Por Jean Georges Almendras-18 de enero de 2021

La foto de Patrice Lumumba tomada en el mes de enero de 1961, es elocuente. Parece que sus ojos, muy abiertos y atentos, derraman lágrimas, pero no hay lágrimas; detrás de ellos hay fortaleza, y al mismo tiempo una profunda tristeza, e impotencia por saberse acorralado por la traición y la conspiración de sus enemigos. Los enemigos abrazados a un criminal colonialismo. Los enemigos abrazados al imperio. Al imperio de los Estados Unidos, y de los gobiernos satélites. Esta imagen recorrió el mundo, como recorrió el mundo la voracidad de sus asesinos. Los asesinos que manipularon a los hombres que deberían haberlo protegido. Los asesinos que no titubearon en desmoronar, a los ojos de la comunidad internacional, toda una revolución liderada por un justo como lo fue Patrice Lumumba, cuya investidura de Primer Ministro fue pisoteada sin pudor alguno por el poder,  por el solo hecho de haberlo confrontado en un evento público, con un discurso histórico en el mismo momento que el gobierno Belga concedía al Congo la independencia (el 30 de junio de 1960), en una ceremonia en la que él personalmente hizo justicia, expresándose sin hipocresias, ante el Rey Balduino y otras autoridades locales y el periodismo internacional, en el Palacio de la Nación, en la ciudad de Leopoldville, hoy Kinshasa, capital de la actual República Democrática del Congo.

Patrice Lumumba habló. Sin medias tintas. Sin silencios complacientes. Y sus palabras se transmitieron en vivo por radio en todo el mundo. Sus palabras fueron una denuncia aleccionadora y sólida; pero para el poder Belga (para el colonialismo establecido) fue un ataque. Un ataque insólito (porque no estaba previsto que Lumumba tomara el micrófono para dirigirse a lo presentes en esos términos) que fue una suerte de respuesta al (vergonzoso) discurso previo del Rey belga Balduino quien sostuvo que el fin del gobierno colonial en el Congo había sido la etapa final de la “misión civilizadora” belga iniciada por el Rey Leopoldo II.

Acto seguido tomó la palabra el presidente Kasavubu. Leyó su discurso, el que fue escrito por Jean Cordy, un belga que había sido jefe de gabinete del gobernador general Cornelis. Teóricamente había terminado la ronda de discursos, pero hubo un imprevisto: hizo uso de la palabra Patrice Lumumba. Y su discurso fue uno de los más grandes del siglo XX, practicamente un documento determinante del histórico momento de la descolonización de África.

“Porque esta independencia de Congo, si se proclama hoy en armonía con Bélgica, país amigo con el que nos tratamos de igual a igual, ningún congoleño digno de este nombre podrá olvidar jamás, sin embargo, que se ha conquistado por la lucha, una lucha de todos los días, una lucha ardiente e idealista, una lucha en la que no hemos escatimado ni nuestras fuerzas, ni nuestras privaciones, ni nuestros sufrimientos, ni nuestra sangre. Ha sido una lucha de lágrimas, de fuego y de sangre. Estamos orgullosos en lo más profundo de nosotros mismos, porque fue una lucha noble y justa, una lucha indispensable para poner fin a la humillante esclavitud, que nos fue impuesta por la fuerza. Esa fue nuestra suerte en 80 años de régimen colonialista, nuestras heridas están demasiado recientes y son demasiado dolorosas todavía para que podamos expulsarlas de nuestra memoria. Hemos conocido el trabajo agotador exigido a cambio de salarios que no nos permitían ni comer para saciar nuestra hambre, ni vestirnos o vivir en una casa decente, ni criar a nuestros hijos como seres queridos. Hemos conocido la burla, los insultos y los golpes soportados mañana, tarde y noche porque éramos negros. ¡Quién va a olvidar que a un negro se le dice “tú”, no como a un amigo, sino porque el honorable “Usted” estaba reservado solamente a los blancos! Hemos conocido nuestras tierras expoliadas en nombre de textos supuestamente legales, que no hacían más que reconocer el la ley del más fuerte. Hemos conocido que la ley no era nunca la misma, según de si se trataba de un blanco o de un negro, condescendiente para unos, cruel e inhumana para los otros. Hemos conocido los sufrimientos atroces de los condenados por sus opiniones políticas o sus creencias religiosas: exiliados en su propia patria, su destino fue peor que la mismísima muerte. Hemos conocido que en los pueblos había magníficas casas para los blancos y chabolas ruinosas para los negros; que un negro no fuera admitido ni en los cines ni en los restaurantes ni en las tiendas llamadas “europeas”; que un negro viajara en las bodegas de los barcos, a los pies de los blancos en sus cabinas de lujo”.

