Por Jean Georges Almendras-16 de setiembre

Minuto tras minuto, los coletazos de la crisis que se adueñó -como un tsunami devastador, dentro del gobierno- en la Argentina, se hacen sentir, tanto así, que, al momento de redactar estas líneas, los acontecimientos hacen que mis escritos, corran el riesgo de perder vigencia, porque no sé, que sobrevendrá, en lo que resta de la jornada, mañana y pasado mañana. Ya de una, la marcha convocada en apoyo al presidente Alberto Fernández, se suspendió hará pocos minutos, y en consecuencia los movimientos sociales afines al gobierno en curso, no se movilizarán, a pedido expreso del titular de la Casa Rosada, quien puntualizó (o mejor dicho exhortó, o digamos mejor, solicitó) a los organizadores, que se enfoquen en seguir su trabajo junto a la “gente”.

Ya en la antevíspera, y en la víspera, fue noticia de los medios argentinos, que en el seno mismo del gobierno de Alberto Fernández se había desatado (con virulencia inusitada) una crisis interna, la que por otra parte, era de prever, tomando en cuenta el perfil de la vida argentina, cuando se trata de contiendas de neto contenido político, y cuando los gobiernos de turno, dan pasto a las fieras (es decir a las oposiciones, también de turno) sembrando vendavales que dejan maltrechos a personas, instituciones, y grupos políticos.

El “Frente de Todos” vive su cuarto de hora de pesadilla, a poco de las recientes elecciones, y el punto de cocción al que alcanzó por las intestinas confrontaciones hizo que el mismísimo presidente dijera a los suyos, que no solo dejasen atrás las movilizaciones previstas, sino que se trabajase junto a las bases, porque esa es (a su criterio) la prioridad, por sobre todo y todos, a su alrededor.

Está claro, que Alberto Fernández, busca tirar aguas frías sobre los calderos ardiendo como consecuencia de la derrota electoral de las últimas horas. Las organizaciones que promovieron la movilización, en definitiva, no pretendían más que visibilizar (sin medias tintas, y a los cuatro puntos cardinales) el apoyo al presidente, subrayando con su accionar la unidad en las entrañas del “Frente de Todos”.

Las tensiones presentes a la vuelta de la esquina, estaban marcando o delineando un mensaje, explícito y sutil en algunos casos, de que Alberto Fernández, había dado -hace ya bastante tiempo, dentro de su período de gestión- bastantes pasos en falso, y era obvio, y casi indiscutible, que más tarde o más temprano, se la iban a cobrar, sin pudores ni cortapisas. Y el mejor momento fue el día de las elecciones. Desde ahí en más, y con el correr de las horas, los ánimos se fueron caldeando y no hubo restricciones desde la vereda opuesta de quienes campean hoy en la Casa Rosada.

Llovieron los pedidos de renuncias de no pocos sectores: el saldo inevitable de una derrota en las urnas, como telón de fondo de roces de diferente tenor, que se fueron dando, dentro de un marco de telón mediático, que fue haciendo su aporte dañino a la administración Fernández, cuya decisión inicial, o al menos, a priori, fue, la de entregar a sus oponentes, en bandejas, las cabezas de sus colaboradores.

Uno de los primeros en ser respaldado (por Cristina Kirchner, por decir algo concreto) fue el titular del ministerio de Economía, Martín Guzmán, a quien se le especificó -expresamente- que nunca se le había pedido su renuncia. Fue el manotón de ahogado de CF de K, como forma de estrechar filas a la hora de cobrarse facturas, en medio de un cimbronazo con olor a luchas de poder, ya algo típico en la historia de la vida política en la Argentina, con el riesgo de que esas contiendas, desencadenen violencias, y cuando no desmanes difíciles de controlar o amortiguar en las calles de Buenos Aires y de las Provincias, del suelo argentino. Lo que hasta el momento no llegó a acontecer, al menos hasta este momento.

Indudablemente que hay una sola idea en la cabeza de Fernández y de sus seguidores, y de sus satélites: recuperar votos, aprendiendo de los errores y de las omisiones que se cometieron. Pero ¿será tarde para eso? Es la interrogante sin respuesta cierta ni definida, al menos hasta este momento, que redactamos estas líneas. Se busca desde el “Frente de Todos” recuperar espacios perdidos y seducir nuevamente a la ciudadanía que demostró -en las urnas- que hay otras opciones, sobre la mesa y en las calles argentinas.

A esta hora, para los unos y para los otros, los destinos de la Argentina están corriendo abrazados a la incertidumbre, al menos hasta noviembre; los unos tienen entre manos las banderas de salida y los otros las banderas del triunfo. ¿Triunfo total o de medio pelo? Es aún muy prematuro saber la respuesta. Mas bien, hoy por hoy, se visibilizó la punta de un iceberg, que Fernández mismo no llegó a ver o no quiso ver. Pero en el horizonte, no se visualizan siluetas de bonanza: se visualizan siluetas de intransigencias, autoritarismos, intolerancias y sobre todo de ideas que ya suponíamos superadas.

Los errores del hoy, desataron cuerdas que difícilmente podremos asir, para encarrilar trenes que corren a altas velocidades para dar un volantazo, y para que el país tome rumbos diferentes a los que se tomaron hasta ahora. Las contiendas intestinas, y quizás la ausencia de autocríticas o de armonías en la realización de los proyectos sociales que sembraron de elogios a quienes dieron un puntapié a la administración Macri, con todo lo que ello implica, desafortunadamente no arrojaron resultaron positivos, y a las pruebas me remito, con todo lo que se fue dando en los últimos días.

