Se está extendiendo peligrosamente la idea de que quien denuncia las connivencias entre la mafia y los componentes neofascistas del Estado trabaja en contra de este último. Las recientes declaraciones del profesor Costantino Visconti obligan a revisar los hechos probados por más de medio siglo de documentos judiciales que reconstruyen la red y el alcance de las relaciones Estado-mafia, y también a observar la extraña simpatía de este gobierno por personajes vinculados al pasado sangriento de matriz fascista y mafiosa "Hay dos historias: la historia oficial, mentirosa, la que se nos enseña. Y la historia secreta en la que se encuentran las verdaderas causas de los acontecimientos; una historia vergonzosa". Honoré de Balzac En una entrevista publicada en el diario el Foglio el 20 de julio del 2023, Costantino Visconti, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Palermo, sostuvo que esperaba que el magistrado Nino Di Matteo y el periodista Saverio Lodato ya no fueran invitados a las escuelas como exponentes de una antimafia nihilista (rebautizada como "de las tonterías" en el título de la entrevista) que afirma que "el Estado está podrido", "cuestiona permanentemente los resultados obtenidos por los organismos profesionales del Estado en la lucha contra Cosa Nostra en nombre de un más allá esquivo, de un sistema mafioso superior y tan alto que siempre quedaría impune" y que "nunca reconoce a quienes trabajan en el campo". "Esta manera de entender la mafia -según Visconti- niega la historia a las nuevas generaciones, confunde las aguas, apunta inexorablemente a celebrar la invencibilidad de la mafia y de sus directores ocultos", mientras que "la historia debe ser bien enseñada" diciendo que hoy "hemos llegado al punto en que las mafias están bajo presión permanente. De esta manera se da la sensación de que la fuerza está en el Estado, que no tiene nada que ver con la mafia". La invitación realizada por el profesor Visconti fue devuelta al remitente por cerca de cien estudiantes de universidades y escuelas de todo el país, firmantes de una larga carta abierta que, reivindicando el derecho a escuchar y confrontar a magistrados como Di Matteo y periodistas como Lodato, argumentan cómo y por qué la explicación de la mafia y sus relaciones con el poder propuesta por el profesor es "totalmente engañosa y antihistórica", asegurándole "que los jóvenes y los estudiantes conocen la historia, pero la real, incómoda y molesta: no la historia que se nos enseña con conceptos retóricos y abstractos de legalidad, o con pasarelas institucionales dentro de nuestras escuelas y universidades". Más allá de las consideraciones de mérito formuladas por los estudiantes, la sinrazón lanzada por el profesor Visconti merece una reflexión en otros aspectos. El primero de esos aspectos es el del método utilizado para intentar deslegitimar a quienes pretenden criticar, consistente en atribuirles pensamientos y declaraciones descalificantes por su crudeza cultural y su extremismo. Hablo con pleno conocimiento de causa por haber sido objeto de este método. Después de la captura de Matteo Messina Denaro, el 16 de enero del 2023, al tiempo que reafirmé la profesionalidad y la transparencia del trabajo del Ministerio Público de Palermo y de los órganos policiales para lograr ese importante resultado, expresé la opinión de que hubo algunas anomalías evidentes en el comportamiento del prófugo en los meses anteriores a la detención como, por ejemplo, el descuido al ser fotografiado por terceros que desconocían su verdadera identidad, el hecho de que los mismos seguían en posesión de su imagen en la memoria de su teléfono móvil con la consiguiente imposibilidad de controlar su posterior difusión a un número indeterminado de personas, el uso de teléfonos móviles para reenviar mensajes de voz grabados, la indiferencia a la hora de moverse por Campobello di Mazzara a pesar de que incluso el alcalde era consciente de que toda la pequeña ciudad estaba llena de micrófonos y cámaras, y luego de que sus hombres de confianza fueran detenidos poco antes, gracias a las imágenes tomadas por las cámaras colocadas por las Fuerzas Policiales en lugares cercanos a su escondite. Anomalías peculiares, tanto teniendo en cuenta el cuidado obsesivo del fugitivo durante varios años para no dejar ningún rastro de sí mismo, como la anticipación pública en televisión en noviembre del 2022 por parte de Salvatore Baiardo, hombre del jefe mafioso de las masacres Giuseppe Graviano, sobre la inminencia de la captura de Messina Denaro como epílogo de una larga negociación secreta. Circunstancia de la que Baiardo estaba tan seguro que invitó al conductor a reunirse nuevamente poco tiempo después para comprobar si lo que decía era cierto o falso. Tras la formulación de estas incertidumbres, el 29 de enero siguiente, el profesor Visconti publicó un artículo con mi fotografía y referencia en portada titulado "El eterno retorno de la antimafia nihilista", calificándome de máximo exponente de esta antimafia formada por "nihilistas profesionales", "un pelotón que se encarga de disparar dudas, complots y tramas oscuras por todas partes" y que pone "permanentemente en duda los resultados que los organismos profesionales del Estado obtienen en la lucha contra Cosa Nostra en nombre de un más allá esquivo" y que "presume de entender y saber más que nadie cómo son realmente las cosas". De mi supuesta actitud nihilista expresada al no dar nunca crédito a los organismos profesionales del Estado, el profesor ofreció al público pruebas documentales irrefutables, afirmando: "Porque, mirado más de cerca, Scarpinato es coherente: incluso cuando con un brillante operativo de investigación fue capturado Bernardo Provenzano, el verdadero jefe de jefes que permaneció en el cargo hasta el 2006 como un fugitivo empedernido, definió a la detención como más o menos un arma colosal de distracción masiva destinada a oscurecer a los verdaderos amos del sistema político mafioso". Fue una gran falsedad. Nunca pensé ni dije nada como esto. El artículo titulado 'Bernardo Provenzano y las armas de distracción masiva' había sido publicado en MicroMega el 23 de mayo del 2005, es decir casi un año antes del arresto de Provenzano, ocurrido el 11 de abril del 2006, y trataba de un tema completamente diferente al del arresto de fugitivos, siendo