Sus palabras, 61 años después, no han perdido vigencia, resuenan como un huracán de libertad indescriptible, pero por aquellos días , para Patrice Lumumba fueron su sentencia de muerte. Sus palabras fueron una afrenta para los belgas, y personalmente para el rey Balduino. Los días venideros fueron turbulentos: sobrevino en el Congo una crisis política de proporciones. Y hoy mismo, quienes se alinean al imperio, entienden que Lumumba con su discurso no fue conciliador, no fue respetuoso. Nosotros opinamos en contrario. Patrice Lumumba fue justo, porque habló con la verdad, y no en terminos complacientes. Su retórica política fue elogiada en todo el mundo. Y su muerte sobrevino porque aquellas palabras visibilizaron la criminalidad de un colonialismo extendido en el África. Porque aquellas palabras siguen siendo hoy una bandera. Una bandera de la expresión de libertad. 

Desde aquel 30 de junio de 1960, tras una antesala de violencias, traiciones, intrigas y conspiraciones en las que los poderes ocultos no estuvieron ausentes, Joseph Dèsirèe Mobutu se hace con el poder, y en el mes de diciembre del 60 Patrice Lumumba huye de la capital para instalarse en la ciudad de Stanleyville, para reorganizar la lucha, pero las alimañas que circundan todo el caos reinante, bajo el ala de la infaltable Central de Inteligencia Americana (CIA) hacen el trabajo sucio, porque desde sus entrañas (para favorecer, entre otras cosas, los poderosos intereses de las multinacionales estadounidentes) ordenaron deshacerse literalmente de Patrice Lumumba, sin dejar rastro alguno de su persona física. Y así literalmente ocurrió. Después de ser capturado cuando cruzaba el río Sankuru en la localidad de Mweka fue enviado al campamento militar de Thysville, escenario que será antesala de su tragedia.

La foto de Patrice Lumumba de portada fue tomada a pocos minutos de su captura en una de las orillas del río Sankuru. Su rostro habla por sí mismo. Habla de su coraje. El coraje que no le permite digerir el miedo. El coraje que solo le permite entender que a pesar de las dramáticas circunstancias su lucha no ha sido en vano. Sus ojos miran a su alrededor reflejando la autoridad moral de un revolucionario, de un libertador, aunque ya se sabe a merced de sus asesinos, con las manos atadas a la espalda, y golpeado en el mismo momento en que es ascendido al camión, en el que lo acompanan sus dirigentes más cercanos, que reciben igual trato.

En la tarde del 17 de enero de 1961, y después que la ONU mirara a un costado, Patrice Lumumba, en la soledad que solo se depara como última estancia a los héroes, es asesinado a balazos junto a sus más cercanos colaboradores. Han sido testigos del martirio, los dirigentes del Estado de Katanga, los militares Tshombè, Munongo y Kimba y agentes de la CIA y de los servicios secretos belgas. Los restos humanos de todos los ajusticiados son arrojados a tanques de ácido y fuego. Los asesinos buscaron no dejar rastros físicos de sus víctimas, pero no tomaron en cuenta que hacerlo así, fue mutiplicar la lucha y las ideas de los caídos.

El pensamiento de Patrice Lumumba no desapareció, está vivo. Año tras año, en ese continente desangrado (hasta nuestros días) por los grandes intereses del poder, la lucha de Patrice Lumumba está presente. Y fuera del continente también.

Los ojos de Patrice Lumumba, aquel lacerante día del mes de enero del año 1961, en medio de la violencia, otearon el horizonte, descubriendo nuestra lucha de 61 años después. Que es la suya.

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*Foto de portada: www.trtworld.com

*Video: Canal de YouTube de Francisco José Bessone