Por Jean Georges Almendras y Claudio Rojas-20 de enero de 2022

La victoria de Gabriel Boric en las elecciones del pasado 19 de diciembre registró una votación histórica de 4.5 millones de votos, superando en más de 10 puntos la apuesta presidencial de José Antonio Kast. 

Así, el próximo gobierno del otrora dirigente estudiantil, el más joven de los presidentes que ha ocupado el cargo en nuestra historia republicana, asumirá el desafío de cerrar el proceso constituyente que el mismo ayudó a consolidar la madrugada del 15 de noviembre de 2019

Veremos si su intensa trayectoria política vivida en poco más de una década le permitirá liderar el gobierno de transición con que Chile avanza hacia una nueva época.

Una nueva época, que se está caracterizando por los inevitables vaivenes de una vida política superada por las sorpresas, en medio de las nostalgias propias de los sectores populares chilenos respecto al período de gobierno de un hombre inigualable como lo fue Salvador Allende, cuya profunda huella no ha estado ausente en el alma de la nación chilena, desde que los testaferros y sicarios del imperio yanqui le cercenaran la vida en aquella oprobiosa jornada del 11 de setiembre de 1973.

Hoy, con Gabriel Boric, a las puertas mismas del Palacio de la Moneda, nos resulta imposible no mirar el pasado, para encontrarlo a él, al Allende militante sembrando aún sus ideas y pensamientos, y su sola gestión, con la ecuanimidad que lo caracterizó, y con la sabiduría que lo catapultó a los más encumbrados sitiales de una izquierda auténtica, que fue sello propio (y faro de connacionales y de generaciones, hasta nuestros días) y que hoy procura decir presente en un contexto de complejidad apabullante, no tanto, si acaso, para rememorar viejos triunfos, sino fundamentalmente, para preservar la memoria de un líder que ofrendando su vida a una causa universal, estaba convencido de que “mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Nos preguntamos, con igual convencimiento, si hoy estaremos de camino a la apertura de las grandes alamedas, y si verdaderamente pasara el hombre libre, después de tanto manoseo histórico, en una tierra que supo y sabe de dolores provocados por los que no hablan otro lenguaje que no sea el del más rancio fascismo. 

Desde el triunfo de Gabriel Boric en Chile, se vienen especulando, por lo menos tres suposiciones en torno a su gestión del gobierno próximo.  La primera, es de esperanza, esperando un gobierno de ayuda para los sectores más necesitados; la segunda, es de los que están esperando que inicie el gobierno para ver; y tercero, los que no ven en Boric, nada de lo prometido por él, sino más bien, una especie de gestión socialdemócrata, viendo en él los rasgos de un fascismo pinochetista.

También, algunos señalan que, al menos perdió la derecha neoliberal en Chile, expresada en el gobierno de Sebastián Piñera y se derrotó al fascismo de Kast, reivindicándose la larga lucha de años en Chile buscando bienestar para todos los sectores de la sociedad. 

En este mar de supuestos, dudas y argumentaciones, vamos a presentar algunas consideraciones. 

Tal como indica el escritor Omar Rafael García Lazo, el neoliberalismo llegó a América Latina de la mano de Pinochet. Desde entonces, Chile se consolidó como un gran aliado de Estados Unidos y el mejor ejemplo de democracia y crecimiento económico sostenido, obviamente, sin mirar los efectos sociales colaterales.

Durante décadas, Chile fue acumulando una deuda social, que amenazó con estallar en varias ocasiones, y desde la revuelta de octubre 2019, se produjo una masiva protesta que estremeció los cimientos neoliberales del país.

En los dos últimos años, se dirime un pulso entre las fuerzas progresistas y la derecha, que tuvo su primera señal de cambio en las grandes protestas sociales que derivaron en la elección e instalación de una Convención Constituyente, comicios en los que la derecha tradicional, no obtuvo un buen resultado, mientras que sectores independientes, progresistas y de izquierda lograron la mayoría de constituyentes.

Sin embargo, nada aún está definido. El plebiscito que resultó de la crisis social con vistas a aprobar la Constituyente, solo movilizó al 50% del electorado, a pesar del movimiento que generó la crisis social e institucional que atraviesa ese país. Aunque fue una participación y una votación históricas, la indiferencia podría favorecer los esfuerzos de la derecha radical.

Afirmamos que Gabriel Boric, no es un bastión de la izquierda latinoamericana. Veamos por qué:

Firmó, durante la Concertación hacia la Constituyente, las condiciones de la misma, denominada Constituyente amarrada, ya que hubo y hay muchos condicionamientos para que se establezca en el país.

Desde los tiempos como diputado, fue acusado de tener doble moral, ya que acusaba a Venezuela de violación de derechos humanos, y no volvía a ver a su propio país.

En algún momento, se atrevió a hablar de la dictadura en Cuba, cuando algunos de sus predecesores presidentes como Lagos, Bachelet (supuestos de izquierda), ninguno lo hizo.

En algún momento se definió como socialdemócrata.

En su primer discurso como ganador de las elecciones, habló de ir poco a poco en su gestión de gobierno y posibles cambios, como para no incomodar a la oligarquía chilena.

Cuando ocurrió el golpe en Bolivia, enmudeció y no dijo nada al respecto.

Su programa de gobierno, en nada se parece al de Allende, cuando algunos se atreven a verlo como un Allende.

Lo fuerte de Chile es la minería, y en ningún momento se ha mencionado la nacionalización, por parte del presidente electo.

