Por Saverio Lodato-22 de mayo de 2021

Con los aniversarios de la masacre de Capaci, nunca se sabe por dónde empezar, porque siempre se corre el riesgo de la retórica y la banalidad.

Basta con decir que Giovanni Falcone, Francesca Morvillo, Antonio Montinaro, Rocco Dicillo y Vito Schifani fueron asesinados por ser incompatibles con la Italia de la época, eran demasiado honestos, demasiado decididos, demasiado leales a su trabajo, a sus uniformes y a la tarea que habían asumido.

Muertos, en consecuencia, el 23 de mayo de 1992 en la autopista de Capaci, a manos de la mafia. De acuerdo: esa fue la mano, pero ¿quién se escondía detrás de esa mano?

29 años después, esa pregunta sigue siendo la misma. No nos movemos de ahí.

¿Qué más hay que decir?

Nada: la infinidad del tiempo transcurrido no se presta a comentarios ni interpretaciones.

Pero hay quienes, justo en vísperas del habitual aniversario, queriendo romper los muros, se ven tentados a proponer lecturas inteligentes y decisivas, atrevidas e incluso contracorrientes.

Una forma de hacer -lo decimos desde ahora- que en nuestra opinión no ayuda a quienes siempre han creído, y creen, que aún queda un largo camino por recorrer para conocer la verdad.

Por ejemplo, Michele Santoro, un periodista que fue uno de los corifeos televisivos más aclamados de una lucha contra la mafia que era íntegra y libre de compromisos, hoy parece cansado del tema, desconfiado, pero no porque lo desgarre el gusano de la duda, sino tal vez debido al descubrimiento de teorías muy personales, que quizás le dan miedo.

Casi decepcionado de sí mismo.

Seamos claros: esta es la percepción que tenemos del Santoro de hoy.

Esto no significa que Santoro no esté convencido de haber hecho grandes descubrimientos. Está en su derecho. Tampoco existen leyes que obliguen a respetar un mínimo de coherencia. Todo lo que necesitamos es esto.

Veamos, ahora, los descubrimientos de Santoro.

Cosa Nostra nunca ha recibido lecciones de nadie, y mucho menos órdenes de arriba.

Siempre sometió a su voluntad, a la política y a los políticos.

Una Cosa Nostra inteligentísima, y por tanto, criminalmente autosuficiente.

Otra que mentes refinadísimas que dirigen la mafia desde el exterior, denunciadas por el propio Giovanni Falcone en una entrevista, a raíz de la fallida emboscada en Addaura, tres años antes de la masacre de Capaci.

¿A esto no lo tenemos en cuenta?

Una vez más para Santoro, no hay olor a azufre de los servicios, desviados o no, detrás de las grandes masacres que ensangrentaron a Italia de 1992 a 1994.

Inmaculados servicios secretos, instituciones diamantinas, sin dudas; como mucho un experto en explosivos mafioso para la posterior masacre en vía D'Amelio, con aspecto de policía, un brazo enyesado, el derecho o el izquierdo, no importa; en la ciudad y en el día equivocados, como parece ser este Avola arrepentido -según la Fiscalía de Caltanissetta- y al que Santoro apoya en su inédito colmo de bondad.

¿A esto tampoco lo tenemos en cuenta?

Luego hay un capítulo complejo y ambicioso que concierne a Silvio Berlusconi, Forza Italia y Marcello Dell’Utri, con Vittorio Mangano, el proverbial jefe de los establos de Arcore.

Hoy Santoro dice: "Ni Berlusconi ni Dell’Utri han podido ordenar las masacres a Cosa Nostra. Cosa Nostra evaluó políticamente que, con la llegada del líder de Forza Italia, se crearía un equilibrio favorable. Y en ese momento terminaron las masacres".

Este descubrimiento parece tener dimensiones gigantescas.

Berlusconi y Dell’Utri siguen siendo investigados en Florencia por la hipótesis de que estuvieron entre los instigadores de las masacres de 1993. Hecho que Santoro, que al menos esta vez debería aceptarlo, parece no tener en cuenta.

Pero hay más.

Santoro sostiene que Cosa Nostra, con motivo de la llegada al poder del líder de Forza Italia (Berlusconi), habría vislumbrado de inmediato la posibilidad de un equilibrio más favorable para ella. Hasta el punto de interrumpir definitivamente la temporada de masacres ya cometidas, para -y esto lo deducimos nosotros- presentarse a cobrar.

Y aquí es donde nos perdemos.

En síntesis: si Forza Italia no tuvo nada que ver con las masacres (y así debe haber sido) ¿por qué las masacres deberían tener algo que ver con Forza Italia y sus líderes?

Parece asistir a una versión revisada y corregida del "Ecce bombo" de Nanni Moretti: "Giro, veo gente, me muevo... hago masacres... y luego me presento a cobrar políticamente...".

¿Se organizó una escena de masacres que venía de un solo lado, pero con el objetivo de un deseo inconsciente? Una vez más no logramos entender.

Dado que aún existen investigaciones abiertas por parte de la magistratura sobre todo el asunto, ¿no habría sido aconsejable una mayor prudencia?

¿Qué sabe Michele Santoro?

Santoro sabe exactamente lo mismo que nosotros: nada, nada de nada.

Desde que se inventaron los investigadores y los jueces, el sentido común no quiere que el ciudadano común los reemplace.

Hagamos un último ejemplo, el de la segunda instancia del proceso sobre la Tratativa Estado-mafia de Palermo, concluido en primera instancia con duras condenas incluso para hombres uniformados, que en pocas semanas más llegará a sentencia.

En él hay cientos de páginas pobladas por oscuras y perturbadoras figuras institucionales y para institucionales, que desmienten documentadamente el cuento de hadas de todas las temporadas, incluidos los aniversarios, respecto a que Cosa Nostra hizo todo sola durante décadas y décadas.

¿No lo tenemos en cuenta una vez más?

Y casi para terminar con una floritura, Santoro hoy se pregunta, y nos pregunta, a boca de jarro: ¿y la mafia dónde está?

¿A dónde se fue?

Buena pregunta.

Con esta pregunta, para la cual no parece tener respuesta, nos deja con lo mejor.

Lejos de los años, lejos del corazón del corifeo televisivo que fue, casi no duda -con la honestidad intelectual que hay que reconocerle- en derramar cenizas sobre su cabeza.

Inevitable.

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*Foto de portada: © Shobha

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