la base del mismo la crítica a la construcción social del conocimiento de la mafia centrada casi exclusivamente en las hazañas de personajes como Provenzano y Riina, de extracción popular y cultura modesta, eliminando el papel central desempeñado en el sistema de poder mafioso por los exponentes de cuello blanco de la llamada burguesía mafiosa. En respuesta a mi solicitud de rectificación a la dirección del periódico y mi anuncio de emprender acciones legales en caso contrario, el profesor Visconti se vio obligado a admitir que había cometido un grave error y concluyó: "Sería bonito y oportuno promover una discusión sobre esta diversidad de interpretaciones en un debate público tranquilo y constructivo". Sin embargo, esta buena intención fue inmediatamente abandonada, porque poco tiempo después el profesor repitió el mismo método y la misma fraseología en un intento de desacreditar a Di Matteo y Lodato, atribuyéndoles declaraciones descalificadoras nunca hechas y distorsionando su pensamiento. De hecho, ninguno de los dos dijo nunca que "el Estado está podrido" ni ha "cuestionado permanentemente los resultados obtenidos por los organismos profesionales del Estado en la lucha a Cosa Nostra". Ambos, en la diversidad de sus roles, han puesto de relieve una verdad histórica ya consolidada tras una importante obtención de sentencias y adquisiciones documentales. Y es que, dentro del Estado, junto a componentes fieles a la legalidad constitucional y a la democracia, también operaron componentes infieles, terminales de complejas redes institucionales conectadas a poderes extrainstitucionales, que desviaron las investigaciones, garantizaron protección e impunidad a los autores de crímenes y mantuvieron altas complicidades, dando incluso refugio o proporcionando apoyo logístico para la perpetración de los crímenes. Una fenomenología que ha decaído sobre todo en los terrenos que han cruzado la criminalidad del poder -masacres de la derecha subversiva, planes de golpe de Estado, crímenes políticos, asesinatos y masacres mafiosas- y que por su continuidad ininterrumpida en el tiempo, debido a la relevancia de los roles desempeñados por sus protagonistas en los aparatos institucionales, no puede catalogarse como una mera suma aritmética de caídas y desvíos individuales, desconectados entre sí, sino que parece indicativo de la perpetuación en el tiempo de estos componentes infieles y de sus acciones nefastas y ocultas, ilegales y antidemocráticas. Se trata de una casuística tan amplia que ni siquiera puede ser inventariada sumariamente en el breve espacio de un artículo. Basta recordar las pistas falsas que caracterizaron la masacre político-mafiosa de Portella della Ginestra el 1 de mayo de 1947, que inauguró el nacimiento de la República, a la que siguieron los asesinatos de los ejecutores, custodios de secretos ardientes que amenazaban con revelar los nombres de los protagonistas, como Gaspare Pisciotta, envenenado en la prisión de Ucciardone. Una masacre que marca el año cero en el laboratorio político siciliano de la estrategia de tensión que se desarrollará en el país durante los años setenta y ochenta con una secuencia de masacres, planes de golpe de Estado y asesinatos políticos sin igual en ningún otro País europeo de democracia avanzada. Una secuencia en la que interactúa -como se constata en múltiples sentencias definitivas- un complejo sistema criminal que reúne a neofascistas, círculos masónicos (de los cuales la P2 es sólo el ejemplo más conocido) que funcionan como sala de control de los componentes más reaccionarios de la clase dirigente, incluida la alta mafia, así como algunos líderes de los servicios secretos, el ejército y los cuerpos de policía.
De ahí la implicación ininterrumpida de ciertos componentes del Estado en las masacres, a través de pistas falsas para impedir el seguimiento de los autores intelectuales, con la complicidad de ciertos perpetradores para garantizar su impunidad y con acciones de intoxicación informativa. Conductas comprobadas judicialmente en varios casos, con sentencias condenatorias definitivas, como las dictadas contra los jefes de los servicios y representantes de las fuerzas policiales por desvío y complicidad en las masacres de Milán, en Piazza Fontana en 1969, de Peteano en 1972 y de Bolonia en 1980. La Corte Penal de Bolonia, con la sentencia dictada el 5 de abril del 2023, añadió un elemento más dramático al considerar comprobado que la masacre de 1980, perpetrada por neofascistas, fue organizada por Federico Umberto D'Amato, jefe de la oficina reservada del Ministerio de Interior, junto con Licio Gelli, jefe de la P2, ambos ya implicados en el golpe de Estado de diciembre de 1970, en el que participaron neofascistas y exponentes de la mafia siciliana y de la 'Ndrangheta. Esta lucha política oculta, llevada a cabo con masacres y asesinatos, definida por los historiadores como "guerra poco ortodoxa", "guerra de baja intensidad" o "guerra por poderes", se valió de ejecutores neofascistas y otros especialistas de la violencia en el continente, mientras que en Sicilia y en Calabria se sirvió de la mafia que ofrecía no sólo ejecutores, sino también la razón mafiosa como tapadera de razones políticas que debían permanecer ocultas, tal como había comprendido Giovanni Falcone cuando, al seguir el hilo de Ariadna sobre el blanqueo de dinero por todo el mundo, se había encontrado, junto con sus colegas milaneses Giuliano Turone y Gherardo Colombo, que investigaban a la P2, en el centro de esa monstruosa conexión de poder que incluía a los jefes de los servicios, a las jerarquías militares y a otras figuras clave en la nomenclatura del poder de ese tiempo. El 21 de julio de 1979, Boris Giuliano, el extraordinario jefe de la Escuadra Móvil de Palermo, fue asesinado en esa ciudad. Mientras investigaba el blanqueo de capitales mafiosos, se encontró, entre otras cosas, con una libreta al portador de Michele Sindona, que en esa época estaba en Sicilia con una identidad falsa. Después del asesinato de Giuliano, fue nombrado jefe de la Escuadra Móvil Giuseppe Impallomeni, titular de la tarjeta de la P2 número 2213, mientras que al mismo tiempo el Cuestor de la capital palermitana era Giuseppe Nicolicchia, miembro de la logia secreta Ompan, fundada por Gelli en Río de Janeiro. Diez días antes, el 11 de julio, había sido