El oculto e inquietante proyecto del actual gobierno fascista
En menos de una semana se celebrará en Bolonia el aniversario de la masacre de la estación de trenes del 2 de agosto de 1980, que dejó 85 muertos y 200 heridos.
Quién sabe lo que va a pasar. Quién sabe si este gobierno fascista tendrá el coraje de asistir o saldrá a la "caza" alguna otra pista alternativa para vender a la opinión pública.
Sí, porque el gobierno en funciones (que pretende ser moderado con las nuevas caras de los miembros de Fratelli d'Italia, la Liga y Forza Italia, pero que en realidad es de extrema derecha) tiene un proyecto inquietante y oscuro: reescribir la historia, borrar la memoria y ocultar y desviar la búsqueda de la verdad sobre las masacres terroristas vinculadas a la subversión negra y la mafia.
Cuestión de "esqueletos en el armario" o, para usar las palabras del ex fiscal general de Palermo (hoy senador) Roberto Scarpinato, de "elefantes en la habitación".
Cada partido de este aparente "centroderecha" tiene sus propios intereses.
La Liga, que perteneció a Umberto Bossi y hoy se centra en la figura de Matteo Salvini, ya no es ciertamente la que sólo gritaba "Roma ladrona" o la que, a través de artículos en el diario "La Padania", se refería a Silvio Berlusconi como un "mafioso" y un "condenado" con muchas preguntas sobre el origen de los bienes del caballero y sus contactos mafiosos.
Hoy es una de las fuerzas de la mayoría gubernamental. Ha "olvidado" la autonomía diferenciada que recuerda en cierto modo aquel proyecto federalista del ideólogo Gianfranco Miglio, de dividir el país en tres áreas geográficas con características de desarrollo homogéneas, Norte, Centro y Sur.
Un proyecto compartido por las organizaciones criminales que a principios de los noventa se fueron organizando y creando movimientos independentistas como Sicilia Libera.
No es ningún secreto que el propio Miglio, en una entrevista con Il Giornale, llegó a afirmar que "no todo lo que giraba en torno a la mafia era malo. Y que era casi cierto que algunos aspectos deberían constitucionalizarse".
Luego, en 1994, se firma el pacto con Silvio Berlusconi, quien hace unos años, cuando todavía estaba vivo, dijo públicamente y sin florituras: "Fuimos nosotros quienes introdujimos a la Liga y a los fascistas en el gobierno. Los legitimamos, los constitucionalizamos".
Evidentemente, en 1994, la referencia a los fascistas era a los hombres de Alianza Nacional.
En aquel momento figuras como Ignazio La Russa, Daniela Santanchè, y Maurizio Gasparri (ahora en las filas de Forza Italia), estaban unidos bajo el liderazgo de Gianfranco Fini.
Con la desintegración de AN, casi todos los antiguos miembros del MSI se catapultaron a los Fratelli d'Italia, cuya líder es Giorgia Meloni, que se ha convertido en el partido mayoritario del país (obtuvo el 28,8% en las elecciones europeas).
La historia de los miembros de este partido no es ningún secreto.
Todo el mundo sabe que en el Senado, como Presidente, hay un "matón fascista" como Ignazio La Russa, que guarda en su casa el busto del Duce que le legó su padre y que, a pesar de ocupar el segundo cargo más alto del Estado, ha negado que nuestra Constitución sea antifascista.
Todo el mundo sabe que la presidenta de la Comisión Antimafia es la honorable Chiara Colosimo, que frecuentaba a Luigi Ciavardini, responsable no sólo de la masacre de Bolonia, sino también del asesinato del magistrado Mario Amato.
Se sabe que entre las figuras de referencia de la actual Primera Ministra se encuentra un "protagonista del neofascismo" como Pino Rauti, fundador del Centro de Estudios Nuevo Orden y padre de Isabella Rauti, subsecretaria del Ministerio de Defensa.
Se sabe también que en una visión del revisionismo en el Parlamento se organizó una conferencia dedicada al general Gianadelio Maletti, jefe del departamento de contraespionaje del SID en los años 1970, condenado a una pena firme de 18 meses por complicidad con los responsables de la masacre de Piazza Fontana (otra masacre neofascista).
