Un balance de seis años del “Ni Una Menos”
 
Por Sofía Aquino y Fátima Amaral-3 de junio de 2021

Recordar los orígenes de fechas tan importantes como el 3 de junio nos abre la perspectiva sobre el real significado detrás del número frío, de la fecha en el calendario. El #NiUnaMenos, así escrito, con el hashtag, surgió en 2015, a partir de una consigna extraída de una frase del poema de la artista Susana Chávez, que en un fragmento dice: "Ni una mujer menos, ni una muerta más".

Susana Chávez, poetisa mexicana, sería víctima de femicidio en el año 2011. La frase-consigna fue rescatada por un grupo de periodistas mujeres, que hartas de tener que anunciar femicidios dijeron ¡Basta!

El 3 de junio de 2015, unas 80 ciudades de Argentina vieron llenar sus plazas de mujeres. Solo en Buenos Aires, la Plaza del Congreso rebalsaba con 300 mil personas.

Ese año, el caso de Chiara Páez, adolescente de 14 años, embarazada, asesinada a manos de su pareja, como miles de mujeres, víctimas de la violencia machista, hizo estallar una olla a presión. Ya no eran suficientes las palabras, había que salir a las calles. Nacía el “Ni Una Menos”.

El multitudinario Ni Una Menos de 2015 abrió un diálogo global, que rápidamente se extendería por toda Latinoamérica y finalmente el mundo entero.

Fue una experiencia que nos atravesó a todas y todos, y que dio vuelta concepciones que nos atrasan mil años como sociedad. En estos seis años que pasaron, desde ese primer 3 de junio, hoy afirmamos que ya no somos las mismas, y que la sociedad no es la misma. Hay relatos que ya no se pueden sostener, hay chistes que ya no van, argumentos que perdieron su fuerza. Sin embargo, queda mucho por trabajar, mucho camino por recorrer.

Hoy las cifras nos escupen en la cara. Solo en Argentina en los últimos seis años ocurrieron 1717 femicidios, uno cada 30 horas. Más de 1500 niños y niñas se quedaron sin sus madres. Los daños son irreparables.

A los femicidas no se les va la mano, y tampoco viven un momento de pérdida de la razón; de hecho, suelen planificar sus asesinatos. Las mujeres son violadas en la mayoría de las veces por conocidos de su círculo más íntimo. Los "piropos" callejeros, no son piropos, son acoso. El sexo sin consentimiento es violación. Y podríamos seguir, la lista es larga.

Es absurdo que en pleno siglo XXI no hayamos saldado estas cuestiones, como si la discusión sobre la planificación o no del hecho, disminuyera responsabilidades. Como si no fuera obvio que todo acto sexual llevado a cabo sin consentimiento es un claro abuso a la persona.

Medimos cuando es aceptable asesinar y cuando no, y lo que más asusta son los parámetros de la medición: “si era fiestera entonces lo buscó”, “si ella eligió ese novio, entonces lo merecía”. Todavía se sigue escuchando cosas como "ella lo provocó así vestida", o "era rápida", para justificar violaciones.

Las coberturas de los casos de femicidios se llenan de informaciones sobre las víctimas, y por supuesto, no todos los casos tienen el mismo tratamiento.

Medimos milimétricamente, si pertenecía a determinada familia, si la tez de su piel era más clara u oscura, y qué hacía con su vida.

Nunca se dan detalles del femicida, al cual tantas veces le tapan el rostro. No sabemos muy bien quién era, ni sus amistades, o si lo encubrían, cosa que sucede la mayor parte de las veces.

Estas concepciones que circulan, no se quedan en dichos de gente “de a pie”; se hacen ley, se vuelven razonamientos en los funcionarios de nuestros Estados, de quienes imparten justicia o legislan, por dar solo dos ejemplos.

Esto ocurre cuando se ponen trabas en los avances de los juicios a la hora de buscar la verdad en torno a lo sucedido en el asesinato de nuestras hermanas. Los famosos encubrimientos policiales, los traslados del femicida para que se encuentre en un lugar seguro. Así también cuando se encuentran grandes obstáculos a la hora de querer desmantelar redes de trata con fines de explotación sexual, o casos de abusos por parte de personas integrantes del Estado y en tantas otras situaciones. El pacto de silencio, el encubrimiento, el mirar hacia otro lado.

No se puede terminar con los femicidios sino terminamos con la cultura patriarcal que ubica a la mujer en un lugar de objeto de posesión. No podemos terminar con los femicidos únicamente con leyes punitivas, que, por supuesto, son necesarias, pero deben formar parte de algo mayor, que es toda la construcción de nuevos relacionamientos.

Queremos ser ese violeta que representa nuevos paradigmas, que consideren a las personas, ante todo libres. Paradigmas que no justifiquen lo injustificable. Que ofrezcan las perspectivas que hacen de este mundo un lugar más justo y habitable.

Queremos una vida digna, libre de toda opresión sobre nuestra toma de decisiones, sobre nuestro cuerpo-territorio que habitamos.

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*Foto de portada: captura de video, Our Voice

*Video de Instagram: @ourvoice.es