asesinado el abogado Giorgio Ambrosoli, liquidador de la sindoniana Banca Privada Italiana, que había conocido a Giuliano poco antes y no había querido ceder a las peticiones de encubrimiento, así como tampoco a las amenazas de muerte que le había enviado el jefe mafioso Stefano Bontate, grado 33 de la masonería. Es el mismo Stefano Bontate que en 1980 participó en una cumbre en Palermo con Giulio Andreotti, Salvo Lima, los primos Salvo y otros para discutir el nuevo rumbo impreso en la política regional por Piersanti Mattarella. El mismo Bontate que había gestionado el falso secuestro de Sindona y que lo mantuvo en Sicilia, adhiriendo con entusiasmo a los proyectos golpistas que el financiero cultivaba junto con algunos exponentes del ala extremista de la administración estadounidense, firmemente hostil a las aperturas políticas al movimiento del Partido Comunista en Italia, proyectos que fueron discutidos en reuniones conjuntas con Licio Gelli. Por parte de Bontate, su cuñado, Stefano Vitale, mafioso y masón, había dicho a Ambrosoli -que había registrado en secreto aquellas amenazas entregando las grabaciones a la justicia- que tenía que salvar los bancos de Sindona porque eso era lo indicado por Giulio Andreotti. Mejor suerte corrió el gobernador del Banco de Italia, Paolo Baffi, y su adjunto, Mario Sarcinelli, que también se habían opuesto al rescate de los bancos sindonianos con dinero público. El primero fue acusado de complicidad con intereses privados en actos oficiales, el segundo fue incluso detenido en el marco de investigaciones promovidas por esa parte del poder judicial que, en Roma como en Palermo, contaba entre sus exponentes a muchos que visitaban frecuentemente "Il Palazzo" y algunos que fueron invitados en Palermo de los poderosos primos Salvo, mafiosos orgánicos (hechos comprobados en varios juicios). El 17 de julio de 1982 Roberto Calvi fue ahorcado bajo el puente de los Frailes Negros en Londres, simulando un suicidio que sólo después de muchos años se descubrió que se tratata de una puesta en escena. El 22 de marzo de 1986, Michele Sindona, guardián de secretos ardientes, fue encontrado muerto envenenado en su celda de la prisión de Voghera. Basándose en estos y otros conocimientos, Falcone había comprendido la compleja y oculta lucha por el poder que, con proyecciones nacionales, se escondía detrás de los acontecimientos mafiosos y de algunos crímenes, así como la convergencia de intereses que animaban los incesantes ataques contra el pool antimafia provenientes de sectores del mundo político y de la intelectualidad orgánica al sistema de poder de la época con las acusaciones de haber constituido un "centro de poder independiente" y de haber desvirtuado la imparcialidad del papel del juez de instrucción, dando vida a una aberrante figura de juez-sheriff. No es casualidad que en sus intervenciones defensivas sobre estos temas combine argumentos jurídicos con referencia a la lucha de poder que se escondía detrás de algunos crímenes mafiosos de los políticos. Como, por ejemplo, en el ensayo titulado "El control social en el Sur" del que aquí se reseñan algunos pasajes emblemáticos: "Han surgido, por lo tanto, críticas y dudas sobre la actuación de la magistratura: cada vez más se habla de la distorsión del papel institucional de la magistratura por parte de magistrados que han violado el principio de la imparcialidad del juez, improvisando investigadores y usurpando las funciones específicas de la policía judicial. También se sostiene, por algunos sectores, que el excesivo compromiso de los investigadores en la represión de las diversas formas de crimen organizado ha desviado la atención de la delincuencia común, de los llamados delitos menores, con el consecuente resurgimiento de delitos contra la propiedad, como los robos y atracos que tanta alarma causan en la sociedad. Y la instauración de maxi procesos se atribuye a menudo al protagonismo de los jueces y a una supuesta voluntad de pisotear y suprimir el derecho de defensa de los acusados. Además, no se ha dejado de subrayar que las iniciativas de la magistratura en el sector económico han causado graves daños a la economía del Sur, y a Sicilia en particular, provocando el agravamiento del fenómeno del desempleo, que es en sí mismo muy grave. [...] Pero a menudo se olvida que, en lo que respecta al crimen organizado, la intervención de la magistratura se refiere a la identificación de los responsables de delitos muy graves, y que el ejercicio de la persecución penal, en nuestro ordenamiento jurídico, es constitucionalmente previsto como obligatorio (artículo 112 de la Constitución). Por lo tanto, el magistrado que se abstuviera de intentar determinar a los autores de los crímenes sólo sería responsable de inercia culpable porque la mafia y otras organizaciones similares constituyen un problema que no puede resolverse, como a menudo y cansadoramente se repite, con la intervención represiva del Estado". "No creo que nadie quiera argumentar que los cientos de asesinatos provocados por la llamada guerra de la mafia en 1981-83 deban archivarse como obra de lo desconocido sin ningún intento serio de encontrar a los culpables. Y cuando, ante asesinatos gravísimos de políticos y funcionarios públicos, uno intuye que las causas y los principios son, los primeros, particularmente complejos y, los segundos, anidados en las estructuras públicas, no creo que nadie quiera apoyar una impunidad sustancial para estos crímenes, que son objetivamente desestabilizadores y socavan los fundamentos de la sociedad y el orden democrático". La conciencia de Falcone sobre el "gran juego" de poder que se esconde detrás de ciertos acontecimientos mafiosos se perfeccionó aún más en el curso de las investigaciones sobre los crímenes políticos mafiosos y, en particular, sobre el de Piersanti Mattarella, presidente de la región de Sicilia, discípulo de Aldo Moro, asesinado el 6 de enero de 1980, poco antes de relanzar la línea del compromiso histórico en el congreso de la Democracia Cristiana de febrero de 1980, donde se suponía que había ganado la coalición de facciones de la que él era uno de los líderes, y que en cambio, tras su asesinato, fue derrotado abriendo la llamada temporada del Preámbulo. Tanto Falcone como Loris D'Ambrosio, uno de los magistrados más expertos del país en el ámbito de