Por Jean Georges Almendras-8 de mayo de 2021

Da pavor, informar que, en Colombia, hoy, se han contabilizado al menos 379 personas desaparecidas en las protestas que se vienen realizando. Para el represor, esta cifra debe ser una cifra, un número. Para nosotros es aterrador, que el Estado colombiano, y en particular su cúpula ejecutiva, no asuma que cada uno de sus integrantes tienen las manos tintas de la sangre de los hasta ahora 37 fallecidos, y del casi un millar de heridos, de diversa entidad, sin contar con las responsabilidades que les conciernen por los desaparecidos que hacemos referencia en el encabezado de nuestro artículo.

En las últimas horas diversos organismos de derechos humanos han catapultado al mundo este terrible saldo de desaparecidos, que se armonizan dramáticamente con los videos que diariamente (minuto a minuto) se divulgan por las redes sociales. Registros gráficos de personas, que, corriendo por las calles, presas del miedo, atinan con mucho coraje a filmar mientras la represión balea, apalea y desaparece personas.

Los sicarios del gobierno terrorista de Iván Duque, autor ideológico de tanta masacre (que hiere la sensibilidad humana y atenta contra la inteligencia humana) pertenecen al Escuadrón Antidisturbios (ESMAD). Y sus víctimas son trabajadores, estudiantes, amas de casa, adolescentes y niños. Ciudadanos libres, que hartos de vivir en condiciones de pobreza, donde las privaciones se multiplican, salieron a las calles a protestar, a expresarse, para recibir palos, sin ser escuchados por un gobernante que todavía tiene la desvergüenza de justificar las represiones calificando las movilizaciones como ataques terroristas, de gentes ligadas al narcotráfico o a grupos de antisociales; o de hablar de instancias de diálogo. Un diálogo a medias, porque por abajo del poncho se las traen garrotes y balas.

Demonizando siempre al pueblo, como una suerte de tradicional deporte ejercido por quienes verdaderamente son los demonios del poder, que ni se inmutan de las tragedias y los sufrimientos que se causaron en todos estos últimos días, desde el 28 de abril, a nosotros los periodistas nos toca la peor parte de la historia, informar, por ejemplo, que fue la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UPBD) la que hizo un relevamiento de un total de 26 organizaciones de derechos humanos, para llegar a la estremecedora cifra de al menos 379 desaparecidos.

Respecto a las personas desaparecidas reina la incertidumbre más dramática en diferentes ciudades colombianas porque la desinformación de las autoridades alcanza niveles de crueldad indescriptibles, lisa y llanamente porque desde los organismos policiales y militares poco se dice de quienes están detenidos y además porque muchas personas que han sido heridas y que no han regresado a sus hogares por estar hospitalizadas, han optado por no dar cuenta a las autoridades de su paradero, por temor a represalias. En consecuencia, conocer la verdad sobre el paradero de una persona lleva bastantes horas, y por lo tanto, las cifras de personas desaparecidas aumentan minuto a minuto, como minuto a minuto aumentan las movilizaciones. Hay quienes son reubicados, pero hay otros que definitivamente no. Y ahí nos surge la dramática gran pregunta: ¿Dónde están?

El panorama entonces, en estos mismos momentos, no es nada alentador: por un lado, familias enteras llevan adelante desesperadas búsquedas de sus seres queridos obteniendo respuestas a largo plazo, cuando las encuentran; y por el otro lado, según se consigna desde tiendas oficialistas, personal de la Inspección General de la Policía de Colombia abre, hasta ahora, cerca de medio centenar de investigaciones internas tras la ola de denuncias por las feroces represiones, que ya van en su décimo día consecutivo.

Pero hay otras denuncias que se hacen sentir en la sociedad colombiana: por ejemplo, que los activistas hacen público que las cuentas de Twitter e Instagram de medios independientes están siendo bloqueadas para evitar la viralización de las violencias que ejercen los represores lanzados a las calles amparados por órdenes gubernamentales.

Da pavor toda esta realidad colombiana, pero da más pavor, ver y saber, que detrás de todo este infierno de descontrol y de feroz represión, está el Estado, ergo, está un presidente: Iván Duque. El ideólogo absoluto de los asesinatos cometidos por sus sicarios uniformados.

Iván Duque, quien más tarde o más temprano tendrá que sentarse en el banquillo de los acusados ante jueces y fiscales.

Lo tiene que asumir, aunque no le guste, porque históricamente ya es uno de los principales responsables de los ríos de sangre que están corriendo por las tierras colombianas.

¡Será su gran problema hasta el fin de sus días!

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*Foto de portada: http://www.trendsmap.com