Viernes 6 Diciembre 2024

Muere el padre de Attilio Manca, toda una vida buscando justicia junto a su mujer e hijo

"Estoy aquí contigo, papá, no te preocupes. Dame tu mano, yo te llevo…". "Attilio... por fin has venido... abrázame...". La imagen está fuera de foco, la luz de la lámpara del dormitorio de Gino es débil. Pero es como si ese abrazo esperado desde hace tantos años traspasara el tiempo y el espacio. Angelina está marcada por los largos años de enfermedad de su esposo, postrada por estos últimos meses, semanas, días. Interminables, marcando un tiempo hecho de sufrimiento. Attilio entra en esa habitación como a cámara lenta, mira dulcemente a los ojos de su madre. Quien no lo ve, pero siente fuertemente su presencia. "Attilio… mi hijo…". "Mamá…". Es solo un momento.  Gino y Attilio salen de la habitación, padre e hijo reunidos otra vez. Por un instante, incluso Luca, el hermano menor, se conmueve con esa presencia. Que se disuelve en un batir de alas.

Así imaginé el fallecimiento de Gino Manca, con una sensación de tristeza y alegría en mi corazón. Tristeza porque Gino fue un segundo padre para mí, y cuando pienso en los días que vivimos juntos tengo una sensación de vacío. Pero también de alegría al pensar que Attilio puede haber venido a acompañarlo en este último viaje. Finalmente, su devastador sufrimiento en cuerpo y alma ha llegado a su fin, pero lamentablemente Gino no ha podido obtener justicia en este desafortunado país. Que ostentosamente se lo ha negado a toda su familia hasta este momento. Su batalla, como la de Angelina y Luca, se convierte ahora aún más en una apremiante petición de verdad, en una carrera contrarreloj.

Te amé, Gino, tanto. Me reflejé en el dolor sordo de tus ojos, allí encontré el dolor antiguo de todo padre que pierde a un hijo. Ese hilo roto que hoy por fin volviste a atar con el amor que te fue arrebatado y que no encontraba las palabras. Pero esas palabras tácitas estaban en tus ojos que las hacían llegar a mi corazón.

Gracias Gino, por tu pretensión de justicia envuelta en dignidad. Te vas con tu rostro honesto, lejos de este mundo de máscaras. Extrañaremos tus cariñosas atenciones, tu sonrisa, tu amabilidad. Pero protege a Angelina, dale fuerzas para continuar, protege a Luca en las batallas que librará y vela por todos los que seguirán luchando por Attilio.

Chau Gino, vuela libre.

P.S.: he querido retomar algunos pasajes de mi libro sobre Attilio Manca para recordar la profunda belleza de este hombre manso que nunca se ha rendido. L.B.

Capítulo VIII – Barcelona*

Llego a Barcellona Pozzo di Gotto con el tren de las 18:00. En la estación está Gino que ha venido a recogerme. Su cariño es desarmante, al igual que sus atenciones: me recuerda a mi padre. Al abrazarlo siento con fuerza su dolor -revestido de profunda dignidad- causado por la ausencia de un hijo amado. En el coche, de camino a casa, inmediatamente hablamos de Attilio y de la increíble lentitud de la investigación. Gino está algo desilusionado, observa el mundo a través del parabrisas como si estuviera muy, muy lejos. Mirándolo a los ojos recuerdo una vieja canción de Claudio Baglioni que hablaba de "ojos anegados por la lluvia de la vida". Esa lluvia se abatió sobre él y su familia como una violenta tormenta, dejando tras de sí escombros y profundos surcos. En unos minutos llegamos a la calle Spagnolo, Angelina nos espera en la puerta de la casa, detrás de ella Argo, el chihuahua diminuto, sigue ladrando. La sonrisa pensativa de esta mujer instantáneamente me hace sentir como en casa. Dejo la maleta en la habitación de Attilio donde voy a pasar la noche. En esa habitación todo habla de él. Sus libros, sus CDs, y luego de nuevo sus fotografías, muchas, colgadas en las paredes, o apoyadas en la librería. Me siento en la cama, en silencio, mientras mil pensamientos se precipitan. Saco la grabadora y me dispongo a emprender un viaje de regreso a la vida de Attilio y su familia.