la derecha subversiva (más tarde asesor jurídico del presidente de la República, Giorgio Napolitano), coincidieron en la creencia de que la causal mafiosa de aquel homicidio fue una tapadera para complejas causas políticas que debían permanecer en secreto. En el informe del 8 de septiembre de 1989 enviado a Falcone, D'Ambrosio, realizando un examen minucioso de los resultados de la investigación, escribió: "No se trata, pues, de un asesinato mafioso, sino de un asesinato político-mafioso, en el cual la referencia a la mafia como organización debe necesariamente diluirse a través de una serie de pasajes mediados, de confluencias ideales y operativas aparentemente desiguales pero capaces de dar en conjunto el sentido del anti-Estado". Como resultado de una investigación compleja y rigurosa, Falcone identificó a los autores del asesinato de Mattarella en los neofascistas Valerio Fioravanti y Gilberto Cavallini, los mismos que llevaron a cabo la masacre de Bolonia el 2 de agosto, es decir unos meses después. Los resultados de su investigación fueron validados -sobre la base de nuevas pruebas obtenidas- por la Corte Penal de Bolonia que condenó a cadena perpetua a Cavallini como autor de la masacre de Bolonia, junto con Valerio Fioravanti, Francesca Mambro y Luigi Ciavardini, ya condenado en sentencia separada, y dedicó casi cien páginas a la revisión de las pruebas probatorias sobre el asesinato, partiendo de la premisa de que la revisión del asesinato de Mattarella constituye un paso obligado en el camino argumentativo para determinar la responsabilidad penal por la masacre de Bolonia, y añadiendo: "Se verá que lo que Gilberto Cavallini escribió en la carta al 'Querido camarada' sobre el asesinato de Mangiameli confirma plenamente las intuiciones que tuvo en su momento el juez de instrucción Giovanni Falcone y que fueron volcadas en la sentencia del juez de Palermo del 9.6.1991, sobre las posibles conexiones entre el asesinato de Mattarella, la masacre de Bolonia y el asesinato de Mangiameli (en particular, la oportunidad de matar a la esposa y a la hija de Mangiameli, por lo que sabían)". La Corte Penal concluyó esa parte de la motivación recordando significativamente las declaraciones de Falcone ante la Comisión Parlamentaria Antimafia: "Este Tribunal obtuvo el informe de la audiencia de Giovanni Falcone, a partir del informe taquigráfico de la reunión del 3 de noviembre de 1988 de la Comisión Parlamentaria Antimafia. Dijo Falcone en aquella ocasión: "El problema más complejo en relación con el asesinato de Mattarella deriva de la existencia de pistas contra exponentes de la derecha subversiva como Valerio Fioravanti. Puedo decirlo muy claramente porque también se desprende de las declaraciones en la audiencia de Cristiano Fioravanti, quien acusó a su hermano de haberle dicho que él mismo, junto con Gilberto Cavallini, era el ejecutor material del asesinato de Piersanti Mattarella. Por lo tanto, se trata de una investigación extremadamente compleja porque se trata de comprender si, y en qué medida, la vía negra es una alternativa a la mafiosa o se compenetra con ésta. Lo que podría significar la necesidad de vincular y sobre todo reformular la historia de ciertos acontecimientos de nuestro país, incluso de épocas muy lejanas". "Ha habido grandes problemas de prudencia en relación con procesos en curso en otras jurisdicciones, como, por ejemplo, el juicio por la masacre de Bolonia en el que el asunto coincide en varios puntos. También hay conexiones y coincidencias con el proceso por la masacre del tren Nápoles-Florencia-Bolonia que se encuentra actualmente en proceso, conexiones que se remontan a ciertos pasajes del 'golpe de Borghese', del que podemos hablar porque ya ha se ha discutido en el juicio, en el que seguramente estuvo implicada la mafia siciliana. Esto se debe a las declaraciones convergentes, aunque inconscientes, de Buscetta, Liggio y Calderone. También hay vínculos con la presencia de Sindona, todos los cuales son hechos conocidos. Estos elementos implican para el asesinato de Mattarella, si no queremos gestionar burocráticamente este proceso, la necesidad de una investigación muy exhaustiva que, por otra parte, estamos llevando a cabo y que creemos que no podrá completarse en poco tiempo". El asesinato de Mattarella fue la última gran investigación realizada por Giovanni Falcone. Poco después fue deslegitimado. Luego lo mataron. Precisamente después de las investigaciones sobre los crímenes políticos mafiosos que entrelazaron los acontecimientos mafiosos sicilianos con las masacres nacionales, junto a los enemigos tradicionales de todos los tiempos, "las mentes refinadísimas" salieron al campo contra Falcone con las denuncias anónimas del 'cuervo' y el ataque a Addaura del 21 de junio de 1989. Y fue en este terreno incandescente donde Falcone se enfrentó duramente, llegando a la ruptura definitiva, con el fiscal jefe de Palermo, Piero Giammanco, como se desprende de ciertos pasajes de su diario: "Diciembre de 1990: (Giammanco, ndr) exigió que Rosario Priore (juez de instrucción de Roma, ndr) lo telefoneara para reunirse conmigo y le pidió que viniera a Palermo en lugar de ir a verlo. Se negó a telefonear a Giudiceandrea (Ugo Giudiceandrea, fiscal de Roma, ndr) por Gladio (estructura paramilitar clandestina, ndr) con el pretexto de que el procedimiento aún no había sido asignado a ningún sustituto. 13 de diciembre de 1990: en la reunión del pool por la requisitoria del caso Mattarella (Piersanti Mattarella, presidente de la Región de Sicilia asesinado el 6 de enero de 1980 en Palermo, ndr) me invita en forma desrcostés a no interrumpir a los colegas, molestos por el hecho de que Lo Forte y yo (Guido Lo Forte, fiscal de Palermo, ndr) nos habíamos levantado para ir a fumar un cigarrillo, reprendiendo duramente a Lo Forte. 18 de diciembre de 1990: "Después de ayer por la tarde (Giammanco, ndr) se decidió reunir los procesos de Reina (Michele Reina, secretaria provincial de la Democracia Cristiana, ndr), Mattarella y La Torre (Pio La Torre, secretario regional del PCI, Partido Comunista Italiano, ndr), esta mañana le recordé que hay una solicitud de una parte civil en el juicio La Torre (PCI) para realizar investigaciones sobre Gladio. Por lo tanto, propuse que pidiéramos al G.I. (juez de instrucción, ndr) que llevara a cabo las investigaciones en cuestión, lo que es incompatible con el antiguo procedimiento, adquiriendo una copia de la solicitud en cuestión. En cambio, tanto él como Pignatone (Giuseppe Pignatone, entonces fiscal de Palermo, ndr) insisten en pedirle al G.I. solo la reunión reservándose de adoptar una decisión recién en la requisitoria final. Una forma de ganar tiempo. 