El arte con mayúsculas, a la hora de evocar, homenajear y ponderar a una personalidad, fundamentalmente histórica -dentro de cualquier ámbito-, y dedicarle una sobrada memoria, resultan siempre una muy grata oportunidad para rendirle a ella gratitud infinita, porque, además, en esta oportunidad, se trata de un personaje que sembró literalmente, sentimientos de justicia, funcionales a la verdad y en favor de la vida. Me estoy refiriendo literalmete a una mujer íntegra, una fotógrafa única e inigualable, llamada Letizia Battaglia, a quien conocí personalmente en Palermo hace ya algunos años, tengo que decirlo -con sincero regocijo- gracias a mis amigos Giorgio Bongiovanni y Lorenzo Baldo. Un encuentro del que nunca renegaré hasta el final de mis días.

A un año de su partida, evocarla con el arte como decía al inicio, entiendo que ha resultado ser una muy acertada opción, por parte de la joven actriz Sonia Bongiovanni, quien además de ser la líder y fundadora del Movimiento Cultural Internacional Our Voice, es hija de nuestro director. Una interpretación a su estilo; con su personalidad artística, y con el acompañamiento en guitarra de Pietro Calligaris. Una interpretación ejemplar de las palabras de la misma Letizia Battaglia dirigiéndose -en tono esperanzador- a los jóvenes, como era su modalidad, en la cotidianidad de la vida en su Palermo natal.

Trascribimos un tramo extraído de la actuación de Sonia Bongiovanni con motivo de la celebración en el pasado año, de la conferencia “Traicionados, asesinados, olvidados”, evento organizado oportunamente por Antimafia Duemila, el 23 de mayo.

"Es muy importante que los jóvenes entiendan la importancia de ver florecer la belleza –dijo Letizia Battaglia– Me gustaría hablar con los jóvenes para decirles que se puede, se puede, se puede... la vida es maravillosa, este mundo es un buen lugar para quedarse si no hubiera guerras, injusticias, si no hubiera abusos, todo sería hermoso. Sería fácil administrar una tierra con justicia, sin fronteras, sin diversidad de colores de piel, sin divisiones entre bellos y feos, enanos, tullidos... todos somos criaturas de esta Tierra... Siento la belleza, a los 80 años no me he cerrado en mi egoísmo, no sé de dónde viene esta fuerza, pero a pesar de mis problemas físicos me siento fuerte para estar de pie, sin agacharme y sin aceptar compromisos".

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Lorenzo Baldo, de Antimafia Duemila, ha sido uno de los más cercanos a Letizia, y Letizia -literalmente- lo adoptó afectivamente, con una contundencia indiscutible; lo encaró como un hijo suyo, como un nieto suyo, como un compañero de lucha suyo, como un amigo, que sin tiempo ni espacio, le resultó grato compartir con él, una causa que para ella era su vida misma, en su inmensidad, con el sello de revolucionaria íntegra, por ser ella misma una mujer íntegra, única e incomparable.

Lorenzo Baldo ha sido más que preciso, más que contundente, recordándola, y su pluma nos ha regocijado a todos. El título de su artículo Letizia Battaglia: vivir y morir por amor nos ha sido un regalo, para la memoria de una mujer que con el valor que la caracterizó -y me consta, porque yo mismo, desde que la conocí descubrí ese coraje singular y excelso- hizo de su camino en Palermo una pura lucha, por amor a Palermo, su tierra natal.

Sigue a continuación el aporte literario de Lorenzo Baldo. Su escritura no podía estar ausente en el aniversario de Letizia Battaglia. Porque Lorenzo Baldo, es él mismo, otro ser emblemático, punto de referencia universal de esta mujer admirable, sin titubear, y sin dudar. Gracias, Lorenzo, entonces. Gracias, Letizia, en definitiva.

