Por Giorgio Bongiovanni y Margherita Furlan–26 de abril de 2021
 
"Tú que entendiendo mueves el tercer cielo,
escucha el razonamiento que está en mi corazón"
(Dante Alighieri, Convivio, tratado II, primera canción)

Al final de otro viaje alrededor del Sol, ese hermoso ecosistema en el que vivimos y del que formamos parte, el planeta Tierra, también llamado Gea, nos lleva a recordar a Giulietto Chiesa, Maestro de vida, compañero fiel de nuestras batallas en favor de la Justicia y de la Verdad y, sobre todo, nuestro gran Amigo. A Giulietto no le gustaban las conmemoraciones, ni se aferraba a los actos oficiales y mucho menos a los oficiosos; él, como gigante que era, en esta dimensión terrenal no apreciaba los encuentros organizados en los salones mohosos de esa burguesía vil sentada siempre afuera de la puerta de la lealtad a lo largo de la historia. Por lo tanto, no podemos permitirnos perder el tiempo precioso que se le ha dado a la vida en palabras rancias de obediente recuerdo. Giulietto cambió inesperadamente de sede en un gran gesto de amor, con el objetivo de redescubrir la libertad que necesitaba para guiarnos, como protagonistas, hacia la batalla final contra los que él llamaba los "dueños del mundo", que saben que pueden decidir, en muchos sentidos, incluso sobre el destino de todo el ecosistema, es decir, sobre su supervivencia y la de sus hijos. Juntos sostenemos y abrazamos, hacia el horizonte ahora ardiente, su espada de la Verdad, iluminada con ese destello blanco del que sólo los Justos están dotados.

Sería demasiado fácil escribir un recordatorio banal de tantos momentos vividos juntos que seguirán afectando nuestras vidas para siempre, llenándolas de sabiduría, conocimiento y humildad. Ahora tenemos una tarea y una responsabilidad que él mismo nos confió: transmitir a los jóvenes el testimonio que les dejó y que se sigue transmitiendo, marcado y sellado en nuestro espíritu con polvo de estrellas. La vitalidad feroz, apasionada y nunca sumisa que era el rasgo distintivo de Giulietto y que fue la que más nos hizo admirarlo, es la misma de esos jóvenes que se embriagan de pasión en la búsqueda de respuestas porque quieren borrar el "mapa del dinero" -tan bien descripto por el ecofísico Luigi Sertorio- que aprisiona a la humanidad, a la vida y los obliga a "una suma cero mortal". Ahora es necesario que sigamos sentando las bases para un nuevo movimiento cósmico y consciente de pueblos, de masas humanas y esta es una empresa que exige, en primer lugar, otra teoría de la vida. La tarea política y científica del presente es crear esa teoría, que los jóvenes harán realidad gracias a las enseñanzas de Giulietto Chiesa, fuertes y claras como el diamante.

