Lunes 2 Octubre 2023
Por Giorgio Bongiovanni-30 de agosto de 2021

Con disculpas "hipócritas" y "patéticas" y su renuncia como subsecretario de Economía, después de 22 días, finalizó la absurda historia del fascista de la Liga del Norte, Claudio Durigon. Terminó en el ojo de la tormenta (con el silencio del gobierno) por su absurda idea de cambiar el nombre del parque de Latina, para llamarlo Arnaldo Mussolini, como el hermano del Duce, en lugar de Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.

Una propuesta doblemente grave, como la definió el presidente de Libera, Don Luigi Ciotti, porque por un lado sacó a la superficie el recuerdo de dos mártires de nuestra historia republicana, dos padres de la Patria, bárbaramente asesinados por luchar contra el poder mafioso y los otros poderes oscuros que todavía hoy lo apoyan.

Luego se produjeron las intervenciones de Salvatore Borsellino, Maria Falcone y Giovanni Impastato que pidieron una acción decidida del primer ministro Mario Draghi que incluyera la expulsión oficial de Durigon. Nada de esto sucedió.

No hubo ninguna declaración oficial. Solo unas pocas conversaciones con el líder de la Liga, Matteo Salvini, y con el ministro de Desarrollo Económico Giancarlo Giorgetti, para que le "quitaran" el apoyo a Durigon, que no pudo evitar tener que marcharse.

El caso Durigon debería haberse cerrado, metafóricamente hablando, con una "patada en la boca" al subsecretario.

Como en la célebre película de Sergio Leone, "Por un puñado de dólares" con Clint Eastwood y Gian Maria Volonté.

"Mi mula se ofendió por los cuatro disparos entre las patas y exige una disculpa. Hacen mal en reírse. A mi mula no le gusta la gente que se ríe -decía el pistolero Clint Eastwood- inmediatamente tiene la impresión de que se ríen de ella. Pero si me prometen pedirle disculpas, con un par de patadas en la boca será suficiente".

La "mula" a defender, en este caso, son todos los ciudadanos italianos honestos que ya no quieren oír hablar de la mafia ni del fascismo. Los Durigones de turno son los criminales que dividieron a la ciudad de San Miguel. Merecían ser "pateados en la boca" o, mejor dicho, ser expulsado de la mayoría gubernamental.

Pero el silencio institucional pesa mucho. Como el de la lucha contra las mafias, que fue colocada en el último lugar por este amasijo de partidos y movimientos que gobierna, en el que se sientan a la misma mesa los representantes de Forza Italia, un partido cuyos fundadores incluyen a un hombre de la mafia (Marcello Dell'Utri, condenado en forma definitiva por concurso externo en asociación mafiosa y en primera instancia por la Tratativa Estado-mafia) y como líder un convicto, Silvio Berlusconi, que le pagaba a la mafia (como dicen las sentencias), junto con los "traidores" del Movimiento Cinco Estrellas.

Por no hablar, de hecho, de la propia Liga cuyo líder, políticamente cercano a la francesa Marine Le Pen y al húngaro Viktor Orban, ha demostrado repetidamente las derivas fascistas de su propio pensamiento.

Durigon finalmente se ha ido, pero eso no alcanza.

De este gobierno, no de los "mejores" sino de los poderosos, no compartimos nada.

El presidente del Consejo Mario Draghi, colocado allí específicamente para poner "las cuentas en orden" del mundo de la Economía y las Finanzas, cumple con su "deber".

Y la lucha contra las mafias y las nostálgicas ideologías fascistas son todo menos una prioridad.

Y esto sucede mientras los "judas", esos escuálidos personajes al servicio del "bufón de la corte" Beppe Grillo, siguen aferrados de forma indigna y vergonzosa a sus escaños, traicionando los ideales por los que millones de italianos, equivocadamente, votaron al falso Movimiento.

Personalmente, esperamos que Giuseppe Conte pueda despertar, tomar lo poco bueno que queda dentro del Movimiento Cinco Estrellas y, finalmente, pasar a la oposición, poniendo fin a este gobierno que, entre reformas a la injusticia, el debilitamiento del rigor de la cadena perpetua y los silencios, se va quitando poco a poco la máscara.

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*Foto de portada: Reelaboración gráfica de Paolo Bassani