigación de Mani Pulite y luego por las masacres de Falcone y Borsellino).masacredel935

Después de todo ¿cómo podían villanos ignorantes como Provenzano y sus compañeros pensar en atacar monumentos y basílicas probablemente desconocidas para ellos para chantajear a las instituciones de la época? Está claro que alguien debió aconsejarlos cómo y dónde atacar. Uno de ellos puede haber sido la antigua prímula negra de Avanguardia Nazionale, Paolo Bellini, considerado el vínculo entre los Servicios Secretos, la 'Ndrangheta y la subversión negra. Fue él quien le sugirió al jefe Antonino Gioè la idea de atacar los monumentos. "¿Te imaginas si Italia despierta y ya no encuentra la Torre de Pisa?". Quien habló de esta inquietante cuestión fue el arrepentido Giovanni Brusca, que se había escondido detrás de una puerta para escuchar la conversación entre Gioè y el ex extremista negro (que, sin embargo, niega la circunstancia y cualquier responsabilidad). Nuevamente con respecto a la figura de Bellini, se supo que la antigua prímula negra estuvo en la zona de Enna entre finales de 1991 y principios de 1992, precisamente en el período en el que, en Enna, se reunió la cúpula de Cosa Nostra, Totò Riina y sus seguidores, para decidir sobre el plan de masacres. Sin embargo, el exterrorista (recientemente condenado en apelación como autor de la masacre de Bolonia) siempre ha dicho que estaba allí para cobrar algunas deudas.

Mientras tanto, el año pasado la fiscalía de Florencia investigó a Paolo Bellini bajo el cargo de ser el "instigador" de los atentados del '93 en Florencia, Roma y Milán.

Y no solo Bellini. Según el expolicía penitenciario Pietro Riggio, fue Marcello Dell'Utri, cofundador de Forza Italia, investigado en Florencia como instigador oculto de las masacres de 1993, quien sugirió a los mafiosos atacar el patrimonio artístico italiano. Según los fiscales de Florencia, el exsenador habría instigado a los Graviano "a organizar y llevar a cabo la campaña de masacrea y, en cualquier caso, a continuarla, para contribuir a crear las condiciones para la afirmación de Forza Italia".masacredel936

Los beneficiarios finales de las masacres

En efecto, a este respecto, se cree que la estrategia terrorista-subversiva de Cosa Nostra adoptada en 1993 tenía como objetivo, con bombas, obligar al Estado a "aceptar" pactos para eliminar los tratamientos penitenciarios rigurosos, modificar la ley sobre los colaboradores de justicia, cerrar instituciones penitenciarias -como las de Asinara y Pianosa- que se consideraban susceptibles de impedir las relaciones entre los líderes detenidos y los cómplices en libertad. Pero las bombas también tenían como objetivo preparar el camino para el surgimiento de una nueva entidad política: Forza Italia, partido fundado por Dell'Utri, que fuera condenado por concurso externo en asociación mafiosa, y Silvio Berlusconi, que durante 18 años financió a Cosa Nostra. Unos días antes del fallido ataque al Olímpico, la masacre que debería haber tenido lugar el 22 de enero de 1994 para dar el golpe definitivo al Estado, Gaspare Spatuzza estaba en Roma para reunirse con Giuseppe Graviano y ultimar los últimos preparativos antes de la nueva "masacre en el continente". Tal como le habían dicho, antes de mudarse tuvo que esperar la orden del jefe mafioso de Brancaccio. Y por eso el exjefe acudió, acompañado de Antonino Scarano, también condenado por las masacres de 1993.

"Fuimos al bar Doney, en la calle Veneto en Roma -dijo Spatuzza a los fiscales de Palermo Francesco Del Bene y Nino Di Matteo- Giuseppe Graviano ya estaba afuera esperándonos. Se lo veía alegre y me dijo que habíamos conseguido todo lo que buscábamos gracias a unas personas serias que habían llevado el asunto adelante. Me dijo el nombre de Berlusconi. Le pregunté si era el de Canal 5 y respondió afirmativamente. Añadió que nuestro compañero Dell'Utri también estaba involucrado y que gracias a ellos teníamos el país en nuestras manos". Y por país, precisó Spatuzza en 2014, "me refiero a Italia". La circunstancia fue contada por el arrepentido, uno de los responsables de la masacre de Via d'Amelio, en el juicio sobre la Tratativa Estado-mafia, un acontecimiento clave en el desarrollo de la estrategia de masacres de Cosa Nostra. En cuanto a la tratativa entre los jefes del ROS y Cosa Nostra (a pesar de la absolución a favor de los acusados en el Tribunal Supremo) habría reforzado en esta última la idea de que las bombas para chantajear al Estado funcionaron. Es decir, si el Estado no hubiera abierto un canal de diálogo con los corleoneses, las masacres de 1993 probablemente no habrían ocurrido. Pero el Tribunal de Casación no está de acuerdo y contribuye a esparcir cortinas de humo sobre esa página de la historia, oscureciendo las verdades y fragmentando los hechos. Un trabajo de restauración histórica a gran escala, como ya se ha visto en el pasado con otros acontecimientos escandalosos que involucran al Estado profundo italiano, a los que, en especial recientemente, está contribuyendo el gobierno actual representado por Forza Italia y Fratelli d'Italia. De hecho, ambos partidos son, como afirmó el ex fiscal general de Palermo Roberto Scarpinato el 19 de julio pasado, "los beneficiarios finales de las masacres del '92 y del '93".

*Foto de Portada: Diseño gráfico de Paolo Bassani

*Foto 2: El lugar de la masacre en via dei Georgofili, en Florencia © Davide de Bari

*Foto 3:Tribunales de Florencia © Imagoeconomica

*Foto 4: La fachada de la iglesia de San Giorgio al Velabro en Roma devastada por la explosión © indeciso42

*Foto 5: La fachada del Palacio del Laterano dañada y todas las ventanas voladas © Indeciso42

*Foto 6: Marcello Dell'Utri y Silvio Berlusconi © Imagoeconomica