Por Malena Sánchez-30 de setiembre de 2021

Se cansaron de buscar, de exigir, de implorar ayuda. La joven de 18 años Úrsula Bahillo, la entrerriana Fátima Acevedo, la adolescente Lucía Pérez, la profesora Paola Tacacho. Mujeres, y tantas, tocando puertas de instituciones desesperadamente, recorriendo hasta el cansancio de un lugar a otro, pasando por todos los organismos estatales a los que se supone debían acudir por soluciones.

Ivana Rosales era una de esas mujeres. El 18 de abril de 2002 sufrió tres intentos de femicidio por quien era su pareja en ese momento, Mario Garoglio. Quiso ahorcarla con un alambre, después la golpeó con piedras en la cabeza, y la encerró en el baúl del auto al creer que estaba muerta. La policía llegó, gracias a un vecino que intervino. Mario se entregó a los uniformados diciendo que golpeó a su mujer y que se le fue la mano; Ivana permaneció en el hospital 45 días.

No fueron solo de este hombre los actos aberrantes: posteriormente vinieron los del Estado. Al llegar a instancias judiciales, el fiscal Alfredo Velasco Copello, quien intervino, dijo: 'ella se lo buscó'. Insistió en que no era buena madre ni buena esposa, interrogándola sobre su pasado. Para Garoglio pidió solo cinco años de prisión por ese intento de femicidio, por una supuesta infidelidad de ella, que sería un atenuante. Los jueces neuquinos Emilio Castro, José Andrada y Eduardo Badano aceptaron atenuar su pena, que nunca cumplió, porque se fugó. Antes de esa fuga, la Justicia obligaba a sus hijas a ver a Mario, pese a su intento aberrante de asesinato. En esos encuentros, las violó. Por ello, fue condenado a 4 años de prisión.

Es por todo esto que el Estado argentino, el jueves, salió a pedir perdón.

20 años más tarde, el Estado pidió perdón por lo que no hizo, pero sigue sin hacer con cada mujer que se encuentra parada denunciando frente a una de sus instituciones.

En realidad ¿Es ese el problema, la inacción? ¿Un Estado ausente? ¿O la ausencia también es acción? ¿A qué se debe esa ausencia? ¿Qué interés defiende este Estado? con un presupuesto ínfimo para la prevención y erradicación de la violencia de género, que ni siquiera fue utilizado a la mitad, con programas que no se concretan, con leyes de adorno La violencia se hace más y más inmensa, no solo para las mujeres. Femicidios diarios, pobreza y precarización que afectan fuertemente a mujeres, y falta de acceso a derechos básicos como la vivienda.

¿Dónde se ha puesto el foco todos estos años, dónde se ha dado el crecimiento y desarrollo? ¿Por qué normalizamos la miseria social? Personas, mujeres desatendidas, desoídas, olvidadas. ¿Dónde estuvo el Estado para venir a pedir perdón?

Ivana murió en 2017 por un ataque epiléptico, una de las secuelas que le dejó la violencia machista. Como mencioné antes, sus hijas también fueron víctimas, al ser abusadas. Una de ellas, Mayka, en 2015 se suicidó.

Cuando la causa prescribió, la expareja de Ivana reapareció y fue condenada por el abuso a cuatro años. Ivana en esos años se transformó en activista por las mujeres, y con su caso recurrió al Cels y ellos intervinieron, llegando al CIDH. Fue su otra hija Abril quien tomó el reclamo que su mamá había empezado, luego de su muerte, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Ahora, tras una larga lucha llena de trabas, el Estado argentino firmó el Acuerdo de Solución Amistosa ante este organismo internacional. Es el primer pedido de perdón que el Estado argentino hace ante la CIDH por un caso de violencia de género. Además, firmó este acuerdo reconociendo la pésima actuación de la justicia. Esta justicia revictimizó y tomó decisiones basadas en estereotipos de género, ejerció violencia machista y discriminación en el fallo y en todo el proceso.

Mientras tanto, más preguntas se formulan. ¿Qué pasó con el fiscal? ¿Sigue en su cargo? ¿Fue destituido, sometido a algún procesamiento? ¿Fue capacitado? ¿Atiende a otras mujeres?

Aquellas como las preguntas más inmediatas y particulares del caso. Después, los cuestionamientos que nos hacemos desde los feminismos, diariamente, sobre cómo acabar no solo la violencia de género de parte del agresor, sino también con la ejercida contra las víctimas desde los órganos estatales. Se propone como instancia superadora la paridad de género en el personal del Poder Judicial, las instancias de formación y capacitación, la necesidad por ello de que se cumpla la Ley Micaela. Si bien todo esto es necesario, ¿es suficiente? Pienso que la realidad responde por sí misma. Un Estado que en su estructura reproduce y sostiene la violencia contra las mujeres desde todos sus ámbitos, poco tiene que ofrecer en sus reformas disfraz.

Es necesario repensar y rehacer la Justicia, empezando sí, por más participación de mujeres en la Justicia, pero no significa solamente paridad de género, sino también elección de jueces y fiscales por voto popular, que puedan ser revocables; juicios por jurado popular, participación de las organizaciones feministas en los procesos. Mínimamente esto, para pensar en una Justicia que no sea una casta, que sea más democrática y amplia. Se necesita que las víctimas gocen de patrocinio jurídico gratuito, que los procesos judiciales sean veloces y unificados, que existan áreas abocadas específicamente a recibir las denuncias por violencia de género con equipos interdisciplinarios para su abordaje, donde se le otorgue a la víctima asistencia integral, o sea, asistencia y acompañamiento interdisciplinario, psicológico, legal y económico.

Se necesita un cambio cultural, pero también dejar de poner el énfasis en la condena y el qué hacer final, y empezar a ponerlo en prevenir, en proteger y en reparar. Pensar también en el hombre, en los violentos, que se hacen en una cultura. Reeducar es invertir en educación y garantizar la ESI en todos los ámbitos, no solo en los colegios. Formar también, por ejemplo, desde los programas y planes de estudio de los futuros juristas, eliminando en principio la enseñanza clerical del Derecho que existe en muchas zonas del país.

No habrá perdón ni reconciliación con un Estado femicida que usa su Justicia y demás instituciones para defender hombres blancos y burgueses. No lo habrá porque la violencia sigue ocurriendo, hoy, 20 años más tarde de lo denunciado por Ivana Rosales. No queremos solo un pedido de perdón, actos formalistas y falsos reconocimientos. Queremos que todas las mujeres podamos vivir esta vida plenamente, seguras, en libertad. Y es un deseo que solo nosotras, en organización, podremos conquistar.

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*Foto de portada: titulares.ar / Ivana Rosales