18 de diciembre de 1990: "(Giammanco) no ha telefoneado a Giudiceandrea y por tanto se perdió la posibilidad de reunirse con los colegas romanos que se ocupan de Gladio". […] 26 de enero de 1991: Supe hoy por Pignatone, en presencia del jefe (Giammanco, ndr), que él y Lo Forte habían ido a ver al cardenal Pappalardo para escucharlo a fin de lo que informó, en el proceso Mattarella, Lazzarini Nara (secretario de Licio Gelli, jefe de la logia masónica P2, ed.). Protesto por no haber sido informado previamente ni por Pignatone ni por el jefe, a quien le señalo que estoy preparado para cualquier otro trabajo además del mío, pero que, si se quiere mantener la coordinación de las investigaciones antimafia, la coordinación debe ser efectiva. Grandes promesas de colaboración y fidelidad por respuesta". Fui testigo directo y participativo de la marginación y la angustia de Falcone en esos años. Me confió que tenía que irse porque al permanecer en esa fiscalía su nombre corría el riesgo de perder credibilidad día tras día. Así que al final decidió aceptar la oferta de trasladarse a Roma asumiendo el cargo de director general del Ministerio de Justicia. Estuve presente cuando, despidiéndose del fiscal general, le dijo: "Es doloroso lo que tuve que escuchar en los pasillos de este edificio, comprobar que, excepto unos pocos, todos están contentos de que me vaya". Una vez más, como había sucedido en el pasado en la Oficina de Instrucción, el verdadero punctum dolens no era Falcone investigando a la mafia militar. El punto de quiebre, la transformación de la intolerancia en una crisis abierta de rechazo, se produjo cuando se comprendió que, a pesar de las señales inequívocas que le habían dado, Falcone no estaba dispuesto a detenerse sólo en ese sector del planeta mafioso. Sobre las causas de los conflictos entre Falcone y Giammanco, testifiqué puntualmente el 29 de julio de 1992 ante el Consejo Superior de la Magistratura (CSM), donde fui citado para explicar los motivos que me llevaron, después de la masacre de via D'Amelio, a redactar un documento, firmado por otros siete fiscales adjuntos, en el que amenazábamos con dimitir del pool antimafia si no destituían a Giammanco de la fiscalía. Como también informé en las sedes institucionales, con ocasión de uno de nuestros últimos encuentros en Roma, poco antes de la masacre de Capaci, Falcone, al confiarme que estaba seguro de ser nombrado fiscal nacional antimafia, me dijo que finalmente podríamos reanudar las investigaciones sobre crímenes políticos que se nos había impedido llevar a cabo anteriormente. No le dieron tiempo y lo masacraron el 23 de mayo de 1992 en Capaci, con métodos violentos decididos por Riina después de que, según declaró el colaborador de justicia Salvatore Cancemi, miembro de la Comisión de Cosa Nostra, se había reunido con personajes importantes que le habían pedido matar a Falcone con explosivos. A raíz de esta reunión, Riina cambió de planes al ordenar que el comando dirigido por Messina Denaro, que se disponía a matar a Falcone en la capital a la manera tradicional, regresara de Roma el 5 de marzo de 1992. Mientras tanto, como declaró el colaborador de justicia Francesco Onorato, Salvatore Biondino, el brazo derecho de Riina aseguró a otros hombres de honor que la organización tenía las espaldas cubiertas, porque había otros, además de los mafiosos, que querían matar a Falcone. La misma suerte le estaba reservada a Paolo Borsellino, que se apresuró antes de que tuviera tiempo de declarar ante el Ministerio Público de Caltanissetta y de formalizar bajo acta todo lo que había sabido de Falcone y lo que le habían confiado ciertas fuentes (Gaspare Mutolo, Leonardo Messina y otros) que, además de revelarle las connivencias con la mafia de Bruno Contrada, jefe de los servicios secretos, así como de altos jefes del arma de Carabineros (ver el testimonio en la audiencia de Agnese Piraino Leto, esposa de Borsellino), le habían informado de reuniones celebradas en la provincia de Enna en las que un grupo de dirigentes seleccionados de Cosa Nostra habían desarrollado un complejo plan de masacre y desestabilización política cuyo primer acto fue la masacre de Capaci, y en la que participaron otras poderosas fuerzas criminales, las mismas que habían animado la estrategia de tensión en las décadas anteriores: es decir, exponentes de la masonería como Gelli, exponentes de la derecha subversiva y algunos políticos, interesados en pilotear con el lenguaje de las bombas la transición política de la primera a la segunda República, preparando el terreno para el descenso al campo de una nueva entidad política en proceso de formación, que habría garantizado la impunidad de los crímenes del pasado y de la perpetuación de negocios sucios para el futuro. Circunstancias de tal trascendencia como para anotarlas en su agenda roja. Una agenda que, por tanto, debía desaparecer antes de terminar en manos de los magistrados, quienes, siguiendo el hilo de Ariadna trazado en aquellas páginas, podrían pasar de los niveles ejecutivos mafiosos a los cómplices excelentes, sacando así de los armarios muchos esqueletos de la primera República que luego pasaron a la segunda, ayudando a sostener sus cimientos. La participación en las masacres de excelentes cómplices integrados en un complejo agregado de fuerzas criminales ya fue detectada por la Dirección de Investigación Antimafia (DIA) en un informe de 1993 que destacaba que detrás de las masacres había una "agregación de tipo horizontal, en la que cada uno de los componentes es portador de intereses particulares que pueden ser perseguidos en el ámbito de un proyecto más complejo en el que convergen diferentes propósitos" y que detrás de los ejecutores mafiosos había mentes "familiarizadas con la dinámica del terrorismo y con los mecanismos de comunicación de masas como así como capacidad para sondear los círculos políticos e interpretar sus señales". En estos complejos escenarios, es necesario insertar y decodificar