Dueño de secretos indecibles

Matteo Messina Denaro, hoy de 60 años, es considerado el máximo exponente de la Cosa Nostra. Permaneció prófugo de la justicia por casi 30 años, acusado de participar en los sangrientos atentados del 92, en los que fueron asesinados los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Fue capturado por el servicio de Carabineros de Italia, en el centro de Palermo, en Sicilia, mientras esperaba ser atendido en una clínica médica. Cuando fue cercado, ante la pregunta del oficial, respondió: “Soy Messina Denaro”.

Hijo de una estirpe mafiosa

Matteo Messina Denaro, nació el 26 de abril de 1962 en Castelveltrano, un pequeño pueblo en la provincia de Trapani, en el extremo oeste de Sicilia. Su padre, Francesco Messina Denaro, era el capo de la ciudad y dueño de la Banca Sicula, por aquellos años una de las instituciones financieras más prominentes de la isla, y parte de un circuito de dinero internacional, que posicionaba a Messina Denaro en un lugar privilegiado entre los poderosos. En los años 80, durante la segunda guerra de mafia, fue aliado de los Corloneses, la facción liderada por Salvatore Toto Riina, quien lideró los ataques contra la facción liderada por Tano Badalamenti. Los corloneses, quienes fueron extremadamente sanguinarios, resultaron victoriosos y se hicieron con el poder indiscutido de Cosa Nostra, y en particular con el lucrativo negocio del narcotráfico.

La mafia de Trapani, dijo el arrepentido Nino Giuffrè, “es la más intacta, la menos afectada por las fuerzas del orden, y es un punto de encuentro entre los países árabes, Estados Unidos y diversos componentes que giran en torno a la mafia, por ejemplo, la masonería y los servicios secretos desviados. Hoy a la cabeza de esta zona se encuentra el personaje más importante de Cosa Nostra: Matteo Messina Denaro”.

Para ese entonces Matteo era tan solo un muchacho, pero no cualquier muchacho. A los 14 años ya manejaba armas, y era preparado para ser uno de los fieles soldados de las lógicas mafiosas.

Diabolik

La mafia exige sangre, por vendetta o por negocios, y quienes ascienden hacia la cúpula deben estar dispuestos a tomarla. “Diabolik, U siccu, Alessio, Luciano, ‘La testa dell'acqua’, Iddu, ‘U Diu’, el Premier, ‘el conocido’, tantos apodos para indicar un solo nombre: Matteo Messina Denaro”, decía el director de Antimafia Duemila Giorgio Bongiovanni, en un dossier donde se explica detalladamente la vida criminal del infame “súper prófugo”, como lo nombró también la prensa.

Matteo fue apadrinado directamente por el Capi di tuti Capi, Toto Riina. Bajo sus alas, sus negras alas, el muchacho de estirpe elitista, se convirtió en un sanguinario asesino. Se lo ha nombrado vinculado directamente a por lo menos setenta homicidios. Por su ligamen de sangre, y por su affidamento a Cosa Nostra, fue elegido para formar parte de la cuadrilla de asesinos que, a principios de 1992, se instalaron en Roma durante varios días para seguir de cerca los pasos del juez Giovanni Falcone, quien para ese entonces se había convertido en el enemigo número uno, no solo de Cosa Nostra.

El asesinato era, para avezados asesinos, bastante sencillo. Por aquellos años la custodia de los magistrados era precaria, aunque realizada con mucha valentía por miembros de las fuerzas de seguridad. La tropa de sicarios había decidido realizar un asalto con armas de fuego largas, fusiles y kaláshnikov. Una maniobra rápida, fugaz, en medio de la muchedumbre que correría ante el pánico, abriendo paso para la fuga. Frío, y sin levantar mucha polvareda. Pero a último momento Riina canceló la acción, sabrá Dios por cuáles condiciones. Lo cierto es que el 23 de mayo de 1992, cuando se desplazaba por la autopista de Capacci, una explosión detonada a distancia, con tecnología militar de avanzada, hizo temblar el firmamento de la Sicilia dando muerte de manera prácticamente instantánea al juez Giovanni Falcone, a su esposa, la jueza Francesca Morvillo y los agentes de la escolta, Vito Schifani, Antonio Montinaro y Rocco Dicillo.

Luego llegaría el atentado de vía D’Amelio, donde fuera asesinado el juez Paolo Borsellino. Por ambos atentados Matteo Messina Denaro, en ese presente de 30 años, fue condenado en ausencia a cadena perpetua como autor intelectual. Al año siguiente, en 1993, participó junto con la línea sangrienta de Cosa Nostra, que le declaró abiertamente la guerra al Estado, de los atentados en Florencia, Milán y Roma. Atentados que fueron dirigidos directamente contra la población civil, una modalidad que, según distintos arrepentidos, era ajena a Cosa Nostra.

Esta violencia exacerbada fue parte de un dialogo permanente entre el Estado y la mafia. Una relación de poder que quedó expresamente reflejada en personajes como Salvo Lima, Silvio Berlusconi o Marcello Dell’Utri. Estos acuerdos quedarían reflejados a partir de las investigaciones judiciales que iniciaron a partir de los atentados, y que llegaron a consolidarse en primera instancia en la causa la Tratativa Estado-mafia. Una violencia que volvió a asomar su feo rostro tras las amenazas contra el magistrado Nino Di Matteo.

Superprófugo

Lamentablemente es común en la historia italiana que los máximos exponentes del crimen organizado caminen libremente por las calles de las ciudades italianas, y no solo. En América Latina todos recordamos a Rocco Morabito, que paseaba tranquilamente por las calles de Punta del Este, mientras operaba la logística del narcotráfico de gran escala. Toto Riina estuvo prófugo por casi 23 años, fue detenido tiempo después de las masacres. Treinta y ocho años como prófugo fue el récord que registró Bernardo Provenzano quien, capturado Riina, fue la cabeza de Cosa Nostra, y el responsable de implementar la política de sumersión, con la cual la histórica mafia logró convencer a la gran mayoría de la ciudadanía que había sido derrotada, y que había dejado de existir.

Nada más falso que esto. Cosa Nostra no desapareció, por el contrario, se hizo más visible que nunca, tan visible que gran parte de sus negocios comenzaron a realizarlos en los mercados legales, a través del reciclaje de dinero y la reinversión en las bolsas de valores e incluso en los bonos de deuda externa de los países. Y es aquí, donde la estirpe bancaria y empresarial de Diabolik volvió a tomar impulso, gracias a la cobertura y a la impunidad de ciertos sectores del Estado que literalmente, nunca lo buscaron. Y no es porque sí. Matteo Messina Denaro es el guardián de los secretos de las masacres y de los vínculos entre el Estado y la mafia, como lo declaró el arrepentido Nino Giuffre, al recordar la anécdota en la que Riina le dijo que si algo le pasaba –cuando estaba por ser detenido-, Messina Denaro y Giuseppe Graviano lo sabían todo.

Foto: Policía de Italia

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