Jueves 25 Abril 2024

Por Don Luigi Ciotti (*)

La paz no es sólo la ausencia de guerra, sino que proviene de la dignidad, de la libertad y del derecho de todos a vivir en las condiciones que crean esas cosas.

Y la Paz nace de la inquietud de los corazones y de las conciencias. No se trata de vivir en Paz, sino de vivir para la Paz. Hay demasiados que quieren vivir en Paz. Y no luchan por crear las condiciones para la Paz.

Gandhi tenía razón. Gandhi fue el profeta que dijo: "No hay camino que lleve a la Paz, pero la Paz es el camino".

Y el Papa Francisco también tenía razón con lo que dijo en el avión. Llevaba unos meses como Papa y estaba volviendo de Turquía. Alguien juzgó de inmediato esas palabras cuando en el avión dijo: "Se está gestando una Tercera Guerra Mundial, fragmentada en pedazos, sobre la faz de la Tierra". Hoy podemos decir que ya está la Tercera Guerra Mundial en pedazos.

Hay 60 naciones que están en guerra: no es solo la de nuestra casa. De las otras 59 guerras, alguien recuerda solo de a ratos esa carnicería, porque es una carnicería que tiene lugar sobre la faz de nuestro planeta.

Pero la guerra surge siempre de la locura de los individuos que se identifican consigo mismos, que niegan al otro, dentro y fuera de sí mismos. Son individuos que se creen autosuficientes y que usan a otros para su propio beneficio, o los matan, o los meten en prisión. Y a veces, debido a varios intereses, colaboramos con algunos de estos dictadores. Es el caso de Giulio Regeni, por ejemplo. Miles de personas en las cárceles. La vergüenza de Europa que da miles de millones a Turquía para que retenga a unos miles de personas que buscan su libertad y su dignidad.

Entonces, amigos, tenemos que decidir si frente al mal al igual que siempre solo queremos tratar el síntoma o, por el contrario, queremos profundizar para erradicar el mal de raíz. Y desarraigar el mal significa garantizar la justicia social y la justicia ambiental en todas las latitudes. Y saben muy bien que los antídotos de la guerra, de todas las guerras, son los derechos fundamentales del ser humano: es decir, aquellos derechos que permiten a todo ser humano llevar una vida libre y digna, derechos para todos y todas sobre la faz de nuestro planeta Tierra.

El peligro más grave para la humanidad, lo dijo con palabras muy claras un gran obispo brasileño que se llamó Helder Cámara, que vivía en medio de los pobres, y lo repito aquí hoy: "El peligro más grave para la humanidad no lo representa la bomba atómica, la bomba H, sino la bomba M: la miseria, la pobreza del pueblo", esa es la bomba que estalla sobre la faz del planeta y lo que hay que hacer no se hace. Es una bomba que puede explotar en cualquier momento y ustedes saben muy bien que la pobreza es la fuente de las guerras y la pobreza es también el fruto de las guerras. Y así las guerras van empeorando el sufrimiento de los pobres y a la vez creando nuevos pobres. Esto es lo que sucede mientras, por otro lado, con las guerras crecen las ganancias de unos pocos. Los ricos son cada vez más ricos, mientras la mayoría se aleja cada vez más del bienestar.

Entonces, no podemos olvidar que no solo existe la violencia armada. A las guerras libradas con enfrentamientos armados se suman guerras menos visibles, pero no menos crueles que se libran en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, familias y negocios. Entonces, por fuerza, la guerra es una aventura sin retorno, es la decadencia de la humanidad y nunca podrá resolver los conflictos.

Son los mercaderes de la muerte quienes ganan con ello, que casualmente, ahora mismo todos los datos nos muestran que han hecho negocios de oro: 2.113 billones de dólares para gastos militares, es una cifra nunca antes alcanzada sobre la faz del planeta. Y los 100 principales fabricantes y vendedores de armas totalizaron 532 mil millones de dólares en ganancias, mientras que la economía global se contraía a medida que la venta de armas aumentaba.