LETIZIA BATTAGLIA: VIVIR Y MORIR POR AMOR

Arte mayusculo y merecida memoria para una mujer integra Letizia Battaglia 2

Palabras inmortales a un año de la muerte de la gran fotógrafa palermitana

Por Lorenzo Baldo

¿Dónde estás, Letizia? Te busco en las fotografías que dejaste, en las miradas de los que inmortalizaste, en la belleza de los seres humanos que buscaste desesperadamente. Pero ahora es tu ausencia la que se convierte en la imagen de un silencio. Que fuerte aliento entrando de puntillas en tu casa. Lo que veo frente a mí es una película. Y esta vez soy solo un espectador observando una escena que ya ha sido vivida. Estás sentada detrás de la mesa y yo estoy frente a ti con una pequeña grabadora. Estás fumando otro cigarrillo. Pippo está acostado a tus pies. Una nube de humo lo envuelve todo. El tiempo y el espacio pierden las referencias humanas. Me observo, me veo sacando una hoja con unos apuntes, consciente de que de poco servirá. Porque tus respuestas abrumarán cualquier hipótesis previa. Y eso está bien. Estamos cerca de tu cumpleaños, "los primeros 80 años" de Letizia Battaglia. Las palabras del poeta estadounidense Ezra Pound son empujadas hacia arriba por el humo de otro cigarrillo que se apaga en el cenicero: "Lo que realmente amas permanece, el resto es desperdicio. Lo que amas de verdad no te será arrebatado. Lo que verdaderamente amas es tu verdadera herencia. ¿De quién es el mundo, de mí, de ellos o de nadie?".

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¿A quién pertenece, Letizia? ¿Quién sabe amar más allá de sí mismo? ¿Quién lucha por un ideal de justicia? ¿O quién en medio de la oscuridad persiste en buscar la belleza? "Lo sueño por mis nietos –responde segura–, por el niño que mataron en el Zen. Sigo soñando con la belleza. Para mí, la belleza es justicia. No hay belleza sin justicia". La voz está cansada, pero nunca vencida. "Sueño que las batallas emprendidas no se pierden del todo, que algo vendrá, que de estas semillas que hemos arrojado a la tierra nacerán flores. Sueño con poder ver algo de esta belleza. Antes de irme me gustaría ver nacer las primeras hojas y como 80 años son pocos, a lo mejor veo nacer estas florecitas, o a lo mejor estoy delirando porque aún no es el momento...". Quién sabe, a lo mejor en los últimos años has visto nacer unas florecitas, y otras no. "Es muy importante que los jóvenes entiendan la importancia de ver florecer la belleza. Me gustaría hablar con los jóvenes para decirles que se puede, se puede, se puede… la vida es maravillosa, este mundo es un lugar hermoso para estar si no hubiera guerras, injusticia, si no hubiera abusos. Todo seria hermoso. También sería fácil administrar una tierra con justicia, sin fronteras, sin diversidad de colores de piel, sin divisiones entre bellos y feos, enanos, tullidos. Todos somos criaturas de esta tierra". Una tierra sin fronteras, Letizia; lo que hoy parece cada vez más una utopía. Pero quizás, como dijo el gran escritor Eduardo Galeano: "La utopía es como el horizonte: camino dos pasos, y se aleja dos pasos. Camino diez pasos, y él se aleja diez pasos. El horizonte es inalcanzable. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, para seguir caminando". Mientras tanto, sin embargo, continúan las divisiones provocadas por el hombre, las guerras y los trastornos climáticos. Y mientras el hambre avanza cada vez más en el mundo, muchos gobiernos –incluido el nuestro– continúan gastando millones de dólares para enviar armas a países en guerra, siguiendo directivas de ultramar que son nada menos que criminales, con el riesgo tangible de una tercera guerra mundial.

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"Siempre me ha gustado que las cosas salgan bien, incluso de niña, recuerdo ir a llevar comida a una mujer que no tenía hogar. Amé a la humanidad –añade en un suspiro– amo mucho a los animales, los considero maravillosos, tal como deberíamos ser nosotros. Amo a la tierra para tocarla, al mar para sumergirme. Somos afortunados de tener este mundo que amo. Vivo en Palermo y aquí está mi pequeña lucha, pero el término 'aquí' también significa Libia o Siria. Realmente me gustaría que todos nos sintiéramos hermanos, me importa muy poco si todo esto puede parecer retórico, es lo que siento. Siento la injusticia que existe, y es mucha. Yo no acepto la violencia, pero entiendo lo que puede llevar a una persona a convertirse en narcotraficante o asesino cuando estás rodeado de la más absoluta degradación, hay tanta injusticia en la base. Si hubiera una sociedad justa en la que todos naciésemos iguales y luego eligiéramos nuestro propio camino, el mundo sería un lugar mejor". Sí, Letizia, una sociedad más justa, donde, como decía Mauro Rostagno, valga la pena encontrar un sitio. Lo cual no fue fácil de encontrar para ti. "Mi padre no entendía lo que era un ser humano femenino. Yo estaba en una sociedad donde una mujer no era considerada. Pasé por todo esto mientras aún había una pelea. Esta pelea la libré yo sola, sin percibir que era justa, cuando era muy complicado salir indemne".