Gino

No es fácil tener que revivir sentimientos y emociones, encerrados en los recuerdos de toda una vida, para quienes llevan la síntesis de un dolor sin remedio marcado en el cuerpo y el alma, como una huella imborrable. La humildad de este padre es desarmante. El inseparable Argo se acurruca en su regazo, Gino sonríe y deja que el dique que contiene el lago formado por las gotas de su memoria se abra por completo.

"Tengo un gran recuerdo, inolvidable, de la relación que tuve con Attilio. Aunque hablábamos poco, nos entendíamos con una mirada. La de Attilio era profunda y sobre todo luminosa, inolvidable. No podía negarle lo que me pedía. Negarle algo a alguien que amas es imposible. Una vez, Attilio se había comprado recientemente una moto 600, me dijo que me subiera, pero yo no quise porque me parecía ridículo que un viejo pudiera andar en moto. Attilio insistió: "Sube papá, vamos a dar una vuelta", y me llevó a 20 km de Barcellona, ​​a la montaña. Una vez que llegamos empezó a fotografiar a un pastor con su rebaño envuelto en la niebla. Recuerdo el contraste entre el negro del abrigo del pastor y el blanco de la niebla. Otras veces nos llevaba a la playa, a Angelina y a mí, porque le encantaba estar en la playa, y nos decía: "si yo no estuviera aquí, nunca verían estos lugares". Attilio estuvo siempre a nuestro lado, como lo sigue estando hoy. Recuerdo que cuando se mudó a París por un año, para una especialización en técnicas médicas para el tratamiento del cáncer de próstata por laparoscopia, nos dijo que fuéramos a verlo. Y fuimos. Attilio iba a trabajar temprano al hospital y llegaba muy tarde a casa, se tiraba en la cama y muchas veces se dormía. Una vez le pregunté: "¿Por qué te quedas tanto tiempo?", y me respondió: "Papá, cuantas más intervenciones veo, más práctico me vuelvo". Attilio era muy humilde, sabía hablar hasta con las personas más sencillas. Hay una fotografía donde se lo ve abrazando a una anciana criada negra de la casa donde iba a comer. Mi hijo sabía comunicarse con todos: tanto con personas humildes como educadas y siempre encontraba la manera de llevarse bien con la gente. Una vez en las montañas, en Montalbano (cerca de Messina), Attilio empezó a hablar con unos campesinos que enlazaban cebollas y con otros que desgranaban el maíz. Luego los fotografió. Cuando Attilio estaba a punto de irse le dieron vino, ricota, y otras cosas. Años después una amiga suya nos dijo que Attilio había escrito unas 50 páginas de una novela autobiográfica, pero nunca encontramos nada, su computadora fue incautada por la Policía y todavía no nos fue devuelta".

La mirada de Gino se pierde en la habitación de Attilio, donde tantas veces entró a saludarlo por la mañana, chocando con los montones de libros esparcidos por el suelo.

"Creo que la sensibilidad es innata, no se puede conquistar, se nace así o no. Además de su sensibilidad, Attilio nos daba se protección, siempre decía: 'Papá, mamá, no tienen que preocuparse, yo los cuido'. Hoy, en cambio, más allá de Luca, no tenemos nadie que piense en nosotros. Pero es precisamente su sensibilidad lo que lo llevó a la destrucción, porque creía inmensamente en el valor de la amistad. Pero era unilateral. A los que consideraba sus amigos, después de su muerte no hemos vuelto a saber de ellos. Incluso aquellos que creía que eran sus mejores amigos lo traicionaron. Encontramos este sentido de la amistad en la historia, en la leyenda y, sobre todo, en la religión. En la historia cuando Bruto traiciona a Julio César, en la leyenda cuando Gano de Maguncia traiciona a Carlomagno y en la religión tenemos dos grandes ejemplos: Judas que traiciona a Jesús, Lucifer que traiciona al mismo Dios, y podemos agregar a Caín y Abel. La de Attilio es una tragedia que se suma a todas estas".