La última perla de Boric, es que se ha conocido que el espacio político de la Concertación, que él firmó, apoyó y estuvo al frente de ella, fue financiada por la NED estadounidense, y que la organización espacio público también recibió fondos de ella, estando allí un familiar cercano de Boric.

Hay muchas dudas y vacilaciones sobre las posturas de Boric.

En la primera vuelta, él se unió con un grupo heterogéneo formado por el Partido Comunista, el Frente Amplio (compuesto por diversos partidos y movimientos de izquierda con excepción del Partido Socialista) y una variedad de grupos ambientalistas, feministas y LGBTQ.

Pero en la segunda vuelta, Boric amplió todavía más esta coalición, con la bandera del antifascismo, con el agregado de los socialistas, el centroizquierdista Partido por la Democracia, los democristianos y algunas organizaciones centristas. Cabe pues hacerse la misma pregunta que el politólogo chileno Patricio Navia: ¿cuál de las dos alianzas gobernará, y en qué plataforma se basará el gobierno de Boric? Creemos que en la segunda.

Boric moderó (juega a la moderación) sus posturas en la segunda vuelta, cuando pasó de culpar a la coalición política que gobernó el milagro económico de Chile, la Concertación, a buscar el apoyo de sus expresidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La plataforma de la segunda vuelta todavía era muy reformista e incluía muchas de las promesas originales modificadas, pero ya no era tan radical.

Ante estos datos reveladores, tanto los chilenos, como los latinoamericanos de izquierda, es posible que terminen con una decepción de Boric. Hemos dicho, que ojalá no ocurra así, pero los datos son abrumadores y cuantiosos.

Además, es significativo que los sectores de la derecha latinoamericana y global, piensan que Gabriel Boric, no gobernará como un típico gobierno de izquierda latinoamericano, sino más bien como un socialdemócrata europeo, a la manera de Felipe González, el primer presidente socialista español, tras el retorno de la democracia a su país en los setenta.

Si bien las estimaciones coincidían en presentar a Boric como ganador, no se esperaba que lo fuera por un amplio margen como finalmente sucedió. El mercado reaccionó al día siguiente con una violenta caída de la Bolsa de Santiago de un 7,45% y un alza del dólar que no se registraba desde el 2008, que lo llevó a 876 pesos chilenos.

Mientras los medios ponderaban el récord de participación del electorado y la alta votación que obtuvo Boric, el capital hace una demostración de poder real a modo de advertencia al gobierno electo.   Nada nuevo bajo el sol, pero queda en evidencia que las amplias garantías brindadas por Apruebo Dignidad al empresariado en cada oportunidad que tuvo, empezando por su programa de gobierno, no serán respondidas con condiciones de gobernabilidad, si los poderes concentrados de la economía ven peligrar sus intereses. 

El presidente electo se apresuró entonces declarando: quiero dar una señal de tranquilidad de que las certezas, las certidumbres en materia económica son importantes reafirmando su pleno compromiso con la convergencia fiscal, con los equilibrios macroeconómicos, y la gradualidad de las grandes reformas. La Bolsa y el dólar se recuperaron en los días siguientes, pero ahora los ojos están puestos en las definiciones en torno al Ministerio de Hacienda. En todo caso se busca un perfil moderado para calmar los ánimos de la burguesía, que en todo este tiempo se dedicó a fugar capitales.

Sobran entonces antecedentes por lo que las conversaciones que han tenido lugar en las últimas horas con los partidos de la ex Concertación, así como las deliberaciones internas para definir el carácter de la integración y ultimar los detalles del arribo de estos partidos a la coalición gobernante, no deben sorprender a nadie. Así como rescataron al gobierno de Piñera y lo sostuvieron hasta el final, lo harán igualmente con la izquierda del orden de los 30 años repudiada por el pueblo chileno. Los desafíos que nos estamos planteando como gobierno entrante son gigantescos, hay absoluta conciencia, de manera unánime, de que no basta solo con Apruebo Dignidad, ratificó Giorgio Jackson, ensayando una suerte de justificación para presentar en sociedad la alianza política que ya opera en los hechos y que seguramente se volverá a evidenciar en la integración del gabinete.

El de Boric pretende ser un gobierno frente populista de conciliación de clases, lo que significa la defensa del orden burgués, lo que incluye el respeto de gran parte de los avances reaccionarios del pinochetismo, adoptados por los gobiernos de la concertación. 

Las declaraciones de Boric en materia internacional se colocan en el terreno de los Biden y de la expresidenta y actual alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet, contra Venezuela, Nicaragua y Cuba.  Su llegada al gobierno no representa un ascenso de una fuerza que estuvo al frente de la extraordinaria irrupción de la rebelión popular de octubre del 2019. Por el contrario, siempre jugó un papel de morigeración de la lucha de las masas. De hecho, negoció una salida que impidió la caída revolucionaria de Piñera y se jugó porque finalice su mandato.

Chile, en realidad necesita un presidente como lo fue Allende, con un programa de gobierno socialista y muy cercano a los más necesitados, y a los intereses de la Nación, y por eso lo eliminaron. Un Allende que no tuvo miedo al imperio ni a ser de izquierda. Chile necesita un Salvador Allende.  Pero, no esperamos que lo sea, no tiene ni la fuerza, ni el perfil, ni la altura para serlo; sólo esperamos que pueda apoyar y permitir que la Convención Constitucional saque adelante su trabajo, permanentemente torpedeado por la derecha, para de allí si poder realizar verdaderos cambios estructurales de fondo, y no de maquillaje.

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*Foto de portada: Antimafia Duemila / Fotografoencampana