Habrá sin embargo poco espacio para la única reflexión que cuenta ahora: ¿Cómo irse? La noticia del estrago de Kabul ha llegado al presidente de la República, Giorgio Napolitano, durante su visita oficial a Japón. Es probable que interrumpa el viaje para rendir honor a los caídos con un solemne funeral de Estado. Todos se esperan esto de él, que ya de por si no es una persona que se tiene fuera de los rituales de un mundo político que llora mucho pero que piensa poco. Sería un acto de coraje si en cambio continuase su visita en Tokyo. Donde acaba de tomar posesión el nuevo gobierno, formado por primera vez por un partido, el Partido Democrático (el japonés, que es otra cosa), el cual desde hace tiempo afirma la urgencia de cambiar totalmente el modo de afrontar la guerra afgana, comenzando por la justificación inicial, los atentados del 11 de septiembre 2001, cuyas versiones oficiales son puestas en duda incluso por sus máximos exponentes. Un coraje que donde nosotros no merece ni siquiera pocos renglones.
Y así continúa el enorme derroche de vidas, de recursos, de prospectivas.
Recientemente, en el “Asia Times”, el periodista de investigación Pepe Escobar ha hecho un análisis sin piedad sobre las prospectivas de la guerra en Afganistán: “desde noviembre del 2001 a diciembre del 2008 la administración Bush ha quemado 179 mil millones en Afganistán, la OTAN 102 mil millones. El ex jefe de la OTAN Jaap de Hoop Scheffer dijo que Occidente hubiera mantenido sus propias tropas en Asia Central durante 25 años. El jefe de Estado mayor británico, General David Richards, lo corrigió: los años habrían sido 40. Podéis estar seguros de que en el 2050 los talibán – “malos”, en forma e inmunes al calentamiento global- combatirán aún contra Enduring Freedom.»
No sabemos si la guerra durará hasta entonces, también porque ignoramos si se considerará sostenible aún continuarla.
El general Stanley McChrystal pide otros 45 mil soldados estadunidenses que se sumen a los otros 52 mil americanos y a los 68 mil mercenarios presentes desde marzo 2009. No estamos incluyendo en la cuenta decenas de miles de soldados OTAN. Una estrategia como esta implica que en breve tiempo serán empantanados en Afganistán más americanos de los soviéticos que estaban en el pleno de la ocupación de ese país hace más de veinte años. Entre las promesas fáciles de Berlusconi ahora tenemos el sonoro “yes” a Barack cuando le pidió que duplicasen el contingente italiano, después de ocho años de una “Guerra al Terror” que incluso la mayoría de los ciudadanos americanos considera prácticamente sin salida, es decir, perdida.
Un estrago, Kabul como Nassiriya, despertará sin embargo la retórica, las plazas que llevarán el nombre de “nuestros mártires”, en una óptica completamente provincial que no capta que en esa parte del mundo suceden cuatro “Nassirya” al día. Servirá una gran operación de decir la verdad sobre la misión en Afganistan. Una misión de guerra, que ningún esfuerzo orwelliano ni la repetitiva expresión de circunstancias de Napolitano pueda enmascarar –aún hoy- como una “misión internacional por la paz y la estabilidad”.
17 settembre 2009
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