¿Recuerdan algo de esto? A mí me recuerda el 11 de septiembre. Pero por ahora dejémoslo así.
Los kamikazes de Bush y toda la interminable lista de estupiditos, aunque cultos, que muestran estupor e incredulidad cuando se presentan escenarios de pesadilla, elevando inmediatamente la acusación de “complot”, como para poder evitar la continuidad de las coartadas y poder tranquilizarse, escribiendo las versiones oficiales ya listas y pre cocidas, he aquí, decía, todos estos estúpidos se podrían leer hoy las revelaciones del "New York Times" del 21 de agosto 2009, en las cuales, casi inocentemente surge que la CIA, es decir el Gobierno de los Estados Unidos, con Bush e incluso con Obama, utiliza los servicios de la Blackwater.
Y los usará todavía por algunos años, mientras la señora Hillary Clinton declara que será muy difícil liberarse del todo.
En el interín esos favores pasan, en parte a otra empresa análoga, también privada, la DynCorp International.
Y siempre en el interín la Blackwater se ha rebautizado Xe Services y sigue ejecutando los contratos con el Gobierno de los Estados Unidos por 210 millones de dólares, uno (hasta el 2011) y el otro por 6 millones de dólares, por otros tres años, para instruir guardias de seguridad en tácticas antiterrorismo.
Todas cosas inofensivas, como por ejemplo, “transportar diplomáticos” (léase agentes y otros), a las zonas de guerra, recopilar informaciones (léase espiar privadamente por cuenta del gobierno).
Pero también oíd, oíd, kamikazes de Bush, para asesinar personas en todas partes del mundo donde se creyese útil y necesario. Obviamente en total secreto.
El periódico (firme Mark Landler e Mark Mazzetti) publica que la “decisión de utilizar a Blackwater para un programa de asesinatos, fue tomada por desesperación en el 2004”.
Puede darse que sea así, pero lo más interesante es que los dos autores, basándose en fuentes anónimas (como Hersh del resto), revelan el mecanismo. Que es lo que alguien tendría que explicar a Umberto Eco, visto que parece no conocerlo: es decir confiar a los ejecutores externos la tarea de cometer los crímenes y violar las leyes, de asesinar personalidades políticas, de calumniar a enemigos, de pagar periodistas, de organizar terrorismo, de infiltrar sus propios hombres en los grupos terroristas, para permitir la continuidad de sus operaciones en las cuales ellos creen llevar adelante sus propios intereses, mientras en realidad solo siguen un programa externo del cual no conocen sus objetivos.
Aquí están hasta revelados los nombres. Algunos. Por ejemplo el de José A. Rodríguez. Jr., jefe del “servicio clandestino” de la CIA. Notar la delicadeza: ¿servicio clandestino? ¿Clandestino para quién? Para la misma CIA, clandestino para el Gobierno de Estados Unidos, el cual no debería saber nada. Y continúa comentando que el Sr. Rodríguez tenía lazos estrechos con Enrique Prado, un oficial operativo de carrera de la CIA (un killer, asesino para entendernos. ndr), quien recientemente había dejado la agencia para convertirse en “ejecutivo senior de la Blackwater."
Desde allí, comenta el periódico americano, Rodríguez y otros dirigentes de la CIA, asignaron a la Blackwater la tarea de dar captura y asesinar al líder de Al Kaeda.
¿Se ha visto como se hace? ¿Y a ninguno le viene a la mente la historia idéntica – en estructura, a la comentada por nosotros en el documental “Zero”, con la colaboración de Jürgen Elsässer- de la MPRI, Military Professional Research Incorporated? La sociedad privada que, atiborrada de generales del Pentágono y de ex agentes de la CIA y del FBI, más allá de que se entiende del Mossad, que fue reclutada justamente por el Pentágono para a su vez reclutar a los mujaheddin, para mandarlos a Bosnia a masacrar a los serbios ortodoxos, al servicio de aquel jefe de la democracia occidental que se llamaba Alija Izetbegovic.
Ahora también el MPRI ha cambiado de nombre, pero si uno quisiese ir a buscar en los libros surge la MPRI.
Poco a poco, centímetro a centímetro, la verdad sale a la luz. Con mucho esfuerzo porque es necesario excavar en los estrados del “mainstream”. Pero si esperamos que los periodistas lo hagan, tendremos que esperar mucho.