Patrizia Cecconi-15 de abril de 2021

Sucedió hace 10 años, querido Vittorio, querían apagar tu voz y en cambio la multiplicaron. Y el eco ha rebotado tantas veces y tan lejos que tu imagen, junto con tus palabras, ha llegado a todos los continentes.

Tu "loco amor por los derechos humanos", el que te llevó a prestar ayuda en los lugares más desastrosos del mundo, finalmente te hizo aterrizar en Palestina y arriesgar la vida varias veces a manos de Israel, que encontraba "muy incómoda" esa voz capaz de atravesar muros, alambres de púas y asedios, para llegar al mismo tiempo a las mentes y a los corazones, sin ceder jamás a la retórica tonta o victimista.

Tu carisma y empatía hacia el pueblo palestino pasaba por tus escritos y tu voz, que transmitía sin filtros lo que veían tus ojos.

Fue tu presencia, la única internacional que permaneció bajo la carnicería israelí -que en tres semanas, entre diciembre del 2008 y enero del 2009, masacró a más de 1200 civiles palestinos- la que nos hizo conocer el holocausto que estaba sufriendo el pueblo de Gaza a manos del infame ejército israelí, que durante los 21 días de "plomo fundido" también usó armas prohibidas y particularmente crueles, como el fósforo blanco, que no solo mata, sino que quema el cuerpo hasta los huesos, en una agonía horrible, mientras haya oxígeno en el última partícula de sustancia orgánica.

Los nazis se hubieran sentido orgullosos de tanta crueldad infligida a muchos de los 410 niños que murieron bajo las bombas.

Nada malo para la derecha israelí, después de todo esos niños eran simplemente "terroristas en ciernes", como los llamó un miembro del parlamento del democrático Estado judío.

Si no hubieras estado ahí, querido Vittorio, arriesgando tu vida bajo los F-16 y la artillería israelí, nunca hubiéramos sabido de las ambulancias aplastadas por tanques, los orfanatos, los miles de casas, las escuelas, las mezquitas, las iglesias y los hospitales bombardeados por el odio infernal desatado contra una población sin salida, encerrada en una jaula desde cuyas fronteras asediadas por mar, cielo y tierra, lo único que veía llegar era la muerte.

Pero Israel no pudo deshacerse de ti ni siquiera en ese momento y fueron manos árabes las que te mataron materialmente hace diez años, dos años después del holocausto palestino definido en su crueldad ya desde el nombre elegido por el gobierno israelí.

¡Qué buen servicio al ocupante tu eliminación! Pero no tanto como esperaba la persona que ordenó tu asesinato. No, porque tu voz se ha mantenido viva y ha llegado incluso donde nadie te conocía, y siguió navegando más allá del asediado mar de Gaza, más allá de las fronteras terrestres armadas con soldados asesinos, más allá de ese cielo prohibido al sueño palestino que se extinguió con la destrucción de su aeropuerto civil.

La firma que cerraba cada reportaje y que nos invitaba a seguir siendo humanos, a pesar de todo, fue un grito contra el odio que desgarraba los cuerpos de adultos y niños.

Hoy, ese "sigamos siendo humanos" puede haber sido agrandado o exagerado por cuestiones de moda o de publicidad, pero nunca ha perdido su fuerza.

No la perdió porque tú, Vittorio, en realidad no has muerto, si por muerte entendemos la salida total de este mundo.

En el video grabado en el cementerio de Khan Younis, mientras dices: "si un día, dentro de 100 años, debiera morir..." eres la imagen de la inmortalidad. No solo la del "soñador que nunca ha dejado de soñar" y que, por tanto, citando a Mandela, es un vencedor, sino la de un luchador por la justicia que nunca superará esos 100 años porque la muerte que se llevó su cuerpo ha dado a luz miles de brotes que se nutren de tu ejemplo, de tu imagen, de tus acciones y de tus palabras.

Chau Vik, diez años después de ese dolor agudo que tocó a cualquiera que hubiera escuchado tu voz, sigues vivo entre nosotros.

No permaneces aquí solo gracias a tu madre, que es tu testigo insustituible y extraordinario, sino que también permaneces aquí porque tu paso por el mundo dejó una huella indeleble, que, si bien nos invita a seguir siendo humanos y no ceder al odio, denuncia el odio y la crueldad israelí contra los palestinos, culpables de no ceder a la opresión y de mantener, tras 73 años de abusos, la dignidad de exigir el respeto al derecho de su pueblo a la independencia, la justicia y la libertad.

Chau Vittorio Arrigoni, mártir palestino y vencedor.

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*Extraído de: lantidiplomatico.it

*Foto tomada de: lacittafutura.it