Incluso a través de estas iniciativas se llega a hechos que están distorsionados.
Es el mismo "plan" que se puso en marcha para celebrar, con funeral de Estado y duelo nacional, a Silvio Berlusconi, delincuente convicto, frecuentador de prostitutas, miembro de la logia secreta P2 y amigo de los mafiosos.
Es historia sabida que Berlusconi tuvo como mano derecha a Marcello Dell'Utri, condenado en forma definitiva a siete años de cárcel por concurso externo en asociación mafiosa.
La sentencia dice que Dell'Utri fue el garante "decisivo" del acuerdo entre Berlusconi y Cosa Nostra con un papel "relevante para ambas partes: la asociación mafiosa, que dibujó un canal constante de enriquecimiento significativo; el empresario Berlusconi, interesado en preservar su ámbito de seguridad personal y económica".
Es historia sabida que tuvo mozo de cuadras al jefe y asesino de Porta Nuova, Vittorio Mangano.
Es historia sabida que Silvio Berlusconi le pagó grandes sumas de dinero a Cosa Nostra.
Totò Riina, el jefe de jefes, en una escucha en la prisión Ópera de Milán registrada mientras paseaba en el patio, afirmó: "Nos daba 250 millones cada seis meses".
Grabaciones que están incluidas en los documentos del juicio de la Tratativa Estado-mafia.
A la política le gustaría eliminar estos hechos.
Y para ello necesita hacer algunos cambios.
Como las implementadas en el ámbito de la justicia por los ministros Marta Cartabia y Carlo Nordio.
Entre los cambios más graves, según informan varios expertos, se encuentran la limitación de las escuchas telefónicas, la prohibición de la publicación de órdenes de custodia cautelar, la abolición del abuso de poder, así como otra reforma más del plazo de prescripción.
Pero lo que es más evidente (debido a la separación de las carreras) es la idea de eliminar la obligatoriedad de la persecución penal con el objetivo de subordinar el poder judicial a la política.
Masacres al olvido
Dado que las fiscalías dependen del Ministerio de Justicia, es obvio que la política indicará al fiscal qué investigación abrir y cuál no.
Hoy ya existen "condicionamientos" externos a la actividad de los órganos de investigación y, lamentablemente, hay quienes se muestran débiles y caen en la trampa. Esto es lo que está sucediendo con las investigaciones sobre las masacres de los años '90, donde hay un impulso político muy fuerte para un inquietante juego a la baja.
He aquí el programa oculto y nefasto de este gobierno, que tiene su principal fuerza política en Fratelli d'Italia: ocultar y desviar la búsqueda de la verdad sobre las masacres en las que hubo una convergencia de intereses de la mafia, la masonería, el empresariado y la subversión negra.
Si bien por un lado el arresto de los componentes militares de las mafias es promovido por el gobierno como demostración de su compromiso en la lucha contra el crimen organizado, por otro lado hay un intento de frenar y deslegitimar a todos aquellos magistrados que intentan elevar el nivel de investigaciones y profundizar a 360° lo que hubo, y lo que hay, detrás de la mafia.
Incluso la detención de Matteo Messina Denaro (ya fallecido) sirvió de alguna manera para demostrar que la mafia, en particular la de las masacres, ya fue derrotada.
Pero la realidad es muy diferente.
Portella della Ginestra, Piazza della Loggia, Piazza Fontana, Italicus, Bolonia, via dei Georgofili, via Palestro, San Giovanni in Laterano, San Giorgio al Velabro, Capaci y via d'Amelio son todas masacres terroristas y subversivas en las que, aún hoy, se siguen buscando respuestas.
Y para ello se sigue la pista de los llamados autores intelectuales externos, entidades nada abstractas que quisieron, solicitaron u ordenaron esos crímenes brutales, porque hay huellas que conectan a la mafia con la subversión negra, la masonería y los servicios secretos nacionales e internacionales, es decir, la CIA.
(Continúa)
*Diseño gráfico de Paolo Bassani
*Foto 2: Giorgia Meloni y Gianfranco Fini © Imagoeconomica
*Foto 3: Silvio Berlusconi y Marcello Dell'Utri © Imagoeconomica