Giulietto Chiesa, como antes Ernesto Balducci, veía como inevitable el declive de la civilización actual, el cual va a conducir a un necesario cambio antropológico, cuya aparición, representada en un mapa distinto al de la época en que vivimos, sería saludada con entusiasmo colectivo, como una fiesta del saber, como un renacimiento conceptual, incluso como una liberación. En cambio, seguimos viviendo en medio de una crisis que no se puede abordar con herramientas conocidas porque nos enfrentamos a un salto cualitativo por su complejidad. Giulietto Chiesa pensaba que sólo una verdadera mutación antropológica podrá afrontar, al nivel necesario, la solución de cuestiones cruciales que hoy afectan simultáneamente a todas las disciplinas del saber. La complejidad de la crisis precisa, antes incluso de ser resuelta y a los fines de ser comprendida, una idea diferente del individuo, de su relación con la naturaleza, es decir, de sí mismo, de las relaciones entre la presencia del Hombre contemporáneo y la vida del ecosistema, y de éste con el espacio, con el cosmos; precisa del significado y de la historia de las agrupaciones humanas, de las formas de la política, de todos los conocimientos humanos actuales y de sus interconexiones. Sólo otro hombre podrá ser educado, o más bien podrá educarse a sí mismo, a otra vida, incomparable con la nuestra actual. A Giulietto Chiesa le parecía evidente que nuestra vida sería imposible de mantener en el contexto del derroche, de la violencia, del egoísmo, del desorden, de la opresión y de la guerra que está produciendo. Y somos conscientes de ello, gracias a él: sabemos que la era tecnológica energética alimentada por reservas fósiles está destinada a terminar porque lo que no cumple el ciclo tiende tarde o temprano a la inmovilidad. La sentencia final de Giulietto Chiesa es de un realismo impresionante: "La ecuación PIB=Energía es la ecuación de la caducidad o de la locura". Y nosotros, nos explicaba, vivimos dentro de construcciones políticas y económicas que penden al borde de la locura precisamente porque excluyen a la Naturaleza de sus cálculos, puramente financieros. Ahora debemos comprender que todas las construcciones mencionadas anteriormente serán barridas cuando comience el final del anómalo y transitorio modo al que el hombre se ha adaptado deformándose mental y espiritualmente.

Depende de nosotros llamar a nuestros hijos a la humildad todos los días. Necesitamos pensar, dejando de lado todas las centralidades de las cuales prejuiciosamente somos prisioneros, empezando por la centralidad del Hombre respecto a la Naturaleza. Una centralidad completamente arbitraria, insensata, presuntuosa y fuente de catástrofes. El objetivo que ahora nos marcamos, gracias a Giulietto Chiesa, es inmenso y sin precedentes: preparar al mundo para una nueva era, con sus libros en nuestras manos y frente a nuestros ojos, que nunca se cansan ​​de lo que leen porque son conscientes de que las manos unidas a los corazones transformarán todo esto en una nueva vida. El mundo que está detrás de nosotros es insoportablemente desigual. Los dueños del mundo, las grandes finanzas que ahora dominan, son incapaces de detener las derivas destructivas que han invocado y que abrumarán incluso a su pobre capacidad de comprensión. La guerra, si continúa en su actual dirección, es el resultado más probable de todos los posibles. Ella, en su naturaleza híbrida, es inmanente. La tecnología, que la domina, será un instrumento de exterminio de pueblos. Los conceptos fundamentales de la vida humana, los de sacralidad y gratuidad de la vida, así como los de justicia, libertad común y democracia, o fueron demolidos o perdieron todo significado. Las instituciones que surgieron para implementarlas o administrarlas ahora están obsoletas. Habrá que crear otras nuevas, que reflejen los nuevos equilibrios con que la Transición está reemplazando a los antiguos, rompiendo las resistencias de la inercia del Poder. También será necesario construir un nuevo mapa del lenguaje, ya que incluso el vocabulario que expresaba esos conceptos está ahora enteramente en manos de quienes solo quieren dominar y apropiarse del bien común para hacerlo suyo. La educación pensando en las nuevas generaciones será una de las palancas centrales de cualquier transformación positiva y creativa. Se instaurarán nuevas normas jurídicas, que establecerán nuevas relaciones como garantía de justicia y supervivencia. Como, por ejemplo, el que prohíbe la violación de los ciclos naturales, la afirmación del derecho de acceso a la biosfera o la prohibición absoluta de la privatización del flujo solar.

Gracias Giulietto. Junto a ti reiniciaremos y reescribiremos la historia del ecosistema. Te lo debemos a ti, como también a la Madre Tierra. Y para ello te deseamos a Ti y a todos nosotros, tus alumnos, como hace un tiempo nos dijiste, "otra buena vuelta al Sol, junto a esa mitad del Cielo que nos ha traído a este mundo y ante cuya belleza nos inclinamos agradecidos".

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*Foto de portada: © Imagoeconomica