la actividad perniciosa llevada a cabo en Sicilia y Calabria por diversos exponentes de los servicios secretos y de las fuerzas policiales, algunos condenados por concurso externo con la mafia y otros implicados en desvíos en las investigaciones de las masacres de 1992 y 1993. Una vez más, no se trata de casos de desviaciones individuales desconectadas del sistema, sino de puntos de aparición y desvelamiento de complejas redes relacionales que perduran en el tiempo. Redes relacionales que, a la luz de las sentencias más recientes, ofrecen nuevas ideas significativas para reconectar las masacres de 1992 y 1993 con las masacres neofascistas de los años 1970 y 1980, ambas caracterizadas no por casualidad por graves desviaciones introducidas por los aparatos institucionales con el mismo objetivo de aplastar las investigaciones sólo a nivel de los perpetradores, manteniendo a salvo a los autores intelectuales y a los cómplices excelentes. De hecho, la Corte Penal de Bolonia, mediante sentencia de fecha 5 de abril de 2023, condenó a Paolo Bellini, miembro de Vanguardia Nacional, hombre de los servicios secretos, como otro autor de la masacre de Bolonia, que se encontraba en una misión en Sicilia durante 1992, en el mismo período en el que estuvo presente Stefano delle Chiaie, líder de la Vanguardia Nacional, cercano a Federico Umberto D'Amato, organizador de la masacre de Bolonia. Se ha sabido que Bellini habló repetidamente durante esos meses con Antonino Gioè, autor de la masacre de Capaci, a su vez hombre clave entre la mafia y los servicios secretos, a quien, como declaró Giovanni Brusca, le sugirió elevar el nivel del enfrentamiento con el Estado perpetrando ataques contra los bienes artísticos nacionales, una idea que ya maduró en 1974 en el seno de Nuevo Orden, un grupo subversivo de derecha cuyos exponentes fueron declarados culpables de las masacres de Milán en 1969 y de Brescia en 1974 y que, como se ha comprobado, disfrutaban de protección estatal al más alto nivel. De la interlocución directa establecida por Bellini con las masacres, el general Mori fue informado en tiempo real por el mariscal Tempesta, quien le entregó un manuscrito que Bellini había recibido de la mafia, pero inexplicablemente Mori no sólo no informó a nadie de este asunto, no sólo destruyó el manuscrito, sino que ordenó a Tempesta que no redactara ningún informe escrito. La historia, cuya verdad histórica nadie discute, se reconstruye en los fundamentos de la sentencia del Tribunal de Apelación de Palermo del 23 de septiembre del 2021 en el proceso contra Leoluca Bagarella y otros, de la que se relatan algunos pasajes esenciales: "Y efectivamente, de haber sido por MORI, no se habría sabido nada sobre el asunto BELLINI y algunos antecedentes de ese asunto, incluido precisamente el detalle revelado por M. TEMPESTA de haber entregado (personalmente) un papel al entonces coronel MORI, que el propio TEMPESTA había recibido de BELLINI, en el que estaban escritos los nombres de cinco jefes de la mafia a quienes se había concedido arresto domiciliario o al menos hospitalario; […] "Una historia que a pesar del esfuerzo del propio MORI y su defensa por trivializar su significado [...] presenta aspectos oscuros, porque en las conversaciones entre GIOE' y BELLINI germinó la idea de retomar e intensificar la campaña de ataques y crímenes flagrantes, pero con un cambio radical de objetivo; una idea que iría arraigando hasta ser compartida y luego lanzada concretamente por el GOTHA de Cosa Nostra, durante las reuniones posteriores a la captura de RIINA. "Y era una idea que tenía raíces muy profundas que se remontaban a los círculos de la subversión neofascista, como se desprende del testimonio del Coronel GIRAUDO, quien durante casi toda su carrera (aparte del paréntesis en el que también estuvo empleado directamente por el Prefecto MORI en el SISDE desde 2002 y permaneció en las filas de la Función Pública hasta 2007) llevó a cabo investigaciones sobre los complots negros y las masacres de matriz neofascista (la masacre de Piazza Fontana, la masacre de la policía de Milán Sede en 1973, la de Italicus, la masacre de Bolonia, además de colaborar en la investigación sobre la Masonería desviada por parte del fiscal de CORDOVA y en la investigación sobre la masacre de Ustica). "Y el coronel GIRAUDO en su larga declaración (en particular ver la audiencia del 20/10/2016) informó que tras la disolución decretada por el ministro del Interior TAVIANI en noviembre de 1973 (por violación de la prohibición de restablecer el partido fascista) de la organización subversiva de derecha Nuevo Orden, esta organización se reconstituyó sustancialmente unos meses más tarde, fusionando los elementos más duros e irreductibles, en favor de una "espiralización de la lucha política". Para ello se celebró en Cattolica entre el 27 de febrero y el 1º de marzo de 1974 una reunión fundacional en la que también participarían o asistirían elementos que trabajaban para el entonces SID, servicio secreto heredero del SIFAR. Entre los cuadros más importantes del reconstituido Nuevo Orden se encontraba Umberto ZAMBONI (fallecido), de quien el propio GIRAUDO recogió el s.i.t. dictado el 9 de julio de 2015 (véase informe obtenido como acto único ya durante el curso del procedimiento en primera instancia). Y ZAMBONI declaró que uno de los cuadros de la célula veneciana del reconstituido Nuevo Orden, Massimiliano FACHINI, ya acusado de la masacre de Bolonia y de la masacre de Piazza Fontana, de las que fueron descubiertos (gracias a un documento encontrado durante la búsqueda en la casa del Capitán LA BRUNA) contactos con el SID, habían expuesto, en el contexto de las actividades subversivas discutidas en Nuevo Orden, planes de ataques a obras de arte, bienes e infraestructuras culturales. Sin embargo, MORI no pudo negar haber recibido (de M. TEMPESTA) ese folleto (que, según BELLINI, había sido redactado de su puño y letra por GIOE'), pero no tuvo reparos en deshacerse de él, sin siquiera molestarse en hacer un informe de servicio, en informar a la A.G. de las circunstancias y motivos por los cuales había tomado posesión y sin siquiera tomar nota para dejar constancia del hecho. De hecho, hizo más, disuadiendo al propio TEMPESTA de presentarle un informe de servicio (como decidió hacer M. TEMPESTA cuatro años