"Esta oficina necesita redefinir las recientes declaraciones realizadas a este Ministerio Público por Giuseppe Graviano, en relación a la posesión actual de documentos útiles para las investigaciones por parte de sujetos cercanos a él a fin de verificar la existencia de las relaciones económicas señaladas por el mismo, lo que constituiría el antecedente de la estrategia que condujo a la ejecución de las masacres del bienio 1993-1994".
Estas son las razones por las que ayer por la mañana los agentes de la División de Investigaciones Antimafia (DIA), entre Palermo, Rovigo y Roma, ejecutaron un decreto de allanamiento ordenado por el Ministerio Público de Florencia en los domicilios de familiares y amigos cercanos de Giuseppe Graviano, jefe de Brancaccio y protagonista absoluto de aquellas masacres que ensangrentaron Italia a principios de los años noventa.
El documento de tres páginas, según informan algunos periódicos, está firmado por el fiscal general Giuseppe Creazzo y por los fiscales adjuntos Luca Turco y Luca Tescaroli.
Una medida que forma parte de las investigaciones sobre autores intelectuales externos de las masacres de 1993 por las que fueron indagados, en el 2017, el exprimer ministro Silvio Berlusconi y el exsenador Marcello Dell'Utri.
En ese momento, el impulso investigativo lo dieron las palabras pronunciadas en prisión por el jefe Giuseppe Graviano, cuando fue interceptado por los fiscales de Palermo en el juicio sobre la Tratativa Estado-mafia, mientras hablaba con un compañero de celda, Umberto Adinolfi en la cárcel de Ascoli Piceno.
"Berlusca me pidió esta cortesía... por eso era urgente...", dijo el jefe de la mafia siciliana, sugiriendo que el propio Berlusconi pudo haber tenido algún papel en esa terrible temporada.
Y siempre en esas intercepciones relataba haber conocido y mantenido contactos con Berlusconi y, en particular, haberse 'sentado' juntos y haber 'comido y bebido' juntos.
En el 2020 hubo un nuevo impulso investigativo cuando Giuseppe Graviano, sorprendentemente, decidió romper su largo silencio en el juicio 'Ndrangheta Stragista.
Respondiendo a las preguntas del fiscal adjunto Giuseppe Lombardo y de las partes civiles, Graviano incluso agregó detalles, dando su propia explicación a esas referencias hechas anteriormente.
"Estoy dando algunos elementos -dijo en la audiencia del 8 de febrero del 2020- si quieren investigar investiguen, ya pasé 26 años en prisión y los estoy cumpliendo con dignidad, estoy en un área restringida sin mantas en invierno, no tengo ni nunca he tenido miedo de los hombres, solo de Dios, estoy bien en la cárcel, estamos de paso por este mundo. Todos son héroes en Italia... veremos si son héroes o arribistas".
Ese fue el día en que dijo que se había encontrado con Silvio Berlusconi como prófugo "al menos tres veces" y que la última habría tenido lugar en diciembre de 1993, o unas semanas antes de su detención (ocurrida el 27 de enero de 1994), en un departamento de Milano 3. ("Ocurrió en Milano 3, fue una cena. Nos encontramos Berlusconi, mi primo y yo. Había otras personas que yo no conocía. Discutimos la formalización de las sociedades").
Los papeles escritos
La naturaleza de esas relaciones entre la familia Graviano y Silvio Berlusconi sería de carácter económico y, según el jefe mafioso, se remontaría a principios de los años setenta cuando le pidieron a su abuelo "que invirtiera veinte mil millones de liras en el Norte que le rendirían el 20 por ciento". "Mi abuelo (Filippo Quartararo, ndr) quería participar en esa empresa y cuidar de sus cosas -agrega en su flujo de conciencia- fue a ver a mi padre quien sin embargo le dijo que no quería participar y que no quería que se involucrara a los nietos. El abuelo no tenía ese dinero, solo había reunido cuatro mil quinientos millones. Cuando murió mi padre, mi abuelo nos dijo a mi primo, Salvatore Graviano, que siempre andaba con él, y a mí, la verdad. Nos habló de la sociedad con los empresarios del Norte, porque no tenía a nadie más a quien acudir. Dijo: "Tenemos esta situación, yo sigo adelante. Tu papá no quiere que hable contigo. Pero soy viejo y ahora tienes que ocuparte tú. Mi primo Salvo y yo dijimos: lo pensaremos. Consultamos con el Sr. Giuseppe Greco, el padre de Michele Greco. Decidimos que sí y nos fuimos a Milán. Y mi abuelo nos presentó al Sr. Berlusconi, entonces entendimos de qué se trataba esta sociedad. Poco después mi abuelo, que tenía más de 80 años, murió".