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Especialmente en una ciudad como Palermo. Que Letizia amaba y odiaba a la enésima potencia. "Yo odiaba a Palermo cuando no era una mujer libre, cuando no tenía trabajo, cuando estaba casada con una persona que no me respetaba porque no era capaz de respetarme, entonces lo cuidé hasta el último día de su enfermedad, pero me hizo mucho mal. Quería irme de Palermo porque era como una prisión donde no había posibilidad de pelear. En cierto momento me hice fotógrafa y fotografiando entendí más. Para amar hay que entender y ahí fue cuando más entendí a esta ciudad. Comprendí los errores que cometimos, los horrores que se perpetraron contra esta maravillosa tierra que es Sicilia. Sólo si comprendes si se ama de verdad. Empecé a amarla tanto que me convertí en su esclava. Soy una esclava de Palermo en el sentido de que no puedo abandonarla, no puedo dejarla, es como si sintiera que tengo que protegerla. Empecé a amar Palermo cuando pude empezar a pelear. Si eres incapaz de ser útil, de relacionarte con la ciudad, eres impotente y si eres impotente no puedes amar". Y por su Palermo Letizia luchó con todo: son los años de la "Primavera de Palermo", es 1986 y se convierte en concejala de habitabilidad en el municipio de Leoluca Orlando. "Me sentí tan fuerte, tan llena de energía, estaba tan feliz de que la gente me hiciera preguntas y que yo pudiera responderlas. Hice quitar las piedras de una calle, la puse más bonita, la pulí, hice sacar la basura. Para mí esto fue algo espectacular, además de poder ayudar a las personas sin hogar. En ese momento estaba feliz, me levantaba muy temprano en la mañana para ir con los trabajadores de una parte a otra de la ciudad. La gente trabajaba feliz conmigo, sentía que de esa manera era posible construir una sociedad feliz sin explotar a nadie, trabajando de la manera correcta, dejando huellas de amor".

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Para Letizia ese proyecto de vida significaba "no darle espacio a mafias grandes y pequeñas, cada uno a su manera luchaba por la belleza, por la justicia, porque es justo mantener una ciudad limpia. Lo primero que hice fue poner bancos frente a la prisión de Ucciardone para que se sentaran las mujeres que llegaban cargadas de paquetes para sus familiares, yo no quería que se quedaran de pie. luego hice construir una oficina municipal dentro de la cárcel de Ucciardone para que las reclusas pudieran reunirse con los trabajadores sociales".

Mafia: en una sola palabra está todo el infierno que Letizia vio con sus propios ojos. "Fotografié los horrores de la mafia, traté de honrar a las mujeres que sufrían, nunca tomé fotos de escándalos, ni siquiera cuando fotografié a los arrestados tenía ganas de que los filmaran, porque al final, fotografiar a mafiosos y delincuentes en de cierta manera es una cosa de cobardes: le tomo una foto al que mató y solo demuestro que es un criminal. Pero de esa manera ¡no lo ayudo! Es como si eso me hubiera llevado a tener remordimientos. Y creo que tenemos remordimientos si la sociedad está llena de mafia: significa que no hemos podido dar nada más y por lo tanto también somos culpables y responsables". La ira y el dolor atraviesan a esta mujer. Sin embargo, es capaz de soñar con una Sicilia sin todos los mártires de la mafia. "Siempre lo soñé. Por eso todos tratamos de luchar. ¿Cómo sería esta tierra? Sin duda sería respetada: no habría obras públicas indignas, carreteras inútiles que terminan contra una montaña, no habría Pizzo Sella la colina del deshonor, no habría costas contaminadas, sería una tierra hermosa. Tenemos toda la cultura, que llevamos con nosotros a lo largo de los siglos, puede que tengamos otros tantos para el futuro, pero en los últimos años hemos producido muy poco. Nuestro tiempo es de barbarie, creo que no podemos tener planes y no puedo explicar por qué".