Hay 9 naciones, 9 Estados que hoy disponen de 12.705 armas nucleares, las oficiales, y se estima que 9.500 de esas armas nucleares están listas para ser usadas. Por no hablar de las armas químicas, climáticas y bacteriológicas. Si bien muchas naciones ya habían firmado un Pacto de Reducción de Armas Nucleares, por otro lado, tienen programas extensos y costosos en marcha para reemplazar y modernizar sus ojivas nucleares. Es decir, seguimos armándonos cada vez más.

También es una vergüenza, en este escenario, este mundo lleno de muros. Cuando se derrumbó el muro de Berlín, un aire nuevo se respiró sobre la faz de la Tierra; y después cayó el muro de Gorizia, que partía la ciudad en dos. Parecía el final de las paredes y los alambres de púas.

Pero ¿saben que hoy en día hay 77 muros en el planeta? Más de 50 mil km que cubrirían más que toda la circunferencia terrestre. Entonces ¿de qué estamos hablando? ¿Europa, la casa de los derechos?

Que se cierra por miedo, por egoísmo, por temor a los que vienen de lejos. Refugiados, migrantes, pobres de la tierra, tocan a las puertas en puertos cerrados. Esta es Europa: ¿cuna de la civilización? Esta es Italia: ¿cuna de la civilización?

Hoy Bérgamo y Brescia le abren las puertas a esta iniciativa de unión.

Abrazándose mientras cruzan el puente sobre el río Oglio, sobre las aguas que luego desembocan en el mar. Mar de aguas generadoras de vida, pero también donde, no puedo evitar pensarlo, se ha levantado una muralla marítima y, sobre todo, un gran cementerio en el Mediterráneo.

Amigos, la Paz nos hace decir con fuerza que la esperanza no es un delito, la inmigración no es un delito porque esperan, buscan la tierra prometida. Y los rechazamos. La esperanza de cambiar las condiciones de vida no puede ser un delito. Sin esperanza no hay vida. Y no se puede pretender saber quién tiene derecho a la esperanza y quién no, quién tiene derecho a vivir y quién no.

¿Cómo es posible? ¿Cómo es todo esto posible? ¡Debemos ser fuertes!

Debemos levantarnos para construir la Paz desde nuestra casa, en nuestras relaciones, en nuestros territorios. La Paz se construye en el pensamiento, en el lenguaje, en la práctica. Es necesario pensar en la Paz. Por favor, les ruego: ¡pensarla como algo que es posible!

Debemos hacer espacio para la Paz dentro de nosotros. La paz es un camino, hoy más difícil que nunca, que verdaderamente necesita la contribución de todos. Debemos construir la Paz con el lenguaje.

Ya hay demasiada agresividad en el hablar: se simplifica, se polariza y se pelea. Necesitamos palabras claras pero suaves. Sin duda es importante expresarse, pero hay que estudiar. La Paz necesita silencio y para un cristiano, la Paz también requiere reflexión, oración. ¡Ah! Y no olvidemos que Dios no es católico. ¡Dios ama a todos y es de todos!

La Paz necesita que seamos capaces de abrazar verdaderamente a todos. Y la Paz también se construye en las prácticas, en las acciones, en la concreción.

Amigos, ustedes saben muy bien que a menudo se acusa a los pacifistas de ser parlanchines, incapaces de proponer soluciones concretas y viables. Ustedes saben que muchos van a acusar a estas dos realidades que se encontraron en el puente Palazzolo sobre el río Oglio de ser personas que predican bien, pero solo para salir limpios del debate.

¡No! Los verdaderos pacifistas son constructores de paz que concretamente se ensucian las manos para lograr derechos y justicia, libertad y dignidad. Son esas ONG que salvan vidas en nuestros mares. Son esos médicos, esas asociaciones que están comprometidas sobre la faz de la Tierra. Son ustedes aquí hoy, los que han venido aquí juntos. Son esos misioneros que conviven con los humildes de la Tierra en países peligrosos. Estos son los pacifistas, los que realmente se ensucian las manos todos los días.

Tres palabras son fundamentales para construir la Paz: verdad, honestidad y responsabilidad.

La verdad.

No puede haber paz sin búsqueda de la verdad, sin transparencia del poder y de la política. La legalidad se basa en la igualdad.