Una tragedia que Gino revive desde el momento en que le comunican que su hijo ha muerto.

"Ese momento fue indescriptible e inolvidable. Cuando un padre se entera de que un hijo ha fallecido, es lo más terrible que le puede pasar. Un padre nunca puede superar la muerte de un hijo. Pueden pasar años, siglos, pero es una herida enorme que sigue sangrando. Desde el momento en que murió Attilio he carecido de su protección. Con él yo no era el padre, sino el hijo: los papeles estaban invertidos. Yo creía enormemente en él. Hoy extraño todo de Attilio. Hay un vacío a mi alrededor, ya no tengo ningún placer o interés. Antes me encantaba ir al cine, al teatro, me gustaba escribir cuentos basados ​​en mis recuerdos del pasado. Ahora, aunque mire la tele, después de un rato me distraigo, lo más mínimo es suficiente para que la mente vuelva a los recuerdos relacionados con Attilio. La única pasión que me queda es escribir sobre Attilio: juntar esos pensamientos para recordar quién era mi hijo, su gran entusiasmo, su gran inteligencia. A los 17 años Attilio sabía traducir del griego y del latín sin diccionario, leía con fluidez las obras de escritores griegos y latinos en el idioma original. Los profesores dijeron que nunca habían tenido un alumno así. Fue el primero en operar por vía laparoscópica un cáncer de próstata con apenas 30 años, recuerdo que lo llamaban de hospitales de otras ciudades como Bolonia, Rávena, Ferrara y él mismo quedaba asombrado de cómo era recibido. Attilio está siempre a mi lado, no hay un momento del día en que no lo sienta cerca".

Con una mano Gino se tapa los ojos, los diques de la represa bierta poco antes ya no existen. Dolor, amargura y, sobre todo, ese claro sentimiento de no tener tiempo para obtener justicia.

"La Fiscalía de Viterbo no tuvo en cuenta nuestra oposición a los pedidos de archivo de la causa, nunca nos escucharon, y eso ya es bastante malo. Una Fiscalía correcta debería ante todo interrogar a los familiares de quien murió. En cambio, la fiscalía de Viterbo no solo no interrogó a las personas que habíamos denunciado, sino que también nos sacó del juicio, ¡una gran decepción! Durante la rueda de prensa del fiscal Pazienti y su suplente Petroselli sentimos que nos tomaron el pelo. Una vez un sacerdote me dijo: 'Creo que las madres de los asesinos están mejor porque tienen la esperanza de volver a ver a su hijo, en cambio ustedes ya no verás al suyo, aunque haya sido honesto'. Estas palabras me traspasaron el corazón una vez más. Es algo incomprensible. Sería muy difícil soportar la visión de un hijo asesino con vida, mejor muerto pero honesto. Ahora tengo 81 años y conozco la duración de los juicios en Italia: el de la masacre de Via D'Amelio, así como el de la investigación del asesinato de Agostino (han pasado 25 años y esos son crímenes mafiosos). Mi mayor derrota es no poder tener la verdad judicial. El caso de Attilio es considerado por la Fiscalía de Viterbo como una muerte por sobredosis; nosotros conocemos la verdad 'histórica' ​​y todos la saben, pero me gustaría conocer la judicial. ¿Cuántos años más tienen que pasar?".

La conciencia del tiempo que corre inexorablemente mientras la espera de la verdad se prolonga hasta el amargo final consume lentamente a este anciano padre. Quien con demasiada frecuencia no logra vivir la más mínima cotidianeidad.

"Tuve una doble tragedia: la de la muerte de Attilio que es inmensa, y la sospecha de que miembros de mi propia familia pudieran estar involucrados en esa muerte. Eso no lo puedo establecer todavía, porque no hay juicio, pero la duda permanece y eso me atormenta".

Un tormento interior que Gino conoce muy bien, que permanece latente y que se manifiesta sobre todo en sus momentos de soledad.

