Martes 23 Abril 2024
Lo que antes se hacía con balas, hoy lo hacen con el hambre y las drogas

La extrema pobreza de las comunidades wichí en el norte argentino

Por Daiana Carracedo-13 de febrero de 2022

La pandemia golpeó fuerte a toda la sociedad. Tras meses de restricciones, la situación está volviendo a ser como antes. La “nueva normalidad”, escuchamos a diario por la tele. En Argentina, los pueblos originarios viven en una normalidad de siempre, que no los reconoce. Antes y después de la pandemia, los sucesivos gobiernos prometieron lo de siempre: mejorar las condiciones de vida de las comunidades originarias.

En el norte argentino, más precisamente en Salta, la comunidad wichí esta atravesada por la extrema pobreza. Pero ahora se sumó la gravísima situación que viven los jóvenes, que están siendo diezmados por el gran consumo de alcohol y drogas.

"Nos están exterminando con las drogas, el hambre y la pobreza", dijo unos de sus referentes.

Reynaldo "Oso" Ferreyra, en nombre de todos los caciques, denuncia a los sucesivos gobiernos que les entregan como solución habitacional una casa que no es más que una pieza sin pisos. Las cloacas están tapadas hace años. Y las condiciones laborales no ayudan: el salario semanal para un trabajador no supera los 800 pesos argentinos.

Las mamás de los jóvenes del pueblo Wichí claman por la salud de sus hijos. Sin conectividad, sin luz y hambrientos, buscan huir de su destino consumiendo drogas. Las escuelas ya no funcionan. No existen comedores, pero tampoco monte para cazar o ríos para pescar. La única forma que ellos encontraron para resistir el exterminio es procrear para conservar su lengua y cultura. Pero hoy son los más adultos de las comunidades que ven que lo que antes se hacía con balas, hoy lo hacen con el hambre y las drogas.

Con respecto a la situación del pueblo Wichí, Giovanni Bongiovanni, director de FUNIMA International ONLUS, una organización sin fines de lucro, menciona en una carta: “El abandono total de una sociedad que no reconoce la diversidad cultural y que impone su propio sistema de vida y cultura está llevando a las nuevas generaciones de pueblos indígenas a una crisis espiritual sin precedentes”.

La clave está en que la sociedad no sabe reconocer la diversidad cultural porque simplemente no la conoce. Caemos en el error, seguramente impuesto por el sistema educativo, de denominar pueblos originarios generalizando a todas las comunidades, siendo que estas son muy distintas entre sí. O lo que es aún más grave, solo reconocemos nuestra propia diversidad, imponiéndoselas a las comunidades originarias como única (otra vez más).

“Es vergonzoso una civilización que no tiene interés en preservar a las futuras generaciones de una población de orígenes milenarios no merece ser definida como tal. La indiferencia y la incapacidad de la cultura occidental no dejan espacio para el cambio y para dar respuestas a las poblaciones que han visto cambiar su mundo demasiado rápido, tanto que no tienen tiempo para metabolizar los necesarios procesos de adaptación”, continúa la nota escrita por Bongiovanni.

No pensar en el futuro de las comunidades originarias es destruir su pasado. Debemos simplemente devolverles el territorio que les pertenece por derecho ancestral y que está contemplado en el convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), pero siempre recordando cómo viven ellos y cuáles son sus costumbres para no caer en un neocolonialismo.

“FUNIMA International, la organización que represento, acompaña a las comunidades en los procesos de desarrollo de los pueblos rurales a partir del agua. En la base están la educación y la preservación de la cultura local: procesos larguísimos que requieren compromiso y perseverancia”, concluye la carta (*).

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(*) Carta de Giovanni Bongiovanni presidente de FUNIMA International Onlus

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*Foto de portada: El Tribuno