Es imposible no recordar aquel barco que llegó a Italia hace más de 20 años, en la costa de Puglia, con 20 mil albaneses. Sin duda recordarán la gran generosidad de la gente de Puglia que los acogió. Pero también deben recordar que hubo una respuesta preocupante de la cual nacieron leyes intolerantes para muchos hermanos, porque ahí nació la ley Bossi-Fini y con ella un mecanismo vergonzoso por el cual, si un migrante cometía un delito, se le aplicaría una pena aumentada. 

Tuvieron que pasar dos años y la Corte Constitucional y la Corte Europeo dijeran que eso no era posible. No hay legalidad sin igualdad. En la historia de nuestro país hemos tenido leyes ad personam, hechas para proteger los intereses y poderes de alguien.

Entonces, la verdad es necesaria. Hay poderosos que gozan de impunidad, mientras siempre les hacemos pagar los costos rápidamente a los más débiles y frágiles.

La segunda palabra junto a la verdad es honestidad.

Tenemos un problema muy grave de corrupción, de robo de bienes públicos, de mafias. Hoy, la indiferencia marca la diferencia. Hoy las mafias son más fuertes que antes y son cada vez más fuertes en el norte de nuestro país. Y se empieza a comprender que en la mente de demasiadas personas se está pasando del crimen organizado mafioso al crimen normalizado: mafia, drogas, usura, apuestas, eco-mafias y todo tipo de tráficos se han convertido en uno de los muchos problemas, sin que casi nadie los considere uno de los muchos problemas.

Y si la política no atiende el problema de la cultura, la educación, la escuela, las políticas sociales, ¡la política se convierte en una política criminal!

Se vuelve criminal porque permite esta situación. Llevamos 150 años hablando de mafias y, a pesar del coraje, el sacrificio y el compromiso de muchos, los resultados que tocamos con las manos, las mejoras, no existen. Necesitamos más claridad, más fuerza, más determinación, porque las mafias y el crimen organizado son parásitos que matan desde dentro de nuestra sociedad. No se puede permanecer indiferente.

A los administradores les quiero decir unas palabras: amigos y amigas defendamos todos, por favor, la sacralidad de las instituciones. Debemos volvernos capaces de sacar cosas hermosas.

En primer lugar, debemos sacar a relucir las cosas lindas, positivas, importantes que existen en nuestras realidades, en nuestro país. Tenemos la responsabilidad de transmitir a nuestras conciencias, a los más jóvenes, el saber captar las cosas bellas, importantes y positivas. Cosas que no hacen ruido, que no son noticia, que nadie menciona, pero que ustedes las conocen en sus territorios, ¡que existen! Y que son maravillosas.

En segundo lugar, hay que distinguir entre la sacralidad de las instituciones y quién las gobierna. Y la gran mayoría de las personas que gobiernan las instituciones son hombres y mujeres de nuestro país, son gente hermosa. Pero también hay una minoría, de la cual se habla mucho y que no es digna de representar a las instituciones. Y todos la conocemos.

Miren, es un problema de transversalidad. Porque hay hombres y mujeres honestos, en diferentes formas, en todos los ámbitos. Pero también hay muchas personas en nuestro país que están más preocupadas por su estética que por su ética. ¡Fuerza! Debemos luchar por la honestidad.

Y luego, como últimas palabras, déjenme decir algo sobre la responsabilidad.

El cambio debe darse a partir de nosotros, de nuestra coherencia y por tanto el primer gesto de Paz, la primera acción concreta de Paz es mirarnos a nosotros mismos. 

Si estamos aquí es porque creemos en ello, estamos comprometidos. Pero también para nosotros, incluso para los que estamos comprometidos, hoy, más que nunca, es necesario un más. ¡El coraje -todos juntos- de tener más coraje!

(*) Discurso del presidente de Libera y Gruppo Abele en la marcha "Bergamo Brescia en Camino. Si quieres la paz, prepárate para la paz", Palazzolo Sull’Oglio (BS), 7 de mayo del 2023.
 
(**) Gracias a Ilaria Tomasi por la transcripción del discurso.
 
*Extraído de: liberalinformation.org
 
Foto: © Imagoeconomica