La guerra real o la amenaza de guerra, la guerra de la que sólo nos damos cuenta cuando se acerca a nosotros y a nuestros intereses, pero que sin tregua baña de sangre a tantas regiones del mundo. La guerra que no "estalla" de repente, sino que -incubada por quienes se aprovechan de ella- se levanta y se propaga con fuerza destructiva, abrumando a las personas, a los ecosistemas y a los patrimonios históricos y culturales.
No son solo los Estados y las coaliciones los que van a la guerra entre sí. Antes, o al mismo tiempo, son los poderosos los que declaran la guerra a sus pueblos, los ricos que no luchan contra la pobreza sino contra los pobres, dolorosos testigos de su injusticia, los violentos que se enfurecen contra los mansos y los inconformes, y de cuyas manos depende el futuro del planeta.
Hay una relación de fuerzas que no se da entre ejércitos desplegados, sino entre los que tienen el poder de la fuerza y los que solo esperan justicia. Quién está en condiciones de decidir y quién no.
Y esto debería estar más claro que nunca hoy. De hecho, durante la pandemia, la producción y venta de armamento aumentó en todo el mundo, incluida Italia. Mientras el mundo de la medicina y la ciencia se esforzaba en salvar vidas del Covid, otros usaban los fondos para comprar herramientas de muerte, para ponerlas en manos de esas mismas vidas que habían sido salvadas. He aquí la insensatez de la guerra, que comienza mucho antes de que estalle.
Frente a todo ello, la paz no puede promoverse en forma de llamamiento genérico, ni, únicamente, de convicción de fe. No puede reducirse a lo que Don Tonino Bello -que siempre practicó la paz y no sólo la proclamó en formas retóricas o tranquilizadoras- llamó el "monoteísmo de la paz". De hecho, existe un vínculo necesario entre la paz y la justicia, entre la paz y los derechos humanos, ya que sólo si se fundamenta en el reconocimiento de la dignidad de las personas, la paz es verdadera y está destinada a perdurar. De lo contrario, es una tregua inestable, un acuerdo contingente impulsado por intereses de otro tipo.
Hoy, entonces, debemos concebir la paz como una tensión, una construcción cotidiana que comienza con cada uno de nosotros, con nuestras relaciones más cercanas. Una sociedad atravesada por la competencia y el conflicto siempre será terreno fértil para la guerra. Pero si aprendemos a escuchar, a practicar el intercambio de opiniones pacífico, el reconocimiento incluso de aquellos que nos parecen distintos y "obedientes", abonaremos campos de paz.
Nuestro pensamiento y nuestro compromiso están con cualquier persona del mundo, más allá de pertenencias y fronteras, que esté comprometida con desenmascarar la guerra no "fría" sino oculta, de la que nace y estalla la de las bombas y los cañones. Nuestro pensamiento y nuestro compromiso están con quienes se arriesgan para vivir y sostener la paz.
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*Luigi Ciotti presidente de Libera - Grupo Abele
https://www.libera.it/schede-1873-una_guerra_scaturita_da_una_pace_armata
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*Extraído de Antimafia Duemila
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*Foto de portada: Voce com Ve