En las reflexiones de Natalia Ginzburg

Por AMDuemila-27 de diciembre de 2022

El mundo está en guerra. Hay niños que mueren de hambre y experimentan un gran sufrimiento. Hay injusticias y abusos que muchos, demasiados pueblos se ven obligados a vivir. La libertad es continuamente sofocada y violada. Cada uno debe asumir la parte que le corresponde, sea creyente o no. En las palabras de una artista como Natalia Ginzburg encontramos el espíritu que encierra el sentimiento de una nueva humanidad.

Ella, que nació en una familia oprimida por las leyes raciales y por un régimen opuesto a la libertad de pensamiento, ha sabido ir más allá del dolor.

Su compromiso se manifestó a través de la escritura, del cine y del activismo político. Aquí proponemos uno de sus textos, publicado en el diario L'Unità el 22 de marzo de 1988.

El crucifijo no genera ninguna discriminación.

Él está en silencio.

Es la imagen de la revolución cristiana, que difundió en todo el mundo la idea de la igualdad entre los hombres, hasta entonces ausente.

La revolución cristiana cambió al mundo.

¿Queremos negar que cambió al mundo?

Llevamos casi dos mil años diciendo "antes de Cristo" y "después de Cristo".

¿Queremos dejar de decir eso?

El crucifijo es el símbolo del dolor humano.

La corona de espinas y los clavos evocan sus sufrimientos. La cruz, que creemos que está en lo alto de una montaña, es el signo de la soledad ante la muerte.

No conozco otro signo que transmita con tanta fuerza el sentido de nuestro destino humano.

El crucifijo es parte de la historia del mundo.

Para los católicos, Jesucristo es el Hijo de Dios, para los no católicos, puede ser simplemente la imagen de alguien que fue vendido, traicionado, martirizado y muerto en la cruz por amor a Dios y al prójimo.

Quien es ateo borra la idea de Dios, pero se queda con la idea del prójimo.

Se podrá decir que muchos fueron vendidos, traicionados y martirizados por su fe, por su prójimo o por las generaciones futuras, y no hay imágenes de ellos en las paredes de las escuelas.

Es cierto, pero el crucifijo los representa a todos.

¿Por qué los representa a todos?

Porque antes de Cristo nadie había dicho jamás que todos los hombres son iguales y son hermanos, ricos y pobres, creyentes y no creyentes, judíos y no judíos, negros y blancos, y nadie antes de él había dicho que en el centro de nuestra existencia debemos ubicar la solidaridad entre los hombres.

Jesucristo llevó la cruz. Y todos hemos llevado el peso de una gran desventura sobre nuestros hombros.

Y a esta desventura le damos el nombre de cruz, aunque no seamos católicos, porque la idea de la cruz está impresa en nuestro pensamiento desde hace demasiados siglos.

Algunas palabras de Cristo las tenemos siempre presente, y podemos ser seculares, ateos o lo que se quiera, pero igual fluctúan siempre en nuestros pensamientos.

Él dijo: "Ama a tu prójimo como a ti mismo".

Son palabras que ya estaban escritas en el Antiguo Testamento, pero que se convirtieron en el fundamento de la revolución cristiana.

Son la clave de todo.

El crucifijo es parte de la historia del mundo.

Feliz Navidad y próspero Año Nuevo les desea Giorgio Bongiovanni y toda la redacción de ANTIMAFIA Duemila.

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*Imagen de portada: diseño gráfico de Paolo Bassani