"Sé que no soy el único que ha sido golpeado por tal tragedia, muchos otros desde la antigüedad han vivido una tragedia similar. Soy creyente y más allá de ser cristiano, musulmán o budista creo en un ser sobrenatural. Pero no puedo imaginar que mi Dios pueda golpearme atrozmente. Un Dios no golpea, como un padre no puede herir cruelmente a su hijo. Como escribió Sófocles, Electra conoció a quien había matado a su padre y se vengó. Pero yo no quiero venganza: solo justicia y verdad. A menudo me he preguntado por qué el dolor de un padre pasa a un segundo plano. Desde la antigüedad siempre se ha considerado al hombre fuerte, aquel que debía y aún debe ocultar sus sentimientos. Nunca hablamos del dolor de José, solo hablamos del de María cuando Jesús se fue. No podía y todavía no puedo hablar en público. Si hablo de Attilio me emociono y me da vergüenza aparecer así. Me encerré en mi dolor. La pérdida de un hijo es algo indescriptible, uno nunca se puede imaginar. Se dice que el tiempo alivia el dolor, y en cambio yo digo que el tiempo exacerba el dolor. Con el paso de los años los recuerdos casi se desvanecen en una niebla, la niebla que envolvía al pastor que Attilio había fotografiado... esa niebla envuelve los recuerdos, las imágenes y la voz. Lo extrañas, y aumenta el dolor, porque te gustaría recordar, pero solo recuerdas imágenes, ya no tienes cuerpo para ver ni recordar. Todo eso aumenta el dolor y a veces no me deja dormir".

Entre los muchos pensamientos de Gino también está el de que su propio hijo terminó aplastado dentro de ese "pacto" entre la mafia y el Estado.

"Creo que la historia de Attilio es parte de la tratativa. Bien podría haber seguido viviendo y siendo médico de la mafia, pero como él mismo había escrito en un texto, no podía ceder a compromisos. Eso estaba a años luz de él. Y si la muerte de Attilio fue parte de la tratativa, es muy difícil que la verdad salga a la luz. Antes deberían morir todas las personas que protegieron la fuga de Provenzano. ¿Cómo puede un hombre estar prófugo durante más de 40 años sin nadie que lo proteja? El propio Matteo Messina Denaro: ¿por qué no lo encuentran? Porque existen ciertos compromisos entre la mafia y la política. ¡Porque no quieren encontrarlo!".

El pequeño Argo se ha quedado dormido en el regazo de Gino, su amo lo acaricia con cariño mientras su respiración se alarga.

"Si pudiera hablar con Attilio le diría que debería habernos dicho a nosotros, sus padres, lo que le estaba pasando. Su sentido de protección era tan alto que no quería entristecernos al revelarnos en qué situación se encontraba. Hoy le diría: hiciste mal, porque hasta los padres más humildes saben aconsejar bien a sus hijos. ¿Por qué no nos involucraste, Attilio? ¿Por qué no le revelaste lo que sabías al profesor Ronzoni, o a tu amigo y colega Fattorini? Creo que lo amenazaron al punto de decirle que, si hablaba, los familiares, amigos, los parientes más cercanos que amaba, se verían afectados. Y por eso no habló. Hoy no puedo descansar: creo que se lo contó a falsos amigos".

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La redacción de ANTIMAFIADuemila expresa sus más sinceras y profundas condolencias a Angela Gentile, Luca Manca y a toda la familia de Attilio Manca

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*Extraído del libro "La mafia ordena suicídate Attilio Manca"

*Info: attiliomanca.it

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*Foto de portada: Amtimafia Duemila

​*Foto 2: Attilio Manca junto a su padre Gino y su madre Angela

*Foto 3: Attilio Manca con sus padres en su tercer cumpleaños

*Foto 4: Attilio Manca con una asistente en París

*Foto 5: Gino y el pequeño Attilio

*Foto 6: Gino Manca y Angela Gentile jóvenes

*Foto 7: Attilio Manca con el profesor Ronzoni y otros colegas del Policlínico Gemelli de Roma