Nino Di Matteo
Por Saverio Lodato-05 de julio del 2021

Setenta magistrados, de todas partes de Italia, firmaron un documento de solidaridad con Nino Di Matteo, nuevamente amenazado de muerte, esta vez no solo por Cosa Nostra, sino también por la 'Ndrangheta, y les solicitaron a "los principales organismos del Estado" que hagan sentir su firme determinación al respecto. Invitación dirigida al plenum del Consejo Superior de la Magistratura (CSM) y al jefe de Estado, Sergio Mattarella, quien preside el CSM.

Setenta golondrinas hacen primavera, indican que el clima ha cambiado, que por fin están saltando resortes profundos en el gran y variado mundo del poder judicial italiano, nunca, como en estos tiempos, aturdido por los escándalos, aniquilado por la avalancha de revelaciones sobre comportamientos indecorosos, indecentes, deshonrosos, envueltos en una sábana infinita, porque un pañuelo no alcanzaría para todos, de magistrados, de pequeño o alto rango, da igual, sobre los que recae la responsabilidad de haber manchado gravemente todo el cuerpo de la magistratura italiana.

Dentro de la sábana, como todo el mundo ha podido comprender, en estos dos años de goteo mediático, hay diferentes figuras. El miedoso junto al astuto. El arribista junto al corrupto. El estratega junto al porta bolsas. El comedor y el anciano Ganímedes. Poncio Pilatos junto a Judas. El conformista junto al perezoso por naturaleza. El calumniador profesional junto al imbécil. Todos unidos en una melaza gigantesca que si aún estuviera vivo el pobre Piero Calamandrei, autor del "Elogio de los jueces escrito por un abogado", tendría de qué horrorizarse. Y tendría buenas razones para ello.

Pero aquí nos gustaría recordar -para volver a las 70 golondrinas que hacen primavera -que por fin se han revelado los grandes diseños (tan grandes como sucios) que no solo se limitaban a promover a éste al puesto de aquél, con desprecio de títulos y profesionalismo, o a truncar o enfriar situaciones de fiscales y despachos recalentados, según el proverbio manzionano.

Grandes diseños, decíamos, concebidos para ganar las simpatías de un mundo político transversal alérgico a la legalidad, para hacerle un guiño a las instituciones, eternamente incapaces de decidir por lo mejor, felices de que otros hicieran el trabajo sucio por ellas, para dar, finalmente, a tantos representantes del mundo de los medios de comunicación la ocasión de poder decir y escribir que la magistratura tiene las horas contadas. Por no hablar de los antiguos inquilinos del Quirinal que tenían mucho que decir sobre las nominaciones cuando, en cambio, deberían haber permanecido institucionalmente silenciosos, como un pez.

Nino Di Matteo, de estos grandes diseños -y no solo él, se entiende- fue el cordero del sacrificio. Hubo cenas especiales, reuniones y chats secretos, para truncar su carrera, en cualquier oficina que estuviera, en cualquier oficina que solicitara ir. Se había comprendido que existían frenos fuertes, no claros, no justificados, inexplicables, que afectaban a su persona. Pero el Sistema, desde siempre, envolvió a Di Matteo en un manto de silencio típico de los regímenes autoritarios.

¿Por qué Di Matteo, con su experiencia, no pudo alcanzar la Fiscalía Nacional Antimafia? ¿Por qué siempre prefirieron a otros sin sus calificaciones? ¿Por qué cuando finalmente logró llegar a la super fiscalía, fue expulsado a las pocas semanas, con un pretexto, de la comisión de masacres?

¿Por qué el ballet, el teatro, el juego de las tres cartas, llámenlo como quieran, de su primero anunciada y luego perdida candidatura a la dirección del Departamento de Administración Penitenciaria (DAP)?

¿Por qué continuar con la acusación de haber inventado al falso arrepentido Vincenzo Scarantino en la masacre de via D'Amelio, cuando en media docena de ocasiones ya había tenido la oportunidad de demostrar que se ocupó del tema cuando otros, antes que él, ya habían hecho la tortilla?

Fue víctima de grandes diseños, Di Matteo.

Quizás también porque llevaba sobre sus hombros el peso de haber representado, junto a un puñado de sus compañeros, la acusación en el juicio prohibido, la de la Tratativa Estado-mafia. Proceso -no olvidemos- que ni siquiera a Giorgio Napolitano, entonces jefe de Estado, le gustó.

Todos estos escenarios ocultos, más de mil compañeros de Di Matteo ya los habían intuido cuando lo eligieron para el CSM, aunque no estuviera apoyado por ninguna corriente.

Hoy, 70 de ellos, toman lápiz y papel para cuestionar incluso al jefe de Estado, Sergio Mattarella. Y hace apenas unos días la Asociación Nacional de Magistrados finalmente firmó un documento de similar tenor.

Quizás ahora, gracias a las 70 golondrinas, que algunos juran que son más, la ministra de Justicia, Marta Cartabia, podrá pronunciar con fluidez el nombre de Di Matteo, una de las flores del ojal de un poder judicial que no se ha inclinado.

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*Foto de portada: © Imagoeconomica