después), y omitiendo realizar cualquier investigación encaminada a identificar al autor de ese escrito y a sus asociados que apoyaron la iniciativa destinada a favorecer a algunos de los mafiosos más importantes del momento encarcelados: investigaciones que podrían haber apuntado al corazón de un territorio y de una familia mafiosa, la de Altofonte, que había sido protagonista de la temporada de masacres y estaba "trabajando" en otros proyectos criminales". [...] Se confirma, también en este caso, una conducta no sólo "opaca", sino incluso contra legem, del coronel Mori, quien, de hecho, prometiendo o haciendo creer al señor Tempesta que ser activado para investigar la iniciativa de Bellini, evitó, como en el caso de los contactos con Vito Ciancimino, dejar rastro documental, tanto disuadiendo a M. Tempesta de redactar un informe de servicio como, sobre todo, guardándose un documento eso constituía ciertamente un "cuerpo delictivo"; y que, según Bellini, había sido redactado de puño y letra por Gioé (es decir, el folleto con los nombres de los presos mafiosos que serán liberados de prisión a cambio de la recuperación de las obras de arte: incluso si BELLINI, cuando se le preguntó específicamente, luego precisó que ya estaba escrito) y que M. Tempesta informó haberlo entregado al Coronel Mori. Y sin embargo, el coronel Mori, al conservar esa nota manuscrita o, en todo caso, no conservarla sin siquiera hacer una copia, ha omitido, además de incautar un documento que constituye el cuerpo del crimen, informar a las autoridades judiciales y, en cualquier caso, realizar cualquier investigación, ciertamente diligente, encaminada a identificar al autor de ese escrito y, por tanto, a los sujetos (Gioé y quienes lo apoyaron en esa iniciativa) que participan en la asociación mafiosa Cosa Nostra, en cuyo interés esa misma nota fue redactada y entregada a Bellini". Una historia que se suma a muchas otras anomalías flagrantes también destacadas en la misma frase, como, por ejemplo, haber permitido a los mafiosos limpiar a fondo la casa de Salvatore Riina después de su detención, y después de que se impidiera a la Fiscalía de Palermo llevar a cabo una búsqueda inmediata con la garantía de que el escondite se mantendría bajo absoluta vigilancia, mientras que la vigilancia había sido abandonada inmediatamente después, sin avisar a nadie. Se trata de hechos que salieron a la luz en medio de mil dificultades, reticencias y mentiras, tras las investigaciones llevadas a cabo, junto con otros magistrados, por el fiscal adjunto Antonino Di Matteo, calificado por el profesor Visconti como exponente de la antimafia nihilista que "cuestiona permanentemente los resultados obtenidos por los organismos profesionales del Estado en la lucha a Cosa Nostra en nombre de un más allá esquivo, de un sistema mafioso superior y supremo que siempre quedaría impune" y que "nunca reconoce a quienes trabajan en el campo". Si estas son las razones que fundamentan la acusación de nihilismo dirigida a esa parte del poder judicial que no se ha limitado a realizar investigaciones únicamente sobre la mafia militar, tal vez habría que añadir a las filas de los "nihilistas" a muchos otros, entre ellos también a los jueces de la condena de Cavallini a cadena perpetua por la masacre de Bolonia, por haber denunciado al mismo general Mori por testimonio falso y reticente en virtud del art. 372 Código Penal, por las declaraciones que hizo en dicho juicio, disponiéndose la transmisión de los documentos a la Fiscalía de Bolonia. O mejor dicho, debería quedar claro que esos magistrados se limitaron a desempeñar sus funciones dentro de los límites de sus competencias y funciones, más allá del resultado posterior de los juicios. Antes de concluir con el tema de las relaciones mafia-poder y su permanente actualidad, conviene recordar que la llamada burguesía mafiosa siempre fue, desde la fundación del Estado unitario, una de los poderes fuertes de la nación, gracias a su capacidad para catalizar los intereses de un bloque social amplio y heterogéneo, capaz de influir en el equilibrio macro político e interactuar en pie de igualdad con otros poderes fuertes de carácter antidemocrático, compartiendo sus intereses y propósitos. Un componente del sistema de poder nacional que siempre ha sido central, que ha proporcionado representantes ilustres a sectores comprometidos del Estado: para limitarnos sólo a tiempos más recientes, basta recordar al senador Marcello Dell'Utri, cofundador de Forza. Italia y mediador en las relaciones de Berlusconi con la mafia desde los años setenta, al senador Antonino D'Alì, nombrado para el papel clave de subsecretario del Interior, donde trabajó activamente a favor de la mafia liderada por Matteo Messina Denaro, al subsecretario del ministerio de Economía Nicola Cosentino, referente del clan Casalesi, uno de los más poderosos de la Camorra, y al diputado Amedeo Matacena vinculado a la 'Ndrangheta. Precisamente porque la historia de la mafia está inextricablemente entrelazada con la historia del poder, la construcción del conocimiento social sobre la mafia siempre ha sido un terreno privilegiado para la manipulación cultural por parte de los aparatos culturales orgánicos del poder. De la fase del negacionismo que prevaleció hasta los años '60, después de la masacre de crímenes de los años '80, pasamos al reduccionismo que, si bien admitía la existencia de la mafia, la catalogaba como una delincuencia común, como una galaxia anárquica de bandas criminales. Después de las masacres del bienio 1992/1993 y de la sentencia del maxi proceso, como ya no era posible negar la existencia de la mafia como una organización compleja y de estructura unitaria, se lanzó un nuevo reduccionismo: la mafia existe, pero, sin embargo, está compuesta únicamente por personajes como Riina, Provenzano y otros similares, monstruos sedientos de sangre y dinero, que tienen dificultades para expresarse en italiano. Después de la secuencia de juicios en la segunda mitad de la década de 1990 que llevaron al banquillo a una multitud de funcionarios de cuello blanco que desempeñaban funciones estratégicas y de alto nivel en la clase dirigente y en los aparatos institucionales, se implementó una estrategia más compleja: desde un lado la demonización del poder judicial, culpable de haber consumado una especie de auto