Los hechos hablan por sí solos: el ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro, presentó su renuncia, y desde las entrañas mismas del kirchnerismo se pidieron cambios en el gabinete, y no se obtuvieron respuestas; después sobrevino el apoyo que la vicepresidente le brinda al ministro Martín Guzmán, como lo señalo en un párrafo anterior. Y, por si fuera poco, el mismo martes la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner, pidió la renuncia de todo su gabinete, y en Buenos Aires se vivió algo similar: todos y cada uno de los ministros presentaron su renuncia al gobernador Kicillof.

Pero los malos vientos siguieron dando los azotes inevitables: al panorama planteado se sumaron ofrecimientos de renuncia de los ministros de justicia (Martín Soria); de Ciencia y Tecnología (Roberto Salvarezza); de Cultura (Tristán Bauer) y de Medio Ambiente (Juan Cabandié). Y la lista de renuncias se acrecentó: la titular del PAMI, de ANSES, de Aerolíneas Argentinas; el titular de Acumar, la responsable del INADI y finalmente la secretaria de Comercio Exterior. Las únicas presentadas formalmente, como corresponde fueron la de Cabandié y la de Martín Sabbatella, titular de Acumar. Más ministros, apelaron a la palabra para decir hasta acá llegamos: Jorge Ferraresi (de Hábitat); Gabriel Katopodis (de Obras Públicas); Elisabeth Gómez Alcorta (de Mujeres, Género y Diversidad); Sabina Frederic (de Seguridad); Juan Zabalata (de Desarrollo Social)

La coalición oficialista vivía así uno de sus conflictos (intramuros) más intensos y tensos de los últimos tiempos. Y un titular de un diario argentino lo resumía así: “Una crisis expuesta a plena luz”. Estamos de acuerdo, todo ha ocurrido a distancia de las nocturnidades, pero, de hecho, subterráneamente los hilos detractores erosionando bases, se hicieron sentir y se hicieron escuchar en el acto electoral, que fue algo así como la piedra del escándalo.

El periodismo arremolinado dentro de los edificios públicos olfateo el olor de la interpelación y del dedo acusador, reclamando acciones para salvar el barco; o algo que permitiese salvar lo salvable, o al menos intentarlo.

Los salvavidas se arrojaron sobre una figura, con nombre y apellido: Alberto Fernández, y él interpreta que estos vientos huracanados (este verdadero tsunami) lo obliga a timonear para reencontrarse con la gente, quizás por eso decidió bajar los decibeles de las movilizaciones anunciadas, para estrechar lazos con la ciudadanía, con el pueblo. Debo pensar, sin temor a equivocarme, que hay que hacer inclinar la balanza, contra reloj, porque quedan pocos meses, más bien semanas, para el momento de la verdad.

Pero el equipo de gobierno, por los resultados electorales, se ha quebrado; se ha resentido y lo ha demostrado. En consecuencia, ha debilitado los cimientos de los Fernández Fernández y ha fortalecido las tiendas de la oposición, que buscan sacar provecho. Otra vez más.

“Las olas y el viento..” cantaba Donald, hace ya bastantes años. Hoy debería cantarse igual. Pero ya no se trata de olas, ni de vientos. Se trata de huracanes (de tsunamis) que agrietan esperanzas y debilitan las ideas y a los ideólogos de un diseño de programa político-económico que alguna vez supo sentirse satisfecho del apoyo de los sectores populares, aún a sabiendas de que, desde otras tiendas, se aguardarían los pasos en falso. Y esto ocurrió. Los pasos que se dieron, no fueron suficientes para que la Argentina siga en carrera, dejándose huecos que se rellenaron con la sola dialéctica, estando ausentes las obras, tangibles y palpables, es decir, los frutos.

¿Hubo desaciertos? Si. ¿justificados? No lo sé. Una cosa está clara: no se aprovecharon los buenos tiempos. Se fueron almacenando nudos y se subestimaron a las fuerzas de las veredas opuestas. Esas veredas repletas de ideas fascistas, antidemocráticas, antipopulares, que miran (todo lo que desafortunadamente está ocurriendo en la Casa Rosada y aledaños) relamidos y con aires rapaces, para disfrutar lo que quede de la crisis en cuestión.

Más tarde o más temprano, saldrían a la luz, todos estos trapitos al sol. No sabemos a ciencia cierta qué ocurrirá, pero ya con lo que está a la vista pública, no nos imaginamos nada venturoso.

A menos que, de un pincelazo, los huracanes se disipen, y el tsunami solo pase a ser una anécdota, los malos presagios siguen sobrevolando. Ahora, todo dependerá de la gente; del pueblo, y de los jóvenes.

Los argentinos, por enésima vez en su historia, viven su pulseada: ya sea para reencontrarse con la prosperidad, la paz y las libertades; o ya sea para todo lo opuesto. Otra vez, juan pueblo camina sobre el pretil, junto a un inconfundible abismo delineado por quienes ejercieron y ejercen el poder.

¿Todo esto, en definitiva, dejará a la deriva a Alberto Fernández o lo fortalecerá en el último minuto?

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*Foto de portada: elsol.com