Sábado 20 Abril 2024
Por Jean Georges Almendras-14 de marzo de 2022

Ya las balas asesinas de los sicarios funcionales a los poderosos del Brasil, hace cuatro años, esta misma fecha, hicieron lo que tenían que hacer: sacar del medio a Marielle Franco, nacida en Río de Janeiro (en una favela) el 27 de julio de 1979. ¿Pero la sacaron realmente? No me parece. Solo lograron hacer una demostración de fuerza y soberbia, pero nada más, porque aún haciendo que desapareciese físicamente -aquel 14 de marzo de 2018- desbarrancándonos inexorablemente por la pendiente del dolor y de la indignación e impotencia frente a tanta saña criminal, entendemos hoy, que la lucha que ella llevaba adelante, en su tierra, se potenció y la resistencia conoció de nuevos horizontes y de nuevos protagonistas que al igual que ella recorrieron (y recorren) su mismo camino, homenajeándola a cada instante, segundo a segundo, hora tras hora, día a día.

Esa noche de sangre y crimen, no la podemos ignorar, ni olvidar, porque fue noche de terrorismo propio de Estado, porque estamos seguros que el Estado (y algunos muy selectos de sus personajes) estuvo hasta el cuello en el hecho, en el que además perdió la vida Anderson Pedro Mathias Gomes, el chofer que guiaba el vehículo en el que Marielle se encontraba, resultando igualmente herida de bala la secretaria de prensa que la acompañaba.

Tenía 38 años, cuando Marielle -socióloga y feminista- que ocupaba (desde el mes de enero de 2017) una banca de concejala en Río de Janeiro, cuando las balas asesinas la alcanzaron en el cráneo, apagándola en vida, pero que no fueron impedimento para que sus ideas, sus proyectos y propiamente su lucha, continuasen más vivas que ella misma. Porque abatirla de esa manera, no hizo más que multiplicarla. No hizo más que profundizar, con más fuerza, todas y cada una de las denuncias que ella en persona hizo públicas desde que fue consciente -siendo niña- que la lucha social, la lucha por sobrevivir dentro de las favelas, eran luchas contra el poder más corrompido que uno pudiese imaginar, contra el poder de las armas y contra el poder de un sistema devorador de esperanzas.

Algunas de sus denuncias públicas confrontaron sin titubeos ni medias tintas a las violencias desatadas contra quienes viven en las favelas, accionando a tales efectos grupos parapoliciales, que son mano de obra para ejecutar órdenes muy precisas de personalidades que desde las sombras del Estado, forman parte de una criminalidad organizada, que tiene objetivos propios, ideas propias y la obsesiva necesidad de ser dueños y señores de vidas humanas, de vidas que son para ellos puros obstáculos para sus cometidos non santos.

Y Marielle Franco, fue uno de esos obstáculos. Fue uno de sus más férreos enemigos. Uno de esos enemigos que había que sacar de circulación, con urgencia.

A cuatro años de esa noche fatídica no podemos desnaturalizarnos de nuestros propios sentimientos de adhesión a las luchas que blandió con valor indescriptible nuestra querida Marielle, y no podemos dejar un espacio en blanco, en nuestras páginas, y no recordarla, no homenajearla, no traerla a la memoria. No podemos. Es nuestra obligación, y nuestra esencia de la lucha como periodistas, hacerlo en contrario.

Cinco meses después de que las balas segaron su vida ya se supo en todos los rincones del Brasil que agentes del Estado habían participado del atentado. Ya era vox pópuli ese malsano entramado que conspiró contra Marielle, y en consecuencia que conspiró contra la democracia, la misma que hoy se enarbola como incorruptible y como idónea para la convivencia de una nación.

“Este hecho espeluznante es un ejemplo más de los peligros a que se enfrentan las defensoras y los defensores de los derechos humanos en Brasil. Como miembro de la Comisión de Derechos Humanos del estado de Río de Janeiro, Marielle se esforzaba sin descanso por defender los derechos de las mujeres negras y de la juventud de las favelas y otras comunidades marginadas”, oportunamente fueron las palabras de Jurema Werneck, directora de Amnistía Internacional para Brasil.

Y agregó: “Las autoridades brasileñas deben garantizar con prontitud una investigación exhaustiva e imparcial sobre este trágico homicidio. El Estado debe proteger a los testigos y supervivientes, determinar el motivo del asesinato de Marielle y poner a los culpables a disposición judicial. El gobierno no puede cruzarse de brazos y dejar que se mate a las defensoras y defensores de los derechos humanos con impunidad”.

Las balas que segaron la vida de Marielle no impidieron que su lucha tuviese sus frutos, o mejor dicho que esos frutos se visibilizaran con elocuencia a través de las formalidades del ámbito en el cual ella trabajó denodadamente como concejala. A los pocos meses del atentado, en el seno de la Cámara Municipal de Río de Janeiro se aprobaron cinco proyectos de ley que fueron oportunamente impulsados por Marielle, a saber: programa nocturno de acogida infantil de criaturas cuyas personas responsables trabajan o estudian; instauración del Día de la Mujer Negra; campaña para sensibilización sobre el acoso y la violencia sexual en espacios públicos y transporte colectivo, dossier Mujer Carioca (políticas públicas en las áreas de salud, asistencia social y derechos humanos); y cumplimiento de medidas judiciales para adolescentes en régimen abierto de libertad asistida o prestación de servicios a la comunidad.

A Marielle Franco, la militante y defensora de los derechos humanos y especialmente de los derechos de la mujer negra -y del empoderamiento de las mujeres que viven en las favelas-, le sobreviven una hija que al momento del atentado tenía 19 años, y también su pareja, una arquitecta y activista Mónica Tereza Benicio, quien fue amenazada, al punto que en el 2018 solicitó protección a las autoridades nacionales e internacionales.

Marielle era militante del PSOL, y como tal, al ser elegida como concejala de la Cámara Municipal carioca, criticó duramente la intervención federal en Río de Janeiro, denunciando a policías del 41 Batallón del Policía Militar por abusos de autoridad contra los habitantes de la favela Acari.

Horas antes del asesinato de Marielle, en uno de sus últimos tuits, refiriéndose a la muerte del joven Matheus Melo, en manos de la policía militar brasileña, en una de sus incursiones en una favela, se preguntaba en la red social, “¿Cuántos más deben morir para que acabe esta guerra?”.

Nosotros, parafraseándola, nos preguntamos, en este nuevo aniversario, ¿cuántas más como Marielle deben morir, así, en manos del poder nauseabundo diseminado por el mundo, para que acaben los autoritarismos, las segregaciones, las diferencias sociales, las homofobias, las exclusiones, las marginaciones, las violaciones a los derechos humanos y los atropellos a la vida humana, los abusos policiales, y las corrupciones dentro de la función pública y los Estados, que se hipócritamente se jactan y se precian de democráticos, libres y honestos?

¡¡Marielle Franco, estás mucho más presente que nunca!!

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*Foto de portada: Intendencia Municipal de Montevideo / Wikipedia