canibalismo de clase y ahora acusado de ser instrumento de designios políticos ocultos, de aspirar a reescribir la historia; por otro lado, el énfasis unidireccional de los medios hacia los miembros de la mafia militar y popular y el oscurecimiento mediático de las condenas por delitos de cuello blanco. Una luz deslumbrante se proyecta sólo hacia una parte del planeta mafioso, lo cual tiene el efecto de oscurecer a la otra parte del planeta, la referida a la integración orgánica de los miembros de la clase dirigente en el sistema de poder mafioso. En la etapa actual, en perfecto sincronismo temporal con los nuevos equilibrios políticos que han llevado a la cima a las fuerzas estatales que reivindican su continuidad ideal con el neofascismo (pensemos, por ejemplo, en la aclamada admiración de Giorgia Meloni por Pino Rauti, fundador de Nuevo Orden) y que han elegido como espíritu guía a Silvio Berlusconi, exponente de la P2 que ya había entrado en la órbita del interés investigador de Falcone y Borsellino por sus relaciones con la mafia y que ha optado por convivir con la mafia y estrechar entendimientos, ha comenzado una nueva temporada bajo la bandera de la normalización con el regreso abierto al campo de personalidades como Dell'Utri, Cuffaro y otros, habilitados para dictar la agenda política y seleccionar candidatos para cargos institucionales. La normalización que alcanzó su cúspide con la proclamación del luto nacional por la muerte de Berlusconi, va acompañada de una intolerancia hacia los que no respetan los cánones culturales autorizados de la antimafia gubernamental, intolerancia que se manifestó abiertamente el 23 de mayo de este año, en que, con motivo de las celebraciones del aniversario de la masacre de Capaci, se impidió a los estudiantes y a numerosos representantes de la antimafia social el acceso a la calle Notarbartolo y al palco de honor frente al árbol de Falcone, por temor a que con sus manifestaciones de disidencia podrían perturbar la actuación en ese escenario del alcalde Lagalla, designado como candidato a ese cargo por Dell'Utri. A los golpes de cachiporra se suma el reclamo de silencio, expulsando de las escuelas y espacios culturales a quienes son tildados de malos profesores: Di Matteo, Lodato y otros. La normalización es un preludio al revisionismo en el terreno dual de las masacres neofascistas y las masacres de la mafia política del bienio 1992/1993. Los exponentes de la mayoría han propuesto una comisión parlamentaria sobre las masacres neofascistas para acusar al terrorismo internacional de su concepción y ejecución. La honorable Chiara Colosimo, nueva presidenta de la Comisión Parlamentaria Antimafia -fotografiada en una pose "no institucional" con Luigi Ciavardini, condenado por la masacre de Bolonia, el mismo Ciavardini con quien Giorgia Meloni participó en manifestaciones públicas de crítica en contra las sentencias dictadas por el poder judicial de Bolonia- no considera útil, por su parte, continuar la actividad de la Comisión Antimafia sobre las masacres del bienio 1992/1993 y sobre la participación en dichas masacres de neofascistas vinculados a los servicios secretos como Paolo Bellini, así como exponentes del Estado artífices de una impresionante secuencia de desvíos que parecen ser la clonación de aquellos puestos en marcha para las masacres neofascistas de los años setenta y ochenta y con los mismos propósitos. En plena sintonía con quienes creen que es necesario evitar que las generaciones más jóvenes se dejen engañar por las reconstrucciones de la antimafia "nihilista", para impedir que les "roben su historia" y que pierdan la fe en el Estado, la nueva presidenta anticipó que pretende abordar únicamente la masacre de via D'Amelio, desconectándola de las masacres de Capaci, de las de 1993 y de la singularidad del plan de desestabilización política del que esas masacres fueron todos momentos de implementación. Gracias a este análisis, será posible centrarse quirúrgicamente sólo en la pista según la cual Borsellino fue asesinado por los sospechosos habituales, Riina y compañía, y sólo en los intereses económicos eventuales de la época en el ámbito de las adquisiciones, excluyendo las habituales "tonterías" de participación en esa masacre y en las demás de exponentes de los aparatos estatales, autores de desvíos destinados a encubrir causas y protagonistas políticos que fueron mucho más allá de los intereses económicos contingentes de 1992, protagonistas y cómplices excelentes que gracias a esas masacres pasaron ilesos de la primera a la segunda república, perpetuando sus privilegios, su impunidad y su poder. Por otra parte, el entorno de Colosimo, además de su particular inspiración hacia los neofascistas condenados por masacres y asesinatos políticos, también siente una especial admiración por aquellos que han garantizado la impunidad de cómplices excelentes, como el general Gianadelio Maletti, jefe del departamento de contraespionaje del Sid en los años 1970, condenado con pena firme a 18 meses de prisión por complicidad con los responsables de la masacre de Piazza Fontana del 12 de diciembre de 1969, que causó 17 muertos y 88 heridos y que inició el período de masacres de la estrategia de tensión. El 14 de abril del 2022, el diputado de los Hermanos de Italia, Federico Mollicone, organizó una conferencia dedicada a la memoria del general en la sala capitular del Senado, calificándolo de "hombre de Estado que siempre observó la pertenencia al uniforme". El "gran juego" está, por tanto, en pleno apogeo y, a pesar de las apariencias, no se trata de historias del pasado, sino que atraviesa el presente y lo que está en juego es el control del futuro, porque las masacres siguen entre nosotros con su enorme carga de verdades negadas e inconfesables, magma ardiente que, si alguna vez brotara del cráter no extinguido de algún proceso, podría incinerar toda la porquería del régimen y -para usar las palabras de Falcone- nos enfrentan a la "necesidad de rehacer la historia de ciertos acontecimientos de nuestro país, incluso desde tiempos muy lejanos". Extraído de: micromega.net Foto de portada: © Deb Photo Foto 2: Nino Di Matteo © Paolo Bassani Foto 3: Saverio Lodato © Paolo Bassani |
VISCONTI, LA ANTIMAFIA DE LAS “TONTERÍAS” Y EL “GRAN JUEGO” ENTRE PASADO Y PRESENTE
- Roberto Scarpinato
- MAFIA ITALIANA