Por Jean Georges Almendras-21 de noviembre de 2018
Como una historia sin fin. Como una película que se vuelve a ver en América Latina, como se tratara de una maldición del hombre blanco. Como un lacerante atentado a los derechos de los hombres. Como si fuese lo más natural del mundo.
No hace pocos días en Chile carabineros asesinaron a un comunero mapuche. Se llamaba Camilo Catrillanca. Sus asesinos fueron integrantes del denominado “Comando Jungla”. Hombres entrenados especialmente en Colombia para combatir la guerrilla.
¿Y qué hacían esos elementos de la represión chilena interviniendo en un episodio en el que los involucrados eran –según las autoridades- delincuentes comunes? ¿Qué concepto de delincuencia tienen las autoridades chilenas, cuando se trata de comunidades mapuches? Son algunas preguntas que nos vemos obligados a hacernos a nosotros mismos, también al gobierno de Chile, cuyo empecinamiento en destruir a las comunidades mapuches queda demostrado una vez más y con creces.
Desde cualquier punto de vista el accionar de las fuerzas represivas fue desmedido, ya desde el momento mismo en que una fuerza de elite tomó intervención en el operativo. Y ese pequeño detalle que no es menor, es tremendamente revelador del barbarismo y de la cultura de la impunidad que predomina en el país hermano.
Ayer el grito de indignación regional e internacional de alzó contra el autoritarismo argentino, segando las vidas de Santiago Maldonado, en la provincia de Chubut, y de Rafael Nahuel en Bariloche.
Hoy el grito de indignación regional e internacional se alza contra el autoritarismo chileno porque el episodio en el que se produce la muerte de Camilo Catrillanca, indigna y nos lleva inexorablemente al repudio más absoluto.
La madre de Camilo Catrillanca ha dicho en un escrito que se hizo público: “Hijo, te parí valiente, te vestí con la herencia de una nación guerrera, tejí tus ropajes cada noche, tu soñabas desde mi voz, mi vlkantv, yo cantando a la libertad. Hijo forjé tu lengua honesta, con trozos de tierra, de agua de mar, xayenko, mawvnko, karrvltu lawen. Hijo, tu voz se escucha en el azul, hay eco a tu giyatu, tu voz grita las injusticias! Tu voz hijo, tu voz no se apagan con los balazos, se perpetua sobre tu cuerpo masacrado, hijo te arrebataron los días, hijo No! No se mueren los que han nacido en la resistencia, no mueren los que han abrazado a su tierra madre con su propia vida, no se mata a quien le pone el pecho a las balas cobardemente por la espalda, hijo te estoy llorando, un suspiro que desgarra la existencia, es cierto te estoy llorando, y como te lloro voy pariendo más resistencia, te parí y llamé Lemun, y otra vez te llamé Mendoza, de nuevo fuiste Katrileo, miré tus ojos Nahuel, te parí Marileo, te llamé weichafe te forjé al flagor de nuestro resistencia, te parí y te vuelvo abrazar en tu vuelo Kamilo Katrillanka, no se mata por la espalda a quien le ha puesto el pecho a las balas del capitalismo, se perpetua su nombre weichafe para escribir con la sangre derramada la inevitable historia de un pueblo que se revela y se libera..”
El padre de Camilo Catrillanca ha dicho a la prensa local e internacional que su hijo se encontraba trabajando en un tractor prestando servicios a la comunidad y que los carabineros son culpables por su asesinato porque Camilo no estaba dentro del contexto del robo con asalto en el cual (siempre según los carabineros) Camilo fue herido de forma colateral.
Nosotros decimos que todo sigue siendo igual en territorio chileno: el autoritarismo descarado y el cinismo descarado, especialmente para encubrir las políticas asesinas de un gobierno que sin recato alguno hace y fomenta demostraciones de fuerza, con el solo cometido de desprestigiar, someter y asestar duros golpes a las comunidades mapuches, siguiendo un detestable plan genocida. Un plan genocida al servicio de múltiples intereses económicos ligados a sentimientos racistas propios de las ideologías nazistas. Ideologías nazistas de los tiempos pinochetistas. Como si tal cosa.
El ensañamiento más perverso se sigue viendo en las calles y en los campos de nuestra querida tierra chilena. Ese ensañamiento que se va renovando gracias a los artilugios de la vida política y gracias a las doctrinas de una extrema derecha a flor de piel, en la anatomía política de una región de América Latina.
La maledicencia del poder represivo hizo extender la idea de que todo aconteció en el curso de un operativo policial relacionado con el robo de vehículos.
La maledicencia del poder represivo después hizo caso omiso a los dichos de José Aylwin, que es miembro del Instituto Nacional de Derechos Humanos. Dichos contundentes que denuncian una arbitrariedad descomunal.
“El disparo entró por detrás, de modo que nada justifica el uso desproporcionado de la fuerza pública”
Una expresión, o mejor dicho una denuncia que lo dice todo. Que pone en evidencia a la criminalidad organizada dentro del poder estatal. Que pone en evidencia a la criminalidad organizada que apaña un gobierno que se dice democrático, pero que nada tiene de democrático, pero si tiene mucho de despotismo.
Ese despotismo cobarde palpable cada día del año. Palpable no solo con esta y otras muertes (entre ellas la de Matías Catrileo) sino además con la prisión de líderes mapuches como Facundo Jones Huala y con la militarización de la Araucanía. Entre otras barbaridades.
Sebastian Piñera sigue desangrando a su pueblo.
Sigue embarrando su legítimo mandato. Continúa servil a los intereses de quienes lo atenazan de entre las sombras para que continúen estando en las sombras valores como la libertad y la justicia.
Pero bien en las sombras para que la impunidad siga dando cobertura a estas abominables gestiones gubernamentales que abusan de su autoridad y de sus fuerzas para criminalizar sin mucho disimulo lo que no debe ser criminalizado jamás, es decir la soberanía de los pueblos originarios.
Los pueblos originarios que hoy hay que transformar en enemigos.
En enemigos irrestrictos de la democracia: como si la democracia, en este caso chilena, fuese la panacea de los derechos, de las libertades individuales y de la paz.
En el instante en que el disparo de arma de fuego acabó con la vida de Camilo Catrillanca los autoritarismos criminales de la administración Piñera se materializaron a la vista de todos.
Y si nos callamos ante todo este atropello apañado por los medios de comunicación nos transformaremos en cómplices.
En repulsivos cómplices fomentando mentiras. Las mentiras a las que siempre nos acostumbran cuando se trata de recuperar tierras desde filas mapuches.
Los mapuches que siguen siendo la carne de cañón de un sistema estatal (policial y judicial y político) de naturaleza criminal.
Criminal a secas, sin medias tintas. Es decir, el verdadero terrorismo que cosecha represiones, manipulaciones judiciales, detenciones y muerte.
Un asco de sistema.
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*Foto de Portada: www.tele13radio103.3FM