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Sí Letizia, este es un tiempo de barbarie, que nos roba el alma y nos deja heridos en el suelo. La desilusión a menudo trata de ganarnos la partida, especialmente cuando nos damos cuenta de que hemos caído en la trampa del "divide y vencerás" tendida por el sistema de poder. Que, a través de innobles restricciones o imposiciones, ha favorecido enfrentamientos y divisiones entre los seres humanos, pero que por ello serán juzgados por la historia, incluso antes que por la justicia. En medio de este delirio están, sin embargo, tus niñas, Letizia, esas en las que te reflejaste. "Cuando miro a las niñas que fotografío, me conmueven porque me veo reflejada en ellas, quizás porque estaba rota a los 10, 11, a su edad. Me hace llorar pensar en el futuro de las niñas, pero también en el de los muchachos que hoy no tienen perspectivas, muchos estudian, se gradúan ¿y luego? Sin embargo, creo que tenemos que luchar para que haya un futuro hermoso para estas criaturas, pero no sé si estamos maduros, no lo sé". La duda que tienes es también mía, sobre todo cuando observo el loco frenesí de una sociedad hiperconectada donde no nos damos cuenta de la soledad que nos atenaza, dentro y fuera de nosotros.

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"Considero tan importante la derrota como la victoria –decías con seguridad–. Perder también es importante, perder, levantarse, seguir adelante, ese es nuestro trabajo: caer, sufrir y luego volver a levantarnos, con una sonrisa, una caricia, un puñetazo y luego volver a empezar. Si pienso en lo que vive Nino Di Matteo, siento mucho sufrimiento, lo que hace lo está haciendo por nosotros. Pienso también en el juez argentino Nisman que fue asesinado, eso también tiene que ver con nosotros, está todo conectado". Sí, Letizia, todo está conectado, y los ataques violentos dirigidos contra magistrados honrados como Nino Di Matteo son el espejo de un país que no quiere la verdad sobre las masacres de Estado. Bastaría con abrir los ojos y tomar conciencia, no dejar nunca de amar y de luchar.

"Luchar siempre tiene sentido –insistías con fuerza–. Nunca se debe parar. Yo creo, sin embargo, que no se debe luchar con espíritu de 'guerrero', no me interesa ese espíritu, creo que la guerra es diferente a la lucha. No quiero lastimar a nadie, ni quiero pasar por encima de nadie. Luchar es otra cosa: luchas por el pan, por la paz, por la belleza, por tu honor, por defender tu fragilidad. Siento esa belleza: a los 80 años no me he encerrado en mi egoísmo, no sé de dónde viene esta fuerza, pero a pesar de mis problemas físicos me siento fuerte para estar de pie, sin agacharme y sin aceptar compromisos". Te quedaste en silencio por un momento y luego agregaste con un suspiro: "Espero que se nazca por amor. Morir por amor, claro, pero también morir con amor, con amor". Ese mismo amor totalizante de todos los que te querían, que te envolvió como un manto hace un año, cuando te fuiste.

La entrevista ha terminado, me veo guardando la grabadora y preparándome para irme. Quisiera sacudirlo, obligarlo a detenerse de nuevo para decirle que te abrace fuerte, sin motivo alguno: uno de esos abrazos silenciosos e infinitos. Pero el final de esta película no se puede cambiar. Sigues detrás de esa nube de humo, Letizia. Sonriendo con picardía y obligándonos, con tu ejemplo de vida, a seguir adelante, siempre y en todo caso. Porque nada termina cuando se vive y cuando se ama de verdad.

Foto de portada © Shobha

Foto 3: Una joven Letizia Battaglia © Santi Caleca

Foto 4: Letizia junto al fotógrafo Josef Koudelka © Shobha

Foto 5: La niña y el rayo de sol © Letizia Battaglia. © Archivo Letizia Battaglia

Foto 6: El general Carlo Alberto dalla Chiesa junto a su esposa Emanuela Setti Carraro © Archivo Letizia Battaglia

Foto 7: Letizia Battaglia con la foto tomada a la viuda Rosaria Costa Schifani © Shobha

Foto 8:Letizia Battaglia junto a Franco Zecchin © Shobha