Y luego agregó: "Berlusconi nos presentó la sociedad, estábamos solo él, mi primo, mi abuelo y yo con el abogado Canzonieri y quería que nuestros nombres aparecieran en los papeles de la sociedad porque el dinero era lícito, limpio, debíamos ingresar formalmente en la sociedad mi abuelo y los que habían invertido el dinero. Estábamos allí con mi abuelo porque él a esas alturas ya era muy anciano, teníamos que estar preparados para ocupar su lugar una vez que muriera".
Evidentemente, el abogado de Berlusconi, Nicolò Ghedini, respondió de inmediato a estas declaraciones definiéndolas como "total y absolutamente desprovistas de todo fundamento, desconectadas de la realidad y descaradamente difamatorias".
Los jueces de la Corte d’Assise de Reggio Calabria también estimaron que las declaraciones de Graviano no eran creíbles ("En referencia a las presuntas relaciones económicas con Silvio Berlusconi denunciadas por el imputado, hay que destacar que son indemostrables, por cuanto carecen de toda prueba y de cualquier confirmación").
Pero el fiscal de Florencia quiere aclarar aún más las cosas.
Evidentemente Giuseppe Graviano no es un colaborador de justicia, pero sus palabras deben verificarse sobre todo desde el momento que en repetidas ocasiones afirmó sobre la existencia de una carta privada que acreditaría la relación con Berlusconi, aunque nunca se hubiera formalizado el ingreso oficial en la sociedad.
El 14 de febrero del 2020, aún en el juicio ante el Juzgado de Penal de Reggio Calabria, declaró: "La tenía mi primo: en el 2002, cuando estaba a punto de morir, su esposa me envió una carta porque quería hablar conmigo. Fue mi hermano, pero quería hablar conmigo. Tal vez, quería decirme dónde estaba la carta".
Y sería también sobre estos puntos que los fiscales florentinos están buscando pruebas, después de que el pasado 14 de octubre la DIA presentara un informe.
Porque al mismo tiempo, en los últimos meses, Graviano accedió a reunirse con los magistrados y a responder a sus preguntas, asistido por su defensor de confianza.
Después del primer interrogatorio, obviamente clasificado, habría habido otros dos en los que el jefe de Brancaccio volvería a hablar de estos hechos.
Por supuesto, siempre debe tenerse en cuenta que el jefe de Brancaccio, condenado junto con su hermano Filippo por las masacres de '92-'93, por el asesinato de Don Pino Puglisi y ahora también por los asesinatos de los carabineros de Calabria en 1994, no es colaborador de justicia.
A diferencia de su hermano Filippo, Giuseppe Graviano ni siquiera ha expresado la voluntad de desvincularse de Cosa Nostra.
Y es obvio que esta renovada locuacidad pocos meses después de la reapertura del proceso calabrés, es también el resultado de un cálculo. El mismo que lo hizo, durante el juicio 'Ndrangheta Stragista, señalar con el dedo a Silvio Berlusconi, enviar mensajes, hablar de las penurias sufridas con el régimen del 41 bis para luego volver a un obstinado silencio.
Todo esto tuvo lugar en un momento en el que Italia, más precisamente el Tribunal Constitucional, esperaba una respuesta tras las consideraciones de la Corte Europea de Derechos Humanos (CEDH) en materia de cadena perpetua.
Volviendo al operativo de ayer, cabe recordar que todos los sujetos registrados no están bajo investigación, sino que son terceros en la investigación.
Los hombres de la DIA supuestamente se llevaron algunas cajas de documentos luego de los allanamientos en ambas casas de las esposas de los dos históricos jefes de Brancaccio. Además de la esposa de Giuseppe y la de su hermano mayor, Filippo, también fue registrado el hijo de Giuseppe Graviano. Y, en Roma, también su hermano Benedetto Graviano y su hermana Nunzia. Luego, también dos parejas de Palermo cercanas al clan familiar.
Y, por supuesto, no podía faltar Sandra I., la viuda de Salvatore Graviano, primo de Giuseppe, nacido en 1962 y fallecido en el 2003, que fue señalado por Giuseppe Graviano como el hombre que habría mantenido relaciones con Berlusconi hasta 1994.
Los fiscales de Florencia en los últimos meses también le tomaron declaración a otra figura cercana a los hermanos Graviano: Salvatore Baiardo, el heladero piamontés que manejó la clandestinidad de los Graviano durante los años de las bombas.
Más allá de estas investigaciones por parte de la autoridad judicial, que son absolutamente necesarias para disipar las dudas sobre esa temporada de terror que azotó a nuestro país a principios de los noventa, como hemos recordado en otras ocasiones, entre memoriales y declaraciones, Graviano pudo haber realizado una estrategia destinada a enturbiar las aguas a los investigadores.
No es creíble cuando afirma que no conoce a Marcello Dell’Utri.
Y nos hace reflexionar el hecho de que el primo Salvatore, en el pasado arrestado por cargos menos graves y luego absuelto, señalado por él como el protagonista casi absoluto de la relación con el exprimer ministro, no sea pariente del rico abuelo materno.
Habrá que esperar el desarrollo de las investigaciones solicitadas por la Fiscalía de Florencia.
La hipótesis de los fiscales florentinos, aunque con múltiples condicionales, de que puede haber un vínculo entre esas presuntas relaciones económicas y las masacres, es un hecho que no solo hace inquietante el pasado, sino también el futuro. Especialmente hoy en día que el ex primer ministro, ya condenado, está entre los nombres en la carrera por un lugar en el Quirinale.
Sin embargo, sin las pruebas correspondientes, es fácil pensar que la causa terminará siendo archivada.
Y una vez más el partido quedaría en manos de Giuseppe Graviano, un jefe que está cansado de la cárcel y que es incapaz de aceptar que fue traicionado, dentro y fuera de Cosa Nostra.
Es heredero, junto con el super fugitivo de Castelvetrano, Matteo Messina Denaro, de secretos indecibles.
Y no olvidemos a un colaborador como Giovanni Brusca que, en el juicio contra Matteo Messina Denaro por las masacres del 92, habló de la confidencia que le hizo el jefe de jefes, Totò Riina, en diciembre de 1992, de que si le pasaba algo "los 'picciotti' Matteo Messina Denaro y Giuseppe Graviano lo sabían todo".
Y en ese todo seguramente estaban los planes de las masacres, pero también la estrategia política "gatopardesca" (como la llamó el fiscal adjunto Giuseppe Lombardo en la acusación del juicio 'Ndrangheta Stragista), para "mantener inalterado el equilibrio de poder" por un lado y por el otro para encontrar nuevos referentes políticos, capaces de ofrecer nuevas garantías.
Se comprobó con las declaraciones de decenas y decenas de colaboradores de justicia que Cosa Nostra abandonó el proyecto político Sicilia Libre para pasar 'decididamente' a Forza Italia.
Y también se sabe que Graviano fue arrestado exactamente el día después de que Berlusconi hubiera formalizado su descenso al campo con Forza Italia.
Si Graviano realmente quiere ofrecer un aporte a la verdad, no son suficientes los memoriales delirantes o los libros (anunció que quiere contar su historia en una publicación), sino acciones concretas que se puedan tomar en consideración solo después de haber roto todos los lazos con la mafia, colaborando oficialmente con la justicia, diciendo todo lo que sabe sobre las mentes perversas que mandan dentro y fuera de Cosa Nostra, dentro de ese sistema criminal integrado que condiciona a nuestra democracia.
En ese punto, quien se pondría a temblar, quizás, no serían solo los Berlusconi y Dell'Utri de turno, sino todo un país.
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*Foto